Las críticas de José F. Pérez Pertejo en la 67 SEMINCI:
Vasil
El tema de la inmigración en el cine ha sido tratado en multitud de ocasiones con resultados desiguales, pero, al tratarse de un asunto extremadamente sensible, se presta a usos lacrimógenos, ideológicos y melodramáticos no siempre bienintencionados y, a menudo, abordado con pretensiones grandilocuentes para pontificar, aleccionar o remover conciencias.
Vasil es una película sencilla en su planteamiento argumental, en su estructura narrativa, en sus ambiciones estilísticas y en su desarrollo cinematográfico. Y en esta sencillez radica, precisamente, su mayor virtud pues, en todos los aspectos citados, el film cumple con las expectativas. Denme una película sencilla que consigue todo lo que pretende antes que una ambiciosa que haga aguas por todos los frentes.
Vasil (Ivan Barnev) es un inmigrante búlgaro que por circunstancias de la vida se encuentra viviendo en la calle. Es un tipo sencillo (como el film) con un enorme talento para jugar al bridge, lo cual le permite frecuentar un club en el que las jugadoras (mayoritariamente son mujeres) se lo rifan como compañero. Allí conoce a Maureen (Sue Flack) que le consigue un alojamiento temporal (cosa de unos días) en casa de su amigo Alfredo (Karra Elejalde), un arquitecto jubilado con dos hijos que vive solo. Alfredo, hombre reservado, monosilábico, introvertido y de férreas normas de convivencia especialmente en lo que se refiere a la puntualidad, poco a poco cae rendido al encanto de la sencillez de Vasil, un tipo honesto, trabajador, con disposición de ayudar y, además de al bridge, gran aficionado al ajedrez, una de las pasiones de Alfredo.
Entre los dos hombres se va cociendo un vínculo de empatía que Avelina Prat filma con exquisita limpieza. Vasil encuentra trabajo como cocinero (otro de sus talentos) en un restaurante griego y alterna su trabajo con las partidas de bridge en el club de señoras (del cual se saca un sobresueldo) haciendo pareja con Carmen (Susi Sánchez) y con las de ajedrez que juega con Alfredo en las horas de asueto en el hogar. Alfredo por su parte se relaciona con poca gente, además de con su amiga Maureen, únicamente comparte tiempo con su hija Luisa (Alexandra Jiménez) con quien come todos los miércoles en un restaurante (siempre el mismo) y mantiene contacto por teléfono.
Con estos mimbres, Avelina Prat escribe un guion a medio camino entre el realismo social y la fábula moral, parcialmente basado en una experiencia personal de su padre que, durante unos meses acogió a un hombre búlgaro que ella no llegó a conocer. Es decir, Avelina Prat se incorpora en la ficción en el personaje al que da vida Alexandra Jiménez. Apenas 93 minutos para un relato que, al margen de la eficacia de Prat con la puesta en escena y la filmación, se apoya en las sólidas interpretaciones de unos actores que huyen de todos los lugares comunes que una historia así podría acarrear. No hay arquetipos, no hay buenos y malos, no hay panfletos ideológicos ni denuncias sociales, únicamente (como si fuera poco) una historia bien contada, perfectamente verosímil y con algunos momentos divertidos y otros entrañables.
Karra Elejalde se sale de sus papeles más habituales (hombres extrovertidos, divertidos y con un punto gamberro), Alexandra Jiménez está estupenda como siempre (qué actriz más desaprovechada por el cine español) e Ivan Barnev supone todo un acierto de casting, (un hombre de aspecto caucásico pero alejado de la prototípica imagen, más racial, que uno puede hacerse de un hombre búlgaro). Sin su presencia y su magnetismo la película naufragaría sin remedio porque todo cuanto ocurre se sustenta sobre el hecho de que Vasil tiene capacidad para agradar a todo el mundo. Enorme mérito el de un actor que no tenía ni idea de español al inicio del rodaje y que habla (y no poco) con extraordinaria solvencia.
Vasil
Película para ver un día en el que uno no quiere sufrir ni pensar demasiado y no es poco.