Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
El inocente
El ninguneo con el que se despacha a la comedia en medios cinéfilos suele provocarme ardor de estómago, pero si además estamos en un Festival, el trato suele traspasar la línea del desprecio y mi malestar la del cabreo. Cada vez que oigo (generalmente en conversaciones ajenas pilladas involuntariamente y fruto del azar mientras espero el comienzo de algún pase) a alguien referirse a una comedia con términos despectivos, tengo que darme la vuelta y alejarme con el fin de mantener mi habitual templanza y no protagonizar un altercado.
Cuando esta mañana me senté en la butaca del teatro Victoria Eugenia de San Sebastián lo único que sabía es que iba a ver, en la apretada agenda genuina de un festival, la última película de Louis Garrel en su vertiente de director, pero no tenía ni la más mínima idea de qué iba la película y si lo que me iba a encontrar era un drama, un thriller o un documental. La película, que se inicia con un trampantojo que puede hacer pensar en un film policiaco, tarda apenas unos minutos en rebelarse como una comedia situacional de base romántica y ambientación carcelaria.
Pues es en una cárcel donde trabaja Sylvie (Anouk Grinberg) como monitora de teatro para los presos y es allí donde conoce y se enamora de Michel Ferrand (Roschdy Zem), un delincuente próximo a terminar su condena de cinco años por delitos poco esclarecidos que provocan la desconfianza del hijo de Sylvie, Abel (Louis Garrel), un joven viudo que trabaja en un oceanográfico junto a su amiga Clémence (Noémie Merlant) quien oscila entre superficiales relaciones esporádicas concertadas en Tinder y su amistad con Abel a quien hace de confidente y paño de lágrimas por la pérdida de su esposa en un accidente de automóvil del que se siente culpable.
Con estos cuatro personajes y el punto de partida argumental de la boda (en la cárcel) de Sylvie y Michel; Tanguy Viel, Naïla Guiguet y el propio Louis Garrel escriben un guion lleno de situaciones disparatadas, diálogos punzantes y elementos románticos en la más pura tradición del mejor Woody Allen (cuya huella en Garrel resulta más que evidente). Todo el meollo narrativo estará sustentado en la desconfianza de Abel hacia Michel a quien no acaba de ver como un tipo rehabilitado para la vida pública que pueda hacer feliz a su madre y de quien no acaba de creerse del todo un pasado con muchas zonas en sombra.
Roschdy Zem (a quien estamos habituados a ver en papeles más siniestros) despliega una inusitada vis cómica que encaja muy bien con la alegría de vivir del personaje de Sylvie y provoca un desternillante contraste con la atolondrada y torpe personalidad de Abel al que Louis Garrel incorpora rasgos neuróticos muy divertidos. Pero la gran revelación de El inocente es, sin duda alguna, una desbordante Noémie Merlant a la que estamos acostumbrados a ver en otro tipo de papeles y cuya química con Garrel termina por resultar determinante en el buen sabor de boca que la película deja en el espectador. Cada vez que Merlant está en plano resulta imposible desviar la atención de ella y Garrel hace recaer sobre su personaje la resolución de las secuencias determinantes del film.
El hecho de que Sylvie sea monitora de teatro y que Michel haya aprendido a interpretar en la cárcel servirá para que muchas de las situaciones de El inocente se sustenten en el equívoco entre el ser y el aparentar o el sentir y el fingir, lo cual será, además de la base narrativa de la película, el mecanismo para muchas de las secuencias más divertidas cuyo argumento no conviene conocer de antemano. Aunque lo de menos sea lo que ocurre, gran parte de la diversión obedece a la capacidad de la película para hacer continuas alteraciones de lo previsible. La secuencia central del film, desarrollada en el interior y el aparcamiento de un restaurante de carretera, resulta modélica en su planteamiento en el guion y ejemplar en su resolución en pantalla.
Garrel, en conclusión, articula con exquisita elegancia los elementos de la comedia y remata una película entrañablemente divertida, accesible y más trascendente de lo que su aparente liviandad puede hacer pensar.
Esta crítica fue escrita durante la pasada edición del Festival de San Sebastián tras la primera exhibición en España de la película que hoy llega a las salas comerciales. Desde entonces, la película ha proseguido su imparable carrera en Francia donde recibió once nominaciones a los Premios César de la Academia Francesa, algo muy poco habitual en una comedia. Finalmente fue galardonada con el César al mejor guion original y con el correspondiente a mejor actriz secundaria para la maravillosa Noémie Merlant.
EL INOCENTE
Es una película francesa de Louis Garrel como actor, director, guionista, hijo de un Garrel director y nieto de otro Garrel también famoso en el cine galo. Esta es su cuarta realización en el mundo del cine francés. Si el lector repasa las puntuaciones de los comentaristas oficiales a los filmes de este realizador, guionista y actor galo no encontrará sino puntuaciones sobre el 5 o más bajas. Apenas hay nada descollante en sus temas salvo la extravagancia de sus personajes que distan mucho de noveleros, y resultan rebuscadamente epatantes en sentido totalmente peiorativo. Causan rechazo en el espectador en su acercamiento y presentación en la pantalla. Producen rechazo no sólo por el mal gusto sino por la catadura de moral poco solvente de sus pretendidos personajes que mueven no a risa ni a la sonrisa sino a la bulla.
Por otra parte, intentar hacerse cargo de todas las responsabilidades de una realización cinematográfica es tarea titánica. Son muchos los que lo intentan y los resultados están a la vista. Recordemos como muestra los éxitos y menos éxitos de Clint Eastwood, los medio-medio de Kenneth Branagh o del propio Allen, y recordemos algún ejemplo español.
Esta, “El inocente”, avalada por un montón de premios, la mayoría franceses, parece que puede ser una muestra del chauvinismo galo o que están variando los baremos de admisión en festivales o los intereses de los jurados. Es una película de las se despachan como mero divertimento para no decir nada o para cubrir que es una película de locos que quiere envolver al espectador en el ambiente que viven la Sylvie y el Abel que consiguen que al espectador le apetezca salirse de la sala a las primeras de cambio por sentirse insultado y humillado por el cariz que muestra lo que se ve y se oye. Planificación ramplona, iluminación como carente de medios o de tiempo, interpretación excesivamente pronunciada para la cla. (Vitalidad no es paranoia ni obsesión tiene que ser esquizofrenia compulsiva.) El guion no es jocoso, trata de conseguir su objetivo: epatar. Pero sólo consigue molestar al espectador con la burda exageración. La zafia presentación requiere un reajuste. Pasar de largo.
Me encantaría decirle que respeto su opinión, pero no sería cierto.