jueves, abril 18, 2024

Crítica de ‘Mad Max: Furia en la carretera’: Fuego y sangre

Las críticas de Miguel Moreno: Mad Max: Furia en la carretera

Hace ni más ni menos que 36 años, George Miller estrenaba una cinta que definiría un género años después: Mad Max, Salvajes de autopista, con un joven Mel Gibson que sería lanzado al estrellato en una película que mostraba un futuro desolador, donde maleantes campaban a sus anchas en un mundo donde no había esperanza y sólo sobrevivía el mas fuerte. La siguieron dos secuelas, una repleta de acción y otra más sofisticada y con otra estrella como Tina Turner para darla mayor empaque. El loco Max se hacía grande y su leyenda resonaba en el silencio del desierto. Bienvenidos a mi mundo. Bienvenidos a Mad Max: Furia en la carretera.

Hoy, George Miller, con la friolera de 70 años a sus espaldas, se encarga de dirigir el «reboot» de la franquicia, adaptada a los nuevos tiempos y con nuevos héroes en un mundo inhóspito. El nuevo Max es un acertado Tom Hardy, acompañado por una desatada y furiosa (haciendo honor a su nombre) Charlize Theron. La nueva aventura era esperada por muchos, y teníamos la curiosidad de ver si cumpliría con las expectativas, sobre todo viniendo del mismo director que rodó las anteriores. La película finalmente llegaba a las salas. Y las incendiaba.
Una vez vista, y tras apagar nuestras chamuscadas ropas alcanzadas por el fuego en nuestras butacas, podemos confirmar que Miller sigue en forma. Mad Max ha vuelto, y de qué manera. Lo primero a destacar es su ritmo. Frenético, alocado, acelerado, insano. Miller parece decirnos al oído: habéis venido a buscar esto y esto se os va a dar. Resulta un fructífero viaje para cualquier apasionado de la acción, dejando cintas como las que dirige Michael Bay a la altura del betún. Su primera escena es un entrante para lo que vamos a presenciar. El desierto arderá literalmente con el loco Max, y nosotros seremos testigos de ello. «Sed testigos» reza uno de los personajes del film durante el metraje, y vaya si lo seremos. En ese sentido, estamos ante un festival de fuego y balas del que es imposible escapar insatisfecho, y del que sólo pedimos más, mientras somos acompañados de motores V8 rugiendo sin parar, balas silbando sobre nuestras cabezas, explosiones variadas y espectaculares, y guitarras eléctricas escupiendo fuego. Fuego y sangre, es lo que anunciaba Hardy al comienzo de la película. No podía ser más cierto.
Ante todo huelga decir que estamos ante un portento visual y de efectos especiales como pocas veces se han visto. En el aspecto técnico sólo podemos alabar a Miller. El disfrute es pleno si se sabe lo que se ha ido a ver, y eso es incontestable. La historia es la parte en la que el blockbuster baja enteros, ya que no hay mucho donde rascar. Los personajes son quizá demasiado planos, y no sabemos mucho del nuevo Max ni de su improvisada acompañante, Imperator Furiosa. Los momentos de diálogo, además de ser escasos, revelan poco sobre ellos y sus expectativas, por lo que prima el espectáculo por encima de todo. Estamos ante una carrera desenfrenada por la supervivencia, y es donde Miller quiere que pongamos atención.
El nuevo villano, Immortan Joe, es todo lo que podemos esperar de un villano, sin conocer su pasado. Su aspecto habla por sí solo, al igual que sus actos. Despiadado y cruel, perseguirá a Max hasta que no le quede aliento. No podemos dejar de recordar a Humungus, el villano de la secuela, que también quedó para el recuerdo por su aspecto y su físico. Sus acólitos, enloquecidos y furiosos, le seguirán hasta la muerte a través del desierto. El Valhalla les espera al final del camino.
Con pocos altibajos, la calidad del guión se deja ver en los breves momentos en que no hay acción en pantalla. Algo perdonable del todo, ya que Miller ha optado por ofrecer un espectáculo sin igual a nosotros, pobres mortales. Al final, acabamos exhaustos, casi chamuscados por las llamas y con la adrenalina por las nubes. Reto conseguido, y con creces. Max no defrauda, y casi nos deja con ganas de más. Podemos aplaudir al final.
Mad Max: Furia en la carretera es todo lo que debía ser, y una cinta de acción de lo más entretenida. Suficientemente digna para llamarse como se llama, y ante un director que ha dado su golpe sobre la mesa dando lo que se esperaba de él. Localizaciones, vehículos y maquillaje en general tienen el sobresaliente por adelantado. Nosotros, por nuestra parte, sólo tenemos que comprar el cubo de palomitas, abrocharnos el cinturón, y pisar a fondo directos al Valhalla. El viaje merece la pena, por agotador y sangriento que vaya a ser.
Mi recomendación es directa: Id a las salas. Protegeos del sol abrasador. Llevad agua en abundancia. Dejad enfriar los motores, después tendrán tiempo de rugir. El viaje es largo, y será difícil. Fuego y sangre prometía Max. Y fuego y sangre recibiremos.

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