(Il Nido)
Nido de referencias al terror clásico
La atemporalidad de Beethoven y The Pixies
La maldición de Lake Manor (Il Nido) se centra en Samuel (Justin Korovkin), un niño parapléjico e introvertido que vive con su madre, Elena (Francesca Cavallin), en una gran mansión aislada del exterior. Sus días pasan recibiendo clases particulares de piano en las que interpreta piezas de Beethoven o Las variaciones Goldberg de Bach. La monotonía y soledad empiezan a hacer mella en el joven adolescente al que todos tratan como si fuera un príncipe. Tanto el extraño comportamiento de la madre como el del resto de empleados de la casa parecen querer albergar algún tipo de secta o culto satánico. Es mejor dejarse llevar sin hacerse demasiadas preguntas. La película irá desgranando pistas que pueden despistar o confundir al espectador, pero que cobran su sentido cuando se cierra la película.
Todo cambia para Samuel al llegar a la casa Denise (Ginevra Francesconi). Es una joven adolescente que entrará a trabajar como asistenta y por la que el niño sentirá una atracción especial. La chica agitará el tranquilo mundo de su encierro y romperá el cerrojo de su imaginación para acercarle al exterior. Por ejemplo, le hará escuchar música rock que el niño no sabía ni de su existencia y, desde entonces, preferirá adaptar al piano el «Where is my Mind?» de The Pixies que seguir tocando las piezas barrocas que se sabe de memoria.
Tanto esa canción como otros detalles aportados por la chica son puros artefactos rompedores y anacrónicos para una ambientación gótica que parecía situar la época del relato en otro tiempo. Es una manera liviana para hacernos entender poco a poco lo que sucede. Todos esos elementos están muy bien integrados dentro el relato y exceptuando un par de secuencias de corte más efectista (el sueño de la asistenta con una figura terrorífica en el pasillo, el sacrificio en el bosque…) se mantiene siempre un tono lúgubre, pero de enorme delicadeza narrativa.
La deconstrucción del giallo
La maldición de Lake Manor (Il Nido) es una excelente película de género que puede decepcionar a los que busquen emociones fuertes o simplemente algo de terror puro. Roberto De Feo prefiere apostar por utilizar las códigos del género dentro de un drama que busca la tensión a través de la atmósfera. Y en ese sentido la película es modélica. El director junto al fotógrafo Emanuele Pasquet (La clásica historia de terror, SKAM Italia) hacen un trabajo visual espectacular. Las enseñanzas de los maestros italianos del terror como Bava, Argento, Fulci o Avati están interiorizadas en el relato, pero no de forma evidente.
El cromatismo saturado de los colores primarios en el giallo sirve aquí para definir de manera individual algunas escenas y personajes. Mientras que el personaje de la madre está rodeado de penumbra y colores neutros, la aparición de Denise provoca escenas de colores imposibles que insuflan a la imagen un tono de irrealidad muy estudiado. Por otro lado, la puesta en escena evita los angulares y primeros planos para decantarse por planos generales estáticos como una representación casi pictórica de las emociones de los personajes. Es por eso que hablaba antes de una deconstrucción del giallo. Está presente, pero no de forma mimetizada como pasa en el cine de Hélène Cattet y Bruno Forzani.
Si hubiera que poner un ejemplo gráfico diría que La maldición de Lake Manor (Il Nido) acaba pareciéndose más a Déjame entrar (Tomas Alfredson, 2008 y Matt Reeves, 2010) que a Suspiria (Dario Argento, 1977 y Luca Guadagnino, 2018).
Un coming of age envuelto en suspense
La maldición de Lake Manor (Il Nido) es un filme con más misterio que terror y con más romanticismo que sangre. Nos habla del despertar sexual de un adolescente y de la necesidad de afrontar con valentía los peligros del mundo adulto. Para ello se contraponen dos formas de amar antagónicas que subrayan el sentimiento posesivo en las relaciones como algo terriblemente lesivo, incluso cuando parte de buenas intenciones o pretende ser un escudo protector para las heridas que te provocarán las nuevas experiencias. La mansión es una urna de cristal que de manera ineludible acabará rompiéndose.
La maldición de Lake Manor (Il Nido) tiene una escenografía maravillosa y un tratamiento del sonido muy efectivo. El filme está cuidado hasta el más mínimo detalle. Es una gozada mirarlo. Entre el reparto destaca el trabajo de la joven Ginevra Francesconi y también el de un rostro hasta ahora televisivo como el de Francesca Cavallin. El niño Justin Korovkin también logra transmitir la amalgama de emociones que alborotan su interior. Estamos ante una película tan bella como retorcida. Tan sugestiva como reflexiva. Y sí, es lenta. ¿Acaso tiene que ser eso algo negativo de forma implícita? Si buscas cine de género alejado del terror teen o de los nuevos gurús de barro que parecen haberlo reinventado, esta gratificante propuesta de coming of age envuelta en suspense y que se asoma respetuosamente a los clásicos te va a sorprender. Palabra de Frank Black. Y mía.
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