sábado, julio 27, 2024

Ciclo Mia Hansen-Løve: Crítica de ‘Todo está perdonado (Tout est pardonné, 2007)’

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Ciclo Mia Hansen-Løve
Todo está perdonado (2007)

“Coorie Doon”, una hermosa canción de cuna escrita por el cantante de folk Matt McGinn, da comienzo al primer largometraje de Mia Hansen-Løve, Todo está perdonado. Una hora más tarde, en el momento de mayor intensidad narrativa de la película, volveremos a escucharla como elemento evocador de los recuerdos que Pamela, una vez reencontrada con su padre casi once años después, atesora de su primera infancia cuando vivía con él y su madre en Viena.

Esta capacidad de Hansen-Løve para aludir sin señalar, para expresar sin subrayar, es acaso la mayor entre las muchas virtudes de una directora que maneja las emociones con la sutileza de los grandes maestros del cine.

Dedicada a la memoria de uno de sus mentores, el productor Humbert Balsan que se había suicidado apenas dos años antes, Todo está perdonado está dividida en tres capítulos diferenciados por sus respectivas pantallas en negro con el título de cada una de ellas. Si bien esto es incuestionablemente así por decisión de su guionista y directora, a efectos narrativos, cabría más hablar de un breve prólogo (de poco más de diecinueve minutos) y dos grandes actos dramáticos separados entre sí por once años. 

El primero de los capítulos, o prólogo como aquí preferimos llamar, lleva por título “Viena 1995” y funciona como una introducción que, al mismo tiempo, presenta a los protagonistas principales y pone al espectador en situación de conocer las bases sobre las que más tarde se desarrollará el conflicto dramático. Victor (Paul Blain) y Annette (Marie-Christine Friedrich) son un joven matrimonio, francés él, austriaca ella, que vive en Viena junto a la pequeña Pamela (Victoire Rousseau). Victor, escritor en perpetua crisis creativa, es presentado como un hombre apacible y cariñoso que parece disfrutar jugando con su hija y querer a su mujer, sin embargo, su atormentada personalidad le lleva a drogarse y convertirse en un tipo irascible y violento. La realización de Hansen-Løve es un tanto atropellada en este fragmento inicial y algunos personajes solo se justifican como excusa para introducir algún elemento narrativo como la alusión al atormentado poeta austriaco Georg Trakl en una breve secuencia que parece querer representar más de lo que finalmente significa.

Con la intención de que un “regreso a París” (este es el título del segundo capítulo) sirva para que Victor se reencuentre consigo mismo, los tres se trasladan a la capital francesa donde, tras un breve periodo de mejoría, Victor recae en su drogadicción hasta terminar por destruir su vida familiar, inicia una relación tortuosa con la yonqui Gisèle (Olivia Ross) y pone su vida en peligro hasta que Annette, harta, incapaz de perdonar de nuevo tras tantas nuevas oportunidades, termina con el matrimonio y huye a Venezuela con Pamela que ha cumplido seis años. Hacia el final de este segundo capítulo, Hansen-Løve comienza a dar indicios de su talento para filmar secuencias de gran carga emocional como la que da fin a la estancia parisina de Anette.

Una gran elipsis de once años marca el salto del segundo al tercer capítulo titulado “Pamela”. Precisamente hacia ella que tiene ya diecisiete años se desplaza el nudo narrativo. El inevitable cambio de actriz ante una elipsis tan grande en un personaje de esta edad nos regala el maravilloso debut de Constance Rousseau que literalmente se come los (primeros) planos con los que la directora construye la mayoría de sus secuencias.

La reaparición de la hermana de su padre, Martine (Carole Franck) será el detonante para un reencuentro padre-hija con el que Hansen-Løve despliega toda su sensibilidad y el pulso narrativo que más tarde pondrá de manifiesto en sus películas más celebradas.

Todo está perdonado es, tal y como su explícito título hace suponer, un canto a las segundas oportunidades, a la redención y a un idealismo que se opone al determinismo fatalista en el que Victor, una vez caído en desgracia, no parece querer (ni, por supuesto, poder) salir. “¿Por qué hablas de las cosas como si no pudieras cambiarlas?” le preguntará Annette tras una de sus bajadas a los infiernos.

El debut cinematográfico como directora de Mia Hansen-Løve no tuvo la resonancia internacional que tuvieron las primeras películas de otros realizadores que han iniciado sus carreras en el siglo XXI. En Francia, sin embargo, fue galardonada con el prestigioso premio Louis Delluc a la mejor ópera prima del año concedido ex aequo también a Naissance des pieuvres (Water Lilies) debut de Céline Sciamma, otra directora que ha confirmado con sus posteriores películas lo que sus inicios prometían, ambas películas, que fueron nominadas al César a la mejor ópera prima se vieron superadas en los gustos de los académicos franceses por Persépolis, la excelente adaptación que Marjane Sartrapi hizo de su propia novela gráfica en colaboración con Vincent Paronnaud.

Estamos, pues, ante una película a reivindicar cuyas razones para verla no pueden reducirse únicamente a que se trate del primer largometraje de la realizadora de El porvenir, La isla de Bergman o Una bonita mañana, obras de mayor madurez, sin duda, pero que no hacen sino confirmar las cualidades como guionista y directora que ya estaban presentes, acaso de manera incipiente, en Todo está perdonado.

8.5

Puntuación

8.5/10

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