El joven Ahmed
Hay dos constantes fundamentales en el cine de los hermanos Luc y Jean-Pierre Dardenne, los problemas que asolan a Europa y su interés por la infancia o adolescencia como principales sufridores de los mismos. En El joven Ahmed vuelven a aferrarse a esos dos grandes referentes temáticos para contar una historia tan verosímil como aterradora y tan valiente como comprometida con los tiempos que vivimos.
Ahmed, a sus trece años, transita en el paso de la infancia a la adolescencia, esa edad de descubrimientos de muchos de los placeres y quebraderos de cabeza de la edad adulta y, al mismo tiempo, tan vulnerable a cualquier influencia ejercida por el entorno como refractaria a cualquier intento de ser contrarrestada por parte de los que hasta ese momento han sido los (acaso únicos) referentes vitales: padres y educadores.
A pesar de vivir en un contexto bastante occidentalizado (madre belga, hermanas que visten a la europea), en lugar de engancharse a los videojuegos, unirse a una pandilla callejera o aficionarse a sustancias ingeribles de diversas formas, a Ahmed le da por estudiar el Corán, practicar rigurosamente la oración a las horas señaladas, abluciones incluidas, y acudir a la Mezquita donde la perniciosa influencia de un imam tan ladino como cobarde plantará en él la semilla del rechazo a todo lo que atente contra su religión. Rechazo que, cuando se riega con dogmatismo e intransigencia, indefectiblemente se transforma en odio.
En la génesis de ese odio en un muchacho inicialmente inocente y en sus peligrosamente imprevisibles consecuencias sitúan los hermanos Dardenne su cámara aferrados a su estilo cinematográfico austero y sin concesiones. Con muchas de las secuencias filmadas con cámara al hombro como seña marca de la casa, los realizadores belgas van colocando los planos con precisión de relojeros para ir construyendo una historia que mantiene una tensión argumental constante durante 84 minutos filmados con auténtico pulso cinematográfico.
No creo conveniente contar demasiado del argumento, pero cuando las cosas se le van de las manos a Ahmed, los Dardenne varían, como también es habitual en sus películas, su foco hacia el “sistema” como responsable de intentar dar solución a un conflicto cuyo germen está mas allá de lo accesible a un Estado individual (en este caso el belga). Si bien es cierto que sin profundizar demasiado en detalles, el guion nos lleva al intento de reconducir a un muchacho enajenado y reinsertarlo en una estructura social donde pueda convivir. Esto servirá para introducir posibles elementos distractores o disuasorios de la conducta de un radical que van más allá de una simple apelación a la cordura y al arrepentimiento. El que más cerca estará de conseguir su propósito será el despertar afectivo-sexual presentado a través de la joven Louise (Victoria Bluck) que ofrecerá a un muchacho como Ahmed la mejor salida posible: el amor.
Como he dicho, El joven Ahmed está realizada conforme al depurado estilo formal de sus directores sin concesiones estéticas ni florituras visuales. A mí siempre me ha parecido muy agradecible su concreción que en este caso llevan incluso a la escueta duración que completan con un desenlace inteligentemente abierto.
Los hermanos Dardenne son siempre una apuesta segura, te guste más o menos el tipo de cine que hacen.