Las dos caras de la influencer
La honestidad es un don preciado
En Sweat acompañaremos durante tres intensos días a una motivadora de fitness. La veremos entrenar duro, comer sano, hacer directos para contestar las preguntas de su fans o asistir a eventos como si fuera una estrella de Hollywood. Siempre con una sonrisa, siempre con una apariencia perfecta, siempre feliz. Cuando un día tiene un bajón y se graba confesando que se siente sola y que necesitaría a alguien a su lado con quién compartir su vida, el vídeo se hace viral. Las marcas que la patrocinan se ponen nerviosos porque no da la imagen que necesitan para su producto. Ella en sí misma se ha convertido en un producto de marketing donde no caben las fisuras emocionales. Vemos que la crítica implícita en la película no va dirigida tanto a las personas que deciden vender su intimidad si no a quiénes les juzgan o utilizan por ello. Una clara muestra es el patrocinador de comida sana que le entrega sus productos en recipientes de plástico y ella muestra un actitud de rechazo por considerarlo una contradicción.
Ahí radica otra de las cuestiones que se desarrolla en la película. Si te has convertido en alguien seguido por miles de personas nunca debes perder la honestidad en lo qué haces. Eso sirve para youtubers e instagramers como referentes de las nuevas generaciones y cuyas acciones muchos no entendemos, pero hay que reconocer que nosotros también tuvimos nuestros referentes motivacionales en actores, cantantes u otros famosetes de los que nos importaban sus opiniones al margen del trabajo que realizaban. Tampoco ha cambiado tanto la cosa, son los avances tecnológicos los que lo magnifican todo, para bien y para mal.
El rechazo familiar
El director Magnus von Horn nos sumerge en la mente de la influencer haciendo un seguimiento exhaustivo con su cámara al rostro y cuerpo de Magdalena Kolesnik. La actriz polaca está espléndida. Realiza un trabajo complejo en el que desnuda un gran abanico de emociones internas que pocas veces expresa a través de la palabra. Los constantes primerísimos planos de ella pueden resultar abrumadores e incluso irritantes. La belleza de la chica se desdibuja y se transforma con el movimiento. Hay un trabajo estético muy directo e interesante que transmite los cambios emocionales del personaje a través de la puesta en escena. El tratamiento colorista de la fotografía por parte de Michal Dymek (Nocturnal, Un atardecer en la Toscana) también contrasta con la tristeza interior y la sensación de abandono que siente la protagonista.
Existen dos subtramas esenciales en Sweat. La primera es la relación de la influencer con su madre, una fantástica Aleksandra Konieczna, que queda culminada con la secuencia de la fiesta de cumpleaños. Sylwia busca el cariño maternal a través de regalos materiales, pero está claro que a su progenitora no le hace demasiada gracia la profesión que tiene y la menosprecia en ese sentido. Son mentalidades que pertenecen a generaciones distintas, algo que vemos con claridad al abordar el tema del acosador y esa culpabilización de la víctima. Hubiera sido interesante explorar más en profundidad esta relación de la que solo recibimos un esbozo. La frustración para la influencer es no ser venerada por su madre tal y cómo sucede con sus fans.
El acosador nocturno
La otra subtrama que adquiere gran importancia es la del acosador que tiene la influencer. Un hombre solitario y patético que se obsesiona con la chica y decide seguirla más allá de sus publicaciones en redes. Suele aparcar su coche enfrente del portal dónde vive la chica. Un día cuando ella saca a pasear al perro descubre que el hombre la observa fijamente y que se está masturbando en el interior del vehículo. Una acción repulsiva que posteriormente tendrá su contrapunto en un momento de gran violencia física y emocional. El cuerpo de la mujer reducido a un mero objeto sexual. La imagen sexualizada y violable sobre la que pergeñar nuestras fantasías más íntimas. Precisamente, el otro día, leía estupefacto en un hilo de twitter cómo muchas chicas (amigas y conocidas virtuales) comentaban el número de veces que habían tenido que enfrentarse a experiencias parecidas tan desagradables y en los lugares más insospechados.
Lo curioso (y controvertido) de la película es que el director tampoco realiza un linchamiento a ese personaje. Es alguien con quién la protagonista incluso tiene un acercamiento que le reconforta para reencontrarse así misma. El discurso final en el plató de televisión destripa la moraleja de la película. Sweat es una experiencia sensorial que te sacude y te obliga a replantearte temas incómodos. Solo por eso ya vale la pena. Además, es un filme enérgico que muestra una realidad actual desde un punto de vista diferente al habitual. Y sobre todo, nos encontraremos ante una interpretación impecable de Magdalena Kolesnik, en su primer papel importante, una actriz que habrá que seguir muy de cerca.
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