Las críticas de Daniel Farriol:
El club del odio
El club del odio (Soft & Quiet) es un thriller estadounidense que está escrito y dirigido por Beth de Araújo. La historia sigue la vida de un profesora de primaria durante una tarde en la que organiza una reunión de mujeres con ideas afines acerca de la supremacía blanca. Está protagonizada por Stefanie Estes (Historias del bucle, Say Yes), Olivia Luccardi (Candy Land, Go/Don’t Go), Eleanore Pienta (Kendra and Beth, See You Next Tuesday), Dana Millican (A Perfect Day for Caribou, Shrill), Melissa Paulo, Jon Beavers, Cissy Ly y Nina E. Jordan. La película se ha estrenado en España en Filmin el día 28 de Abril de 2023.
Una película de horror que nace de una problemática social cotidiana
Beth de Araújo es una directora estadounidense de padre brasileño y madre chino-americana que debuta en el mundo del largometraje con el filme independiente El club del odio donde explora el sentimiento racista arraigado en las culturas occidentales contra descendientes de inmigrantes, algo que ella misma manifiesta haber sufrido en sus propias carnes. Se trata de un ejercicio de estilo rabioso, incómodo y violento que busca el mayor realismo posible a través de una cámara que se muestra nerviosa para grabar los hechos en tiempo real durante un plano secuencia de 91 minutos (en realidad existen microcortes imperceptibles ya que la película fue rodada en cuatro días distintos consecutivos).
La historia nos presenta a Emily (Stefanie Estes), una profesora de primaria de apariencia frágil y elegante, que ha organizado una reunión con otras cinco mujeres del pueblo en un recinto religioso. Muchas de ellas no se conocen entre sí, pero todas mantienen una actitud cordial que no nos hace presagiar el verdadero motivo de ese encuentro. La primera media hora es lo mejor que tiene la película, son momentos en los que Araújo se muestra sutil en sus postulados haciendo fluir los acontecimientos a través de los personajes.
En poco tiempo descubriremos que esas amas de casa de apariencia normal se consideran a sí mismas como «Hijas por la unidad aria» y que utilizan de manera coloquial un lenguaje verbal ofensivo contra la implantación social de la multiculturalidad. Son racistas de tomo y lomo que disfrutan engullendo la tarta casera que Emily ha decorado con una esvástica de mermelada mientras fantasean con hacer oír sus voces mediante panfletos u otras acciones. Una de ellas hasta se enorgullece de formar parte de un árbol genealógico familiar repleto de miembros del Ku Klux Klan…
Un grupo racista compuesto por «tradwifes»
Casi sin darnos cuenta, Araújo ha hilvanado los mimbres para realizar una película de horror escalofriante sin haber derramado aún ni una gota de sangre. Para la gestación de ese grupo de personajes la directora se fijó especialmente en el movimiento anglosajón «Tradlife» que desde hace pocos años reúne en las redes sociales a muchas mujeres que abogan por un regreso al tradicionalismo familiar existente en los años 50-60, ocupando el rol de madres y amas de casa al servicio de sus maridos. Son mujeres de ideología ultraconservadora que están ligadas a un pensamiento unitario sobre la supremacía blanca que, en parte, explicaría el descalabro político que hubo en el Reino Unido con el Brexit o el tirón trumpista de carácter populista que sigue vigente en los Estados Unidos.
Por eso es una pena que El club del odio se quede en la epidermis del reflejo de esa situación social y que no busque profundizar más en el interesante planteamiento que propone. Sin embargo, sí hay un detalle fundamental que define el comportamiento agresivo posterior de Emily, es la primera escena en la que comprobamos que se trata de una mujer infértil que no logra quedarse embarazada, de hecho, uno de los axiomas de ese movimiento de «tradwifes» es tener el máximo de hijos posibles para asegurar la expansión de la pureza de la raza aria.
El odio hacia los demás nace de nuestras propias inseguridades y frustraciones, así que ese detalle se convertirá en el detonante interior que hará explotar después su rabia durante el encuentro en la tienda con las hermanas Anne (Melissa Paulo) y Lily (Cissy Ly).
La violencia del colectivo que anula al individuo
El club del odio irá incrementando su tensión dramática a partir de ese momento con movimientos de cámara que se volverán más agresivos y una situación descontrolada hasta límites insoportables que utiliza los códigos de una home invasion en primera persona. Hay que decir que la película elude el morbo de la violencia gratuita y que, pese a la extrema violencia de algunas situaciones, casi todo sucede fuera de cuadro. Araújo prefiere centrar su mirada en las reacciones de las mujeres ante su incapacidad de apartarse del caos generado, es decir, la pérdida de identidad individual cuando se actúa como colectivo (de ahí la proliferación cobarde de manadas y bandas).
Por desgracia, durante esta segunda parte, el filme se vuelve efectista y previsible, olvidándose por completo del retrato psicológico de los personajes para convertirlos en meras caricaturas. El desenlace no estaba previsto en el guion inicial, pero se siente necesario para articular el discurso crítico de la directora con cierto margen para la esperanza. En definitiva, El club del odio es un debut visceral que va directo al hueso con un planteamiento inteligente donde se examina el racismo estructural desde el ideario cotidiano, generándose una asfixiante sensación de realismo a través de la inmediatez que otorga el uso del plano secuencia.
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El club del odio
