Las críticas de Daniel Farriol en el 76 Festival de Locarno:
Cinq Hectares
Cinq Hectares es una comedia francesa que está dirigida por Émilie Deleuze (Miss Impossible, Mister V.), que también co escribe el guion junto a Marie Desplechin y Patricia Mazuy. La historia sigue a un hombre que pone en peligro su comodidad, su carrera y su relación cuando adquiere cinco hectáreas de terreno en la región de Lemosín, para las que necesita un tractor. Está protagonizada por Lambert Wilson, Marina Hands, Laurent Poitrenaux, Lionel Dray y Anne-Lise Heimburger. La película ha podido verse en la Sección Fuori Concorso del Locarno Film Festival 2023.
Un tractor convertido en símbolo del ego masculino
Cinq Hectares es una comedia ligera que pretende ironizar sobre el ego masculino y finalmente acaba convertida en una oda amable que lo eterniza. La trama nos presenta a Franck (Lambert Wilson), un hombre que está alrededor de los 60 años y trabaja como biólogo desarrollando proyectos de neurociencia que estudian el cerebro humano. Su decisión de comprar cinco hectáreas de tierra en la campiña francesa le llevará a tener una pequeña disputa con uno de sus nuevos vecinos y le surgirá la necesidad de demostrarle sus méritos para estar allí adquiriendo un tractor para trabajar su parcela.
El tractor se convertirá, entonces, en un símbolo de estatus en esa «tierra prometida» que le aleja de sus obligaciones y preocupaciones diarias en la gran ciudad, hasta tal punto que comenzará a peligrar su comodidad burguesa, su carrera profesional, la estabilidad sentimental con su pareja (interpretada por Marina Hands) y su propio equilibrio mental realizando acciones que ni él mismo hubiera imaginado. Si la película fuera una canción nos traería a la memoria a «Loquillo y los Trogloditas» entonando a ritmo de rockabilly aquello de «Yo para ser feliz quiero un camión», todo un himno generacional para los jóvenes rebeldes de los años 80, pero cambiando el vehículo del título por un tractor, en este caso, blanco.
Aventuras y desventuras de un egoísta simpático
Es una pena que la divertida idea inicial de Cinq Hectares quede en agua de borrajas por la falta de cinismo y una tendencia hacia el humor familiar que «choca» bastante viniendo de una directora declarada feminista como Émilie Deleuze e integrante del colectivo francés 50/50 que aboga por la igualdad de género dentro del audiovisual de su país. El retrato de ese hombre egoísta, adúltero y con complejo de inferioridad conectando con su esencia más salvaje, es tan amable y blanqueador que el público fácilmente empatizará con él, convirtiéndose en un personaje quijotesco e idealista.
Tampoco se profundiza demasiado en la eterna contraposición entre vida rural y vida de ciudad, ni en como el capitalismo feroz está desangrando a los pocos ganaderos y agricultores que intentan subsistir como antaño. Los pocos elementos que se introducen en el guion respecto a estos temas, por ejemplo, los inspectores enviados por Bruselas para examinar la granja de una mujer, quedan diluidos por un humor de sobremesa más propio del cine francés de los 90 con escenas tan rocambolescas como la de Franck intentando atropellar a los policías con su tractor.
La parte central de la narración está enfocada en el viaje de 100 kilómetros que debe afrontar el protagonista para llevar su flamante nuevo vehículo hasta la finca de su propiedad, convirtiéndose casi en primo hermano del anciano Alvin Straight de la inolvidable Una historia verdadera (David Lynch, 1999). Como es lógico, durante el trayecto tendrá algunos contratiempos como quedarse sin gasolina en mitad de la nada, aprovechando también para conocer a algunos lugareños y sentirse así más integrado en la vida campestre. En uno de esos encuentros terminará retozando con una granjera en un pajar mientras el esposo está fuera apacentando al ganado.
Una comedia naíf
Cinq Hectares es una comedia sencilla que resultará tan entretenida como olvidable, siendo su mayor activo el trabajo desempeñado por Lambert Wilson, quien consigue dotar de cierto humanismo entrañable a un personaje que podría haber resultado francamente odioso o estúpido. Así pues, si la pretensión que tenían la directora y las guionistas era ridiculizar la masculinidad herida, el ego machista o el compadreo surgido entre hombres después de una lucha fálica (no en el sentido literal), tengo serias dudas de que lo hayan logrado con un retrato de tonalidades naíf y vintage acerca de la adaptación de este burgués de ciudad a la vida rural.
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Cinq Hectares
