viernes, abril 19, 2024

Centenario Ava Gardner: Crítica de ‘La cabaña’ (1957)

Las críticas de Daniel Farriol:
Centenario Ava Gardner
La cabaña (1957)

La cabaña (The Little Hut) es una comedia estadounidense dirigida por Mark Robson (El premio, El albergue de la sexta felicidad). El guion corre a cargo de F. Hugh Herbert (Niñera moderna, La luna es azul), inspirándose en la obra teatral del francés André Roussin (Nina, Bobosse) y la posterior adaptación americana de Nancy Mitford (Amor en clima frío, A la caza del amor). La historia nos muestra la extraña relación que mantienen un matrimonio con un amigo común que está enamorado de la mujer. Tras ser víctimas de un naufragio, llegarán hasta una isla desierta en la que deberán aprender a convivir los tres juntos. Está protagonizada por Ava Gardner, Stewart Granger, David Niven, Jack Lambert, Richard Wattis, Finlay Currie, Jean Cadell y Jaron Valton.

Una farsa sobre el matrimonio y las relaciones hombre-mujer

La cabaña es una comedia ligera que no se encuentra entre las películas más destacadas de su reparto. En tono de farsa amable se hace un retrato superficial sobre las relaciones de poder entre hombres y mujeres, eso sí, en un contexto improbable y original. La trama nos presenta al matrimonio formado por Sir Philip Ashlow (Stewart Granger) y su insatisfecha esposa Lady Susan Ashlow (Ava Gardner) que pasa más tiempo con el amigo común de la pareja, Henry Brittingham-Brett (David Niven), que con su propio marido al pasar largas temporadas fuera de casa por trabajo.

El inicio de la película es trepidante y la comedia abraza el absurdo de tal manera que desconcierta al espectador (en el buen sentido) durante la presentación de ese particular trío. Tras aparecer en pantalla el rótulo de «Todo tiene una moraleja, si puedes encontrarla», frase extraída directamente de la novela «Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas» de Lewis Carroll, se nos muestra una curiosa secuencia donde los padres de Henry van a visitar a su hijo al despacho donde trabaja. Es un momento surrealista y casi kafkiano donde los diálogos son frescos y la situación suficientemente hilarante como para sacarnos unas risas. Los padres descubren que su hijo aún conserva una fotografía de Susan presidiendo el escritorio, en realidad siempre ha estado enamorado de ella, solo que ahora está casada con Philip tras cansarse de esperar a que se le declarara, sin embargo, les asegura que hace tiempo ha perdido el contacto con ella y que no la ve. Lo sorprendente es que, a los pocos minutos, la mujer también aparece en el despacho y se muestra extremadamente cariñosa con Henry delante de sus padres…

El contraste entre los personajes de ‘La cabaña’

Tras ese fulgurante inicio de comedia del absurdo, La cabaña pega un giro considerable tras el primer acto. El trío de amigos decide realizar una travesía en barco que acaba en un naufragio que les obligará a refugiarse en una isla aparentemente desierta. Allí los tres deberán convivir juntos adaptándose a las nuevas condiciones y retos que les plantea esa atípica situación. Entre la comedia de situación y la comedia de enredo, la película adapta una exitosa obra de teatro francesa llamada «La Petite Hutte» escrita por André Roussin. La puesta en escena que hace Mark Robson para la película es demasiado deudora de ese origen teatral y acaba siendo estática y poco imaginativa (rozando lo cutre) a partir de la llegada del extraño triángulo sentimental a la isla.

Philip se nos presenta como un hombre lleno de virtudes, inteligente y muy «manitas» que es capaz de construir cabañas para refugiarse, sistemas hidráulicos para hacer sonar un tocadiscos o llevar el control de la situación desde lo alto de una torre mientras escribe un diario de navegación adaptado al día a día de la isla. Su único defecto radica en no cubrir las necesidades de su mujer, cuyas constantes insinuaciones son ignoradas, ya sea por despiste del hombre o por la falta de cariño que le profesa. En cambio, Henry es todo lo opuesto a Philip. El presunto amante es un tipo de lo más torpe e inútil, incapaz de pescar o contribuir en algo que sirva para mejorar la estancia en la isla. Su único propósito es holgazanear y estar lo más cerca posible de Susan sin levantar las sospechas del marido. Por último, tenemos a Susan, una mujer juguetona que se deja querer por los dos y que necesita ser el centro de atención (algo que no siempre consigue) para provocar los celos en su marido y poder saciar así un apetito sexual que el cónyuge tiene más descuidado que la atención que dispensa a su perro.

La sensualidad de Ava Gardner como principal reclamo publicitario

La cabaña es una comedia que obtuvo cierto éxito en su estreno, pero sus limitadas virtudes la han hecho palidecer con el paso del tiempo. Hay que reconocer que los primeros 40 minutos son bastante divertidos, los diálogos ágiles y las situaciones ingeniosas, pero a raíz de la propuesta que hace Henry en la isla de «compartir» a la mujer de Philip por ser la única fémina en la isla, el guion no sabe muy bien qué dirección tomar, cayendo en algunas escenas directamente bochornosas como la inesperada aparición de Mario, el cocinero italiano del barco (Walter Chiari), que se disfraza de aborigen isleño al grito de «Bula! Bula!» con la única intención de aprovecharse de la mujer (sin eufemismos ahora diríamos violarla). Estamos en una comedia y lógicamente eso no sucederá, todo lo contrario, la mujer utilizará la circunstancia para seguir riéndose de sus otros dos pretendientes, pero no deja de ser un poco pantanoso el terreno que pisa el guion a partir de la mitad de la película para desembocar en un final tremendamente conservador.

La propia Ava Gardner manifestó en su biografía que no le gustó la película, pero que tuvo que actuar en ella debido a su situación contractual con la MGM que le obligaba a ello. Por suerte, Ava está espléndida, demuestra una capacidad para la comedia que no siempre fue explotada y, al igual que en Venus era mujer (William A. Seiter, 1948), se la ve cómoda en el papel dominante de una mujer que controla las emociones de los hombres que la admiran, con una actuación efectuada desde una perspectiva irónica y humorística. El ecléctico triunvirato formado por Gardner, Stewart Granger y David Niven funciona mejor de lo esperado, la química entre ellos es muy buena y hacen divertido un texto que a menudo no lo es. Con el galán Granger acababa de coincidir en Cruce de destinos (1956) y con Niven lo haría años después en la epopeya histórica 55 días en Pekín (Nicholas Ray, 1963), los tres intérpretes son lo más destacado de la película.

Para resaltar su belleza de Ava en La cabaña se contó la participación de Christian Dior en el diseño del vestuario, es decir, incluso en una isla desierta tendremos distintos modelos «improvisados» en que se resaltará la arrolladora sensualidad de la actriz, incluso se convertiría en el principal reclamo del póster de la película en una imagen en que aparece con poca ropa. Pero como comentábamos antes, lo importante es que Ava demuestra, una vez más, sus dotes interpretativas en un rol bastante diferente a los que nos tenía acostumbrados. La cabaña es una comedia curiosa, pero olvidable.


¿Qué te ha parecido la película?

La cabaña

6.3

Puntuación

6.3/10

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