Las críticas de Daniel Farriol en el AMFF 2024:
Anti-Squat
Anti-Squat es un drama social francés que funciona a modo de thriller, está dirigido por Nicolas Silhol (Corporate) que también coescribe el guion junto a Fanny Burdino. La historia sigue a una mujer y su hijo de 14 años, a punto de ser desahuciados de su casa. Desesperada ante esa situación, la madre encuentra trabajo en Anti-Squat, una empresa que aloja a personas en oficinas desocupadas para protegerlas de los okupas. Su papel consiste en reclutar residentes y hacer cumplir normas estrictas.
Está protagonizada por Louise Bourgoin (La montaña, Los buenos profesores), Samy Belkessa, Sâm Mirhosseini, Kahina Lahoucine, Arthur Choisnet, Agnès Sourdillon, Ike Ortiz y Adèle Wismes. La película ha podido verse en la sección Domestic de Atlàntida Film Fest 2024.
Cine social de aspecto distópico
En Anti-Squat el director francés Nicolas Silhol continúa explorando los mismos temas ya expuestos en su ópera prima, Corporate (2017), volviendo a confrontar a ciudadanos de a pie contra corporaciones empresariales que deciden su futuro sin miramientos. En cierto modo, ese realismo de plena actualidad en su retrato de temas candentes como son la especulación inmobiliaria o el problema de la ocupación, también contiene cierto aire distópico al concentrar un microcosmos de personajes en el interior de un edificio, algo que ya sucedía en obras de género recientes como Concrete Utopia (Um Tae-hwa, 2023) o La Tour (Lockdown Tower) (Guillaume Nicloux, 2022) que, más allá de sus elementos fantásticos, tenían un trasfondo social similar sobre la condición humana en un contexto de opresión social.
El argumento de Anti-Squat hace referencia a la Ley ELAN de 2018 con la que el Gobierno francés, bajo el mandato de Emmanuel Macron, intentaba combatir la ocupación ilegal y agilizar la venta de vivienda social. La película muestra una cara bastante distinta de todo esto al focalizarse en una empresa que se dedica a habilitar como viviendas bastante insalubres las oficinas de edificios vacíos. Para evitar que sean ocupadas ilegalmente las alquila por unos 200 euros a personas en situación de vulnerabilidad económica a cambio de obligarles al mantenimiento del espacio y a estrictas normas de convivencia que casi transforman el lugar en una prisión. La ley de la oferta y la demanda siempre conlleva consigo situaciones de discriminación y explotación.
El conflicto ético personal como detonante de la historia
Esta nueva película del director recoge el testigo de rabiosa crítica social tan habitual en el cine de su compatriota Ladj Ly, pero en un contexto más contenido y limítrofe al thriller político que Sidney Lumet destilaba con mano maestra durante los años 70, eso sí, salvando las distancias. Anti-Squat es directa y toma partido, sin caer del todo en el maniqueísmo, pero incorporando elementos que hacen demasiado obvio su discurso, por ejemplo, que la protagonista y su hijo vayan a ser desahuciados de su casa justo antes de comenzar a trabajar ella como administradora del edificio donde vivirán otras personas en igual situación o cuando se hace un símil de la situación con el colaboracionismo existente durante la ocupación nazi.
Se echa en falta mayor profundidad en la descripción de los personajes secundarios que podrían haber servido para dotar de complejidad una trama que se centra casi exclusivamente en el conflicto personal de la protagonista, interpretada con vehemente frialdad y credibilidad por Louise Bourgoin, la cuál logra dotar a su personaje de una dimensión (a)moral que obliga al espectador a posicionarse junto a ella, o en su contra, en cada decisión que toma en pos de la estabilidad familiar que desea otorgar a su hijo.
Individualismo y corporativismo
Su periplo emocional o, mejor dicho, el descenso a los infiernos del individualismo y la falta de ética, justificado en su fuero interno por su amor de madre, es un reflejo perfecto de la deriva en que se halla la sociedad actual. Si entendemos Anti-Squat como un thriller dramático más que como un docudrama naturalista, el filme funciona ahí a la perfección, con un ritmo audaz y una sucesión de acontecimientos que te enganchan a la pantalla sin llevarlo al dramatismo extremo.
Menos convence todo lo referente al relevo generacional donde los jóvenes aparecen como testigos que se rebelan contra todo lo establecido. El hijo de la protagonista canaliza su rabia (no se explica muy bien de dónde le viene) a través del rap y las letras de las canciones donde refleja su visión del mundo que le rodea, algo que sería original sino lo hubiéramos visto mil veces antes y mejor justificado. Está claro que el futuro depende de las nuevas generaciones, pero resulta bastante engañoso hacerlo a través de un chico de 14 años, sin problemas aparentes, que probablemente cambiará por completo de mentalidad cuando deba afrontar sus primeras obligaciones al llegar a la edad adulta.
Anti-Squat es una crónica social de nuestro tiempo que nos habla de desigualdades y luchas de poder (entre corporaciones e individuos, pero también entre los propios individuos cuando alcanzan un escalafón superior al prójimo). Un filme abierto al debate posterior que expone muchas de las preocupaciones del cine social francés actual que, sin duda, refleja el clima de colapso en las calles al que se enfrentan muchos países europeos que prefieren mirar hacia otro lado.
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