Las críticas de José F. Pérez Pertejo en el 72 SSIFF:
Sección Oficial
El lugar de la otra
No deja de ser curioso que en la sección oficial de un mismo festival se den dos casos tan similares como los de los directores Joshua Oppenheimer, director de The End, sobre el que escribíamos hace unas horas y la chilena Maite Alberdi, directora de El lugar de la otra sobre la que trataremos en estas líneas.
Ambos tienen una destacada trayectoria como directores en el terreno del documental y los dos han recibido dos nominaciones al Óscar en la categoría de mejor documental, el estadounidense afincado en Dinamarca por The Act of Killing y La mirada del silencio y la chilena por El agente topo y La memoria infinita. Los dos se han decidido a dirigir una película de ficción y los dos presentan sus películas en la presente edición del Festival de San Sebastián.
Hasta aquí las similitudes porque las películas no pueden ser más dispares tanto en planteamiento como en resultados. Mientras que The End, como dijimos en su espacio correspondiente, es un musical fallido y excesivamente largo, El lugar de la otra tiene una duración muy adecuada (95 minutos son más que suficientes para contar una historia) y, sin ser tampoco una gran película (no nos volvamos locos), responde cumplidamente a sus propósitos.
El lugar de la otra nos traslada al Santiago de Chile de 1955 para reconstruir (de un modo ficcionado aunque basado en hechos reales) el caso de la escritora María Carolina Geel, seudónimo de Georgina Silva Jiménez que asesinó a su amante en el Hotel Crillón de la capital chilena y fue detenida, juzgada, condenada e indultada en un brevísimo periodo de tiempo.
La historia está contada en su mayor parte desde la mirada subjetiva de Mercedes (Elisa Zulueta), una mujer joven, perspicaz y coqueta cuya vida se desdobla en su condición de abnegada madre de familia con un marido y dos hijos varones de los que no mueven un plato y su trabajo como secretaria judicial de un juez interpretado por Marcial Tagle.
Cada mañana, después de hacer el desayuno para los tres “machotes” de su angosta casa y quedarse casi sin desayunar, se arregla para irse a trabajar al juzgado encargado de investigar y juzgar a la asesina María Carolina Geel (Francisca Lewin). Cuando por un asunto de trámite, Mercedes tiene que ir a la casa de la escritora homicida, queda fascinada por el lujo y la amplitud de espacios de un piso en las antípodas del suyo (que además de vivienda hace las veces de estudio fotográfico del bobalicón de su marido). De la fascinación a la obsesión, pronto comenzará a utilizar el perfume de la acusada, a ponerse sus vestidos, utilizar su bañera e incluso dormir en su cama… es decir, a vivir la vida de “la otra” mientras “la otra” está recluida.
Maite Alberdi firma con corrección, con pulcritud, con mucha eficacia narrativa y sin alardes autorales que dejen un sello propio. Es decir, la película podría estar dirigida tanto por Maite Alberdi como por cualquier otro director (o directora) con oficio para hacerlo. La producción (de Netflix) es cuidada y recrea la época no sé si con acierto (no tengo ni idea de cómo era Santiago de Chile en 1955) pero sí con verosimilitud. Todo está cuidado, aunque también es cierto que algunas secuencias huelen más a decorado que a localización.
El reparto también está bien. Elisa Zulueta funciona muy bien como la pizpireta ayudante del juez obsesionada con la resolución del caso hasta el punto de parecer más una periodista o, incluso, una agente de homicidios que la secretaria de un juzgado. Marcial Tagle, por su parte, recrea a un juez bonachón, socarrón y prudente que incorpora los toques de humor en esta película a caballo entre la comedia (más gris que negra) y el drama de evocación histórica con curiosidad final, que no conviene contar, a costa del desenlace de la historia real debido a la intervención de la poetisa Gabriela Mistral.
En definitiva, estamos ante una película entretenida, divertida por momentos, con una reivindicación feminista bien expuesta pero un poquito subrayada en alguna secuencia y de una duración muy agradecible en estos tiempos que corren en los que casi nadie parece capaz de contar una historia en menos de dos horas y media. No hay nada malo que pueda decirse de ella, pero tampoco nada extraordinario. Podrá verse en Netflix en apenas unas semanas.