martes, abril 23, 2024

Crítica de ‘Loving Vincent’: Pinceladas de belleza

Las críticas de Cristina Pamplona “CrisKittyCris”: Loving Vincent

Hay artistas cuya vida sobrepasa incluso a su obra. Hasta el más profano en historia del arte te dirá que Vincent Van Gogh es el loco ese de los girasoles que se cortó una oreja. Si el pintor holandés no consiguió fama o reconocimiento en vida, desde luego resultó fascinante tras su muerte, y lo ejemplifica la cantidad de veces que el cine lo ha retratado. El loco del pelo rojo de Vincent Minelli, por la que Anthony Quinn se llevó un Oscar interpretando a Gauguin y Kirk Douglas un Globo de Oro por su encarnación de Vincent Van Gogh, Vincent & Theo de Robert Altman o incluso un capítulo de Doctor Who con uno de los finales más emocionales de la serie, son algunos de los ejemplos audiovisuales donde el artista pelirrojo se convirtió en protagonista. Ahora se suma a la lista Loving Vincent, una pequeña joya de la animación donde no solo seguimos los últimos días en la vida del pintor, sino que lo hacemos a través de sus pinceladas que se convierten en movimiento gracias al rotoscopio.

Loving Vincent es una coproducción entre Polonia y Reino Unido, dirigida por Dorota Kobiela, una pintora y animadora, y el productor, ganador de un Oscar, Hugh Welchman, que relata el viaje que Armand Roulin realiza para hacer llegar la última carta de Vincent Van Gogh a la familia de su hermano Theo. Ese simple encargo de su padre, se convierte en un puzle de acontecimientos que dibujan los dos últimos meses del pintor antes de que muriese en la habitación de un hostal en Auvers-sur-Oise a causa de una herida de bala.

La película defiende una de las teorías sobre el final del artista que asegura que Van Gogh no se intentó suicidar -la herida de bala demostró que solo podría haber sido autoinfligida por un contorsionista- sino que su muerte se debió a un terrible accidente. Fuera como fuese, el guion de los propios Kobiela y Welchman va iluminando la personalidad del artista y los acontecimientos que acompañaron a esos meses en Auvers-sur-Oise a través de entrevistas a amigos y conocidos, todos ellos personajes reales que en algún momento sirvieron de modelo al pintor. De este modo, nos alejamos de los vicios del género biográfico para sumergirnos por completo en el universo privado del artista con quien terminamos por compartir la amable visión del costumbrismo rural.

El reparto de la película se divide entre actores británicos y polacos, aunque son los primeros los que interpretan a los personajes más importantes. Nombres conocidos como Douglas Booth, Chris O´Dowd, Saoirse Ronan o Jerome Flynn, prestan su voz, rostro y movimientos al rotoscopio.

La animación rotoscópica, creada por Max Fleischer, papá de la sexy Betty Boop, en 1915, ha servido de herramienta al cine desde entonces ya fuera como soporte a la animación tradicional como en Blancanieves o Fantasía, o como técnica única como ocurre en El señor de los anillos de Bakshi o, más recientemente, en A Scanner Darkly de Richard Linklater.

Loving Vincent da una vuelta de tuerca a esta técnica y transforma toda la película en un lienzo en movimiento, convirtiéndolo en una experiencia visual. Más de cien artistas de todo el mundo, sesenta y cinco mil pinturas al óleo y seis años de trabajo son los ingredientes que convierten esta película en una de las obras de animación más impresionantes que se hayan visto en la pantalla. Las escenas con actores reales fueron filmadas y editadas antes de ser divididas y entregadas a los artistas que se dedicaron a pintar, fotograma a fotograma, como si fuera el propio Van Gogh quien nos narrara su final a través de sus cuadros en movimiento, un movimiento casi poético.

Para acompañar musicalmente la belleza de esas imágenes no se me ocurre nadie mejor que el compositor británico Clint Mansell (Cisne negro, High-Rise) que diseña una banda sonora que acompaña el tono y el ritmo de cada escena y que, sin embargo, maneja las transiciones para crear una sensación de continuidad serena. En los créditos finales, la cantante británica Lianne La Havas versiona «Vincent», la canción que en 1971 compuso Don McLean y cuyo primer verso hacía referencia a uno de las obras más celebres de Van Gogh, «La noche estrellada».

En su última carta a su hermano Theo, Vincent Van Gogh escribía que no podía hablar si no era a través de sus pinturas. Pues bien, Dorota Kobiela y Hugh Welchman le han dado la posibilidad de hablar con el espectador a través de la voz de sus óleos y con ello, de paso, hacer historia en la animación.

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