jueves, marzo 28, 2024

Crítica de ‘La gran familia española’: La tragicomedia que nuestra selección se merecía

Las críticas de David P. «Davicine»: La gran familia española

Tras Gordos y Primos, era de esperar que Daniel Sánchez Arévalo concluyera al menos una trilogía de humor con La gran familia española, y efectivamente podríamos decir que lo ha hecho, pero desilusionará a quienes esperen una mera comedia, pues es mucho más.
En la película, Efraín (Patrick Criado) decide casarse, con 18 años recién cumplidos, con Carla (Arantxa Martí) su novia desde la infancia, y casualidades de la vida, como afirma el novio: «¡Me cago en la puta! ¿Quién iba a pensar que España iba a llegar a la final del Mundial?».

Con el telón de fondo de una boda a la hora de la final del mundial de fútbol de Sudáfrica -cuando España entera se paralizó- y con una familia compuesta por cinco hermanos con nombres bíblicos sacados de Siete novias para siete hermanos (1954) -el amargado Adán (Antonio de la Torre), el entrañable Benjamín (Roberto Álamo), el altruista Caleb (Quim Gutiérrez), el responsable Daniel (Miquel Fernández) y el alocado Efraín- parece que todas las papeletas para tener una comedia están echadas, pero la película nos presenta muchas historias, muchos conflictos y enredos, muchos malentendidos, que nos hacen soltar más de una lagrimita como para encasillarla en el género de comedia.
¿Vale ganar de cualquier manera? ¿Se puede perder con dignidad? ¿Hay que jugar al ataque o es mejor defenderse y jugar al contragolpe? Y sobre todo… ¿a quién se le ocurre casarse durante la final de un mundial de fútbol… y en la que juega tu selección? Éstas son algunas de las preguntas que la película nos plantea, todas ellas como hilo para unir las diversas y complejas historias de una familia que no está pasando por su mejor momento, aunque se trate del día más feliz de uno de ellos.
El padre de familia, interpretado por Héctor Colomé, es un hombre enfermo, que vive anclado en el recuerdo de su mujer y adora Siete novias para siete hermanos, pretexto para que Arévalo homenajee este clásico, desde los créditos a la mítica película, incluyendo metraje original con el león de la MGM, hasta el The End del clásico de Stanley Donen, recurriendo a imágenes de archivo, mezcladas con las de la retransmisión televisiva del citado partido de fútbol, para enlazar el tiempo en que transcurre la acción de la película. Pero por si fuera poco, los nombres de los protagonistas, de los hijos en este caso, también son los nombres de los protagonistas de la película de Donen, al menos de los cinco primeros hermanos. 
La gran familia española, a través de una trama inicialmente distendida, y planteada como comedia, nos ofrece de forma brillante un drama, pero consigue quitar peso con facilidad de ciertas acciones que realmente podrían ser difíciles de asimilar. Momentos cómicos hay, pero reservados para aligerar la carga dramática y en determinadas ocasiones muy puntuales, como las pocas y breves escenas con Raúl Arévalo, pues lo realmente trascendente es la historia de los problemas familiares que son presentados de forma clara, concisa, sin dejar cabos sueltos, y con un montaje bordado (sobre todo en la escena de los sermones familiares cruzados a los novios).
Quim Gutiérrez, Verónica Echegui, Héctor Colomé, Miquel Fernández y los jóvenes Patrick Criado, Arantxa Martí y Sandra Martín consiguen presentar de forma sólida la personalidad de sus personajes, así como las interacciones y relaciones entre ellos, destacando el trabajo realizado por Roberto Álamo y Antonio de la Torre. Mención especial las apariciones de Raúl Arévalo, que consigue con escasos minutos en pantalla tener el mérito de conseguir más de una carcajada.
Otro de los protagonistas de la cinta es la música, creando grandes momentos sin diálogos, bien con la introducción amena (o Vodafone, cuando la veáis lo entenderéis) de la boda, bien con flashbacks emotivos, bien en casi cualquier secuencia gracias a los temas compuestos por Josh Rouse, músico con quien trabajó el director en Primos, y que aquí ha sabido introducir la música como un personaje más, que no resalta, pero acompaña cada sentimiento.
La gran familia española es la tragicomedia que nuestra selección, campeona del mundo, merecía para que pasara a la historia con ella, no sólo para que los futboleros disfruten de nuevo con las escenas del partido, sino para todos aquellos que deseen una buena película con mucho trasfondo repleta de historias complejas plasmadas con sutileza y ligereza.

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