Las críticas de Daniel Farriol en el AMFF 2024:
The Quiet Migration
The Quiet Migration (Stille Liv) es un drama danés semiautobiográfico con un peculiar enfoque sobre la inmigración que está dirigido por Malene Choi (Dyret (Creature), The Return), quien también coescribe el guion junto a Marianne Lentz (The Great Silence) y Sissel Dalsgaard Thomsen (Kalak, Breeder).
Es la historia de un chico de origen oriental que se enfrenta al racismo de una sociedad en la que la inmigración se ha convertido en un tema conflictivo. Está protagonizada por Cornelius Won Riedel-Clausen, Bodil Jørgensen (Los años malditos, White Sands), Bjarne Henriksen (Que viene el lobo (Cry Wolf), The Killing: Crónica de un asesinato), Ole Boisen, Camilla Bendix, Claus Flygare, Clara Thi Thanh Jensen y Dawid Sciupidro.
La película tuvo su estreno en España en la sección Punto de Encuentro de Seminci 2023. Entre el resto de festivales por los que ha pasado destaca su participación en el 24º Jeonju International Film Festival – JIFF 2023, su nominación el Premio Discovery en los Premios del Cine Europeo (EFA) y el Premio Fipresci en la Berlinale. También ha podido verse en la sección Domestic de Atlàntida Film Fest 2024.
Dos películas, un mismo viaje
The Quiet Migration es el segundo trabajo de la directora danesa de origen surcoreano Malene Choi que vuelve a incidir en los mismos temas de su primera obra The Return (2018), es decir, la falta de pertenencia a un lugar y las identidades ausentes.
Si en su ópera prima, que tenía carácter semiautobiográfico en un híbrido que era mitad documental y mitad ficción, seguía las peripecias de dos jóvenes daneses de origen coreano que regresaban por primera vez a su país de origen, aquí vuelve a utilizar sus propias experiencias y recuerdos de adolescencia para contar la historia de un joven coreano que fue adoptado por un matrimonio danés y que siendo adulto planea realizar ese mismo viaje en busca de sus orígenes.
Como vemos, por tanto, ambas películas terminan complementándose y retroalimentándose para enriquecer el mismo punto de vista de la directora, pero fijándose en etapas distintas de un mismo viaje. Un viaje que es descrito como trayecto vital de aprendizaje para sus protagonistas y del que es fácil adivinar las similitudes con el propio crecimiento personal que tuvo que acometer la propia Choi.
Los elementos fantásticos
La directora impregna The Quiet Migration con la misma calma narrativa y el mismo tono documentalista existente en The Return, pero esta vez se enfoca más en la ficción e incluso se permite el lujo de incorporar algún elemento fantástico (la caída del meteorito como metáfora física para la desestabilización de la vida del protagonista o esas alucinaciones que tiene como reflejo evidente de cuáles son sus verdaderas necesidades afectivas).
El resultado es un bello acercamiento a la soledad del diferente a través de las dificultades de adaptación en un entorno que no te comprende (ni sabe o quiere hacerlo), algo que potencia en uno mismo la sensación de rechazo y el sentimiento de pérdida de identidad. Por eso, los detalles fantásticos antes referidos que podrían habernos sacado de la historia funcionan como parte de ese proceso de alienación emocional que se produce durante el aislamiento social de toda una comunidad.
El silencio de la incomunicación
En definitiva, The Quiet Migration es un coming of age amable y divertido, pero a menudo demasiado contemplativo, que cuestiona desde la sutileza algunas actitudes socialmente aceptables que provocan el distanciamiento paulatino de las minorías, en este caso étnicas aunque podría extrapolarse a otras formas de discriminación. Es un retrato repleto de ternura que puede recordar a películas recientes tan aclamadas por crítica y público como The Farewell (Lulu Wang, 2019) o Minari. Historia de mi familia (Lee Isaac Chung, 2020), ambas con directores de origen asiático que exponen su visión sobre la inmigración de segunda generación, sin embargo, hay algo en la película de Malene Choi que la hace más auténtica.
En lo personal, lo que me ha parecido más interesante es como la directora relata la falta de comunicación en la relación entre el hijo y sus padres adoptivos, no por falta de cariño sino por la ausencia de herramientas emocionales que les permitan manejar la situación. Son fantásticas las secuencias de cenas compartidas donde son incapaces de mostrar sus verdaderos sentimientos o esos momentos donde acciones tan bienintencionadas como desafortunadas aumentan el cisma entre ellos. Al final y al cabo, entre esos silencios evocadores es cuando The Quiet Migration se percibe verazmente como otra obra semiautobiográfica de la directora.
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