Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Ralph rompe Internet
Hace ya seis años que Disney presentó una película desbordantemente original, alejada de animales parlantes o princesas de cuento (sin que esto sea ningún desdoro para estas películas, muchas de ellas excelentes). Estaba ambientada en el mundo de los videojuegos, pero no en los modernos (o ya no tanto) juegos de ordenador o de videoconsolas, no, se desarrollaba en los videojuegos clásicos de salón recreativo, de los de echar la moneda de 25 pesetas (soy un carca, lo sé) y liarse a matar marcianos, a comer puntitos con una cabeza amarilla, a pelear en combates de artes marciales o a disputar alocadas carreras en coches inverosímiles, ya fuera en circuitos hechos de chuches o en peligrosas rutas donde los malotes de turno acechaban para sacarnos de la carretera. Se titulaba ¡Rompe Ralph! y derrochaba gracia e imaginación centrándose como punto de partida en la crisis de identidad que sufrían los malos de los videojuegos.
De aquella película surgió una pintoresca amistad entre dos personajes aparentemente antagónicos (¿hay algo que funcione mejor en el cine?), Ralph, un hombretón enorme y bruto como él solo y Vanéllope, una pizpireta niña con un gracejo y un desparpajo fuera de lo normal. Aquella amistad encuentra continuidad en esta Ralph rompe Internet que supera con creces las expectativas de ser una simple secuela para hacer caja. Esta segunda película se alimenta de la portentosa creatividad y el ingenioso humor de la primera para desarrollar una trama con relato propio que se desdobla en una suerte de road movie de aventuras y en una enternecedora fábula sobre la amistad.
El director de la primera película, Rich Moore, es ahora acompañado por Phil Johnston (guionista de ambas) en régimen de co-dirección y juntos han creado una nueva aventura visualmente desbordante y cargada del humor y la ternura marca de la casa que han hecho que el término “todos los públicos” tenga un nuevo espectro de significado, ya no se trata de que películas de adultos las puedan ver los niños sino de que las películas infantiles puedan ser vistas por los adultos sin miedo a que se les reblandezca el cerebro o directamente se queden dormidos de puro tedio.
Una avería en el juego Sugar Rush en el que vive Vanéllope es el detonante de la misión que toda aventura Disney tiene como centro argumental, conseguir un volante de repuesto que, descatalogado del mercado, solo puede comprarse por internet, llevará a la pareja protagonista a viajar ni más ni menos que a la red de redes que ha cambiado nuestra forma de vivir en las últimas décadas. Y aquí es donde los creativos del estudio de las orejas de Mickey se han lucido dotando de materialidad física a algo intangible como internet, con edificios que albergan los sitios web más populares y personajes (algunos geniales como el buscador Eusabio) que dan vida a lo que en la red son sencillamente combinaciones de ceros y unos. La navegación virtual se convierte en un transporte real en curiosas cápsulas y hasta los elementos más desagradables como las pop-up, los spam o los virus adquieren categoría de interlocutor físico con nuestros protagonistas.
Los sucesivos personajes que irán apareciendo en las diferentes etapas del viaje darán lugar a imaginativas secuencias, unas mas divertidas que otras, que alcanzan su punto culminante con la visita a “Oh! My Disney”, el lugar donde los guionistas y creativos han echado el resto exhibiendo el poderío de un estudio que ahora mismo cuenta en su nómina de empleados con los superhéroes de Marvel, los protagonistas de la saga Star Wars y todos los personajes clásicos de las películas Disney y Pixar incluyendo la corte de princesas que protagonizan la que sin duda es la secuencia más lograda y descacharrante de la película, dando un bofetón a los estereotipos en los que suelen apoyarse los odiadores de todo lo que huela a Disney para tachar a la compañía de machista, conservadora, mercantilista y demás lindezas. En este sentido, resulta novedosa esa capacidad para reírse de sí misma que Disney no había practicado demasiado hasta ahora. Si divertida es esta secuencia, trepidante resulta el cruce de videojuegos con el clásico Slaughter Race en el que su heroína Shank (a la que en la versión original presta su voz Gal Gadot) protagonizará una emocionante carrera con nuestra pequeña protagonista Vanéllope.
Aunque esta vez la proyección del largometraje no ha sido precedida del tradicional corto con que Disney (o Pixar) suele obsequiar a sus espectadores, la ausencia se compensa con una antológica secuencia post-créditos que provocó estruendosas carcajadas entre el público que permaneció en la sala hasta el final. Así que ya lo saben, no tengan prisa. Vale la pena quedarse unos minutitos más en la butaca.
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Mi sección infantil tb salió encantada de la proyección. Yo la recuperaré cuando pueda (por una vez, me lancé en brazos de esta versión edulcorada de Freddy Mercury pero entretenida de Bohemian Rapsody, y recomendable).
Efectivamente, edulcorada pero por aquí nos ha gustado mucho este biopic libre de Queen, que esperamos poder poner la crítica, que la tenemos pendiente.