Las críticas de Daniel Farriol en el 26 Festival de Málaga 2023:
Julia
Julia es un drama psicológico español que está escrito y dirigido por Hugo Martínez Fraile. La historia nos presenta a un joven que conoce a una chica cuyo interés en los juegos sexuales psicológicos acabará ahondando en los traumas de la infancia. Está protagonizada por Julieta Segura y Julio Rojas. La película ha podido verse en Marzo de 2023 dentro de la Sección Zonzazine de la programación del 26 Festival de Málaga 2023.
De la carnalidad a los silencios
Julia es un proyecto pequeño y personal llevado a cabo por el debutante Hugo Martínez Fraile junto a dos amigos que conoció en la Escuela Superior de Comunicación, Imagen y Sonido (CEV) y con los que se lanzó a la aventura de rodar este largo independiente que fue financiado parcialmente mediante micromecenazgo. La historia se concentra en dos jóvenes amantes, encarnados con valentía por Julieta Segura y Julio Rojas, que tras conocerse fortuitamente y pasar una noche de pasión llevarán su relación hacia un plano superior mediante el intercambio de juegos sexuales psicológicos que sacarán a relucir viejos traumas olvidados.
Se trata de una apuesta minimalista que está rodada en blanco y negro para eludir las limitaciones estéticas del vídeo digital actual. La acción queda dividida en dos grandes bloques de unos 30 minutos cada uno que podremos diferenciar claramente por su antagónico tratamiento escénico, entre ambos, los compases del Preludio en Mi menor de Chopin (cuya melodía está arraigada a los recuerdos borrosos de la chica) servirán como separador argumental imaginario.
En el primero de esos bloques asistiremos al conocimiento carnal de los dos amantes mediante una cámara intrusiva que se desliza sin pudor por la piel y que nos propone algunas secuencias bastante subidas de tono. En el segundo bloque se profundiza más en lo puramente psicológico a través de los silencios y del reencuentro con el pasado.
Los personajes y el espacio
Julia es un filme bastante irregular que se queda a medio camino de sus pretensiones y que, en algunos momentos, no puede evitar la apariencia de ser un cortometraje alargado. El guion está poco elaborado y los personajes se perfilan desde la epidermis (nunca mejor dicho) para que sea el espectador quién deba realizar todo el trabajo de rellenar los huecos que se dejan al libre albedrío. Sin embargo, la puesta en escena es muy inteligente y contiene ideas interesantes que hacen que el visionado sea mucho más provechoso de lo esperado.
Ya comentábamos antes la diferencia existente entre los dos bloques que también estarán ligados a dos espacios distintos. En el primero, en la casa de él, el sexo forma parte de lo cotidiano con constantes escenas donde les veremos retozar para luego entablar un juego psicológico en la bañera que nos desvela el temor que sintió el chico ante su primera experiencia sexual. Ahí, los planos son cortos, el tono es naturalista y el entero protagonismo de las escenas corresponde al lenguaje corporal de los personajes.
Por contra, durante la segunda mitad, nos desplazaremos con ellos hasta una casa en la montaña que se encuentra apartada de la civilización y que, al parecer, está relacionada con el pasado familiar de la chica. La planificación de cámara cambia radicalmente y los primeros planos del inicio dejan paso a encuadres mucho más abiertos que otorgan relevancia al espacio por encima de los personajes. De hecho, en muchas ocasiones, éstos permanecerán fuera de cuadro o, incluso, desaparecerán literalmente.
Desaparecer frente al trauma
A colación de este último comentario, Julia nos regala un plano visualmente hermosísimo (mi favorito de la película) que es cuando la protagonista va desapareciendo poco a poco en el interior de la ducha por efecto del vaho, transformándola primero en una silueta oscura para cubrir después de neblina blanca toda la pantalla. Es algo que resume a la perfección la manera en que el espacio engulle a los personajes durante la confrontación de la chica con sus traumas hasta convertir a la casa de su infancia en un personaje en sí mismo.
Según el director Hugo Martínez Fraile, la mayor influencia que tuvo al hacer su película fue Un verano con Mónica (Ingmar Bergman, 1953). Se trata de un filme referencial que, a su vez, es notorio cómo influyó en la nouvelle vague u otros cineastas franceses de la misma generación. Precisamente, Alain Resnais, fue alguien a quién le obsesionaba abordar el exorcismo de los traumas del pasado para representar la manera en la que afectaban a nuestra manera de relacionarnos en el presente. Hugo Martínez Fraile parece querer tomar el mismo camino con su película, salvando las distancias.
Julia es un ópera prima pequeña y modesta que ambiciona reflexionar sobre «el trauma como algo que dilata el tiempo y lo puede hacer más lento», por eso los planos se vuelven cada vez más contemplativos hacia el final. Este drama psicosexual independiente destaca por la utilización de la cámara y algunas decisiones formales inesperadas que albergan en su interior a un cineasta en ciernes del que habrá que vigilar cuál es su evolución en próximos proyectos.
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