martes, marzo 19, 2024

Sangre y cenizas (XXII): Crítica de ‘Drácula: La leyenda jamás contada’

Las críticas de Carlos Cuesta: Drácula: La leyenda jamás contada

Me he vuelto muy escéptico de las producciones que usan reclamos del tipo «de los productores de» o «de los creadores de», pero más aún de aquellas precuelas o reinicios que pretenden una novedosa revisión de un relato y nos lo dejan patente con subtítulos del tipo «la historia no contada». Es el caso de este nuevo acercamiento a la figura del príncipe Vlad III el Empalador, más conocido como Drácula. La pretensión de los guionistas Matt Sazama y Burk Sharpless de ofrecernos en Drácula: La leyenda jamás contada relato inédito y de revelarnos alguna clase de secreto, mezclando fantasía vampírica y realidad histórica, se queda lejos de ser fascinante. Más bien se contenta con presentar una actualización del mito a la estética moderna con destino a un público adolescente más interesado en la impresión inmediata de los efectos especiales y en los abdominales del protagonista que en la credibilidad del drama.
El director Gary Shore dirige una película que nos remonta al siglo XV y a los esfuerzos del príncipe de Valaquia, actual Rumanía, para frenar la expansión del imperio otomano. Vlad III ha provocado al sultán al no quererle entregar a su propio hijo como parte de una leva. Viéndose incapaz de resistir la potencia bélica de su enemigo recurrirá a un antiguo y siniestro personaje oculto en las montañas (Charles Dance, Juego de tronos). Vlad ya había sido testigo de la existencia de esa criatura y pretende valerse de su poder para enfrentarse a las represalias del sultán. Monstruo y príncipe firmarán un pacto para traspasarle una inmensa fuerza sobrenatural, pero a cambio correrá el riesgo de condenar su alma a las sombras para siempre si sucumbe a la sed de sangre humana antes de transcurrir tres días.

La intención de enraizar la trama en la Historia se queda irremediablemente en la superficie debido a una caracterización de personajes y ambientes somera, poco realista, absolutamente anacrónica en la manera de tratar las relaciones marido-mujer, padre-hijos o entre mandatarios. En gran parte también debido la sumisión total de la estética a los efectos especiales y a una interpretación de los poderes vampíricos más cercana a la de un superhéroe que la que correspondería a una figura que se supone construida a mitad de camino entre lo histórico y lo mitológico.

No se puede pretender que tomemos en serio la interpretación de Luke Evans como Dracula si su caracterización se preocupa más de presentarlo afeitado con elegancia metrosexual, engominado y con la ropa planchada en vez de centrarse en la majestuosidad de un ser híbrido que disfruta de la consideración de héroe nacional para su país, de temible mano de hierro para las fuentes históricas y del estatus de príncipe de las tinieblas de la literatura y el cine universal. Su confrontación con un inverosímil sultán (Dominic Cooper, Abrahan Lincoln: Cazador de Vampiros, casi no hace falta que diga más) es más propia del enfrentamiento de chulos de barrio que de dos hombres sobre los que reposa el destino de una nación y de un imperio.
Si algo podemos destacar, o rescatar, de esta película es la escena en la que Vlad cede ante el vampiro condenado a permanecer cautivo en una cueva casi innacesible. Charles Dance encarna al único personaje a la altura del mito y sostiene una buena interpretación en un ambiente siniestro y monstruoso, en un cubil oscuro y lleno de cadáveres, escenario de la claudicación del protagonista, a la renuncia de su fe a cambio de la supervivencia de su nación. La fabulosa carga simbólica de esta violenta renuncia es la única mirada interesante a la cuestión de las creencias religiosas de Vlad. El resto son vagas y tópicas referencias a monjes y cruces. Incluso esta impresionante escena puede llegar a ser insuficiente, en tanto que el príncipe está exageradamente predispuesto a aceptar las condiciones del no-muerto, olvidando las implicaciones de sus propias creencias. El camino que lleva a Vlad de la obligación con su pueblo hasta la cueva donde condenará su alma está narrativamente desaprovechado (eso sin llegar a darle excesiva importancia al hecho de que es imposible ponerse a escalar los Cárpatos cargado con una coraza, pero eso es otra historia).
Toda la película está infectada de impostura. No hay apenas nada positivo que destacar en lo dramático, ni en lo interpretativo, aunque sí en la factura de los efectos especiales y en el color de las escenas, pese a que la presentación de la visión del vampiro como una especie de mezcla de sónar y óptica térmica se acerca más a lo que requiere la ciencia ficción de Predator que la siniestra condenación de Drácula. Este recurso es de todas maneras un intento valiente que no hay que despreciar del todo.
El abordaje de una cuestión clave como el ansia de sangre tiene escaso peso en relación con el que los diálogos pretendían darle. Además las decisiones que los guionistas han tomado acerca de cómo tratar la conclusión de la historia y del miedo de los propios compatriotas hacia las poderes de su señor me parecen catastróficas. Son sólo el punto culminante de una cadena de planteamientos que no se pueden comprender más allá del interés por los resultados de taquilla. Todo hace de esta historia jamás contada de Drácula la historia de siempre sobre el uso irreverente de figuras y relatos míticos; el cuento de nunca acabar de los remakes y reinicios absolutamente innecesarios. 

El vampiro según… Drácula: La leyenda jamás contada (Spoiler).
*Origen: El vampiro que transforma a Drácula ha sido condenado a alimentarse con sangre humana y a permanecer cautivo en una cueva hasta que otra persona le releve. Si el ser humano transformado sucumbe a la sed de sangre antes de tres días deberá ocupar el lugar del vampiro prisionero. Vlad bebe la sangre del otro no-muerto para completar la transformación, es mordido por él y acto seguido muere (temporalmente).
*Motivación: La del señor vampiro es recuperar su libertad, pero no se especifica cuáles son sus planes más allá de perpetuar su existencia.
*Poder: Una fuerza y una velocidad sobrehumana, la capacidad de ver en la oscuridad, de transformarse en una nube de murciélagos y un increíble control sobre las fuerzas de la naturaleza.
*Influencia: En la trama ciertos escritos (ridículamente profusos y descriptivos por otra parte) hacen del vampiro no sólo una figura mitológica, sino un poder tenebroso y amenazador ciertamente documentado. Se trata de una aberración a ojos del Dios cristiano.
*Debilidades. Atravesar su corazón con madera, la luz solar y la plata le son especialmente dañinos. Los crucifijos son una forma de detener su avance. Sienten una incontrolable sed de sangre y están obligados a permanecer cautivos en su cubil hasta que consigan que otro vampiro ocupe su lugar. 

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