miércoles, abril 24, 2024

56 SEMINCI. Punto de encuentro: ‘Marécages’ (‘Humedales’)… ¡Viva lo barroco!

Las críticas de David Pérez «Davicine»Marécages (Humedales)
La palabra «barroco» tiene muchos significados, y proviene de la palabra portuguesa «barroco», que significa «perla de forma irregular», o «joya falsa». Otra interpretación deriva del sustantivo «Baroco», usado en tono sarcástico y polémico para indicar un modo de razonar artificioso y pedante. En ambos casos el término expresa el concepto de artificio confuso e impuro, de engaño y de extravagancia del pensamiento.

El término fue después usado con un sentido despectivo, para subrayar el exceso de énfasis y abundancia de ornamentación, y ese es el término con el que muchos definiremos Marécages (Humedales), debut en la dirección del realizador canadiense Guy Edóin, una película ambientado en el entorno rural de su país, que nos traslada a una explotación lechera al sureste de Quebec, con la tierra cuarteada por la sequía, donde vivimos el drama que perturba la vida de la familia Santerre. Enfrentados entre sí, tendrán que aprender a perdonar.

Tal y como nos comentó el propio director, estamos ante una «película difícil», no sólo de ver, sino de criticar, pues puede analizarse desde muy diversos puntos de vistas, y podrá disgustar a muchos por su lentitud, a otros por el sufrimiento excesivo al que se ven sometidos sus personajes y a otros, más aficionados a la tragedia griega, disgustará por lo «barroca» que es.

La forma de plantear la película dista a veces del convencionalismo al que estamos acostumbrados en las producciones cinematográficas, y se acerca al documental, mostrando los entresijos de la vida rural del país, aunque centrándose en el sufrimiento de la rutina de la vida cotidiana de esta familia.
El drama en sí es el factor desencadenante del trastorno que sufren sus protagonistas, viendose abocados a la pobreza, habiendo perdido a un hijo en el pasado, algo que marcó sus vidas, pero que ahí no terminarían sus problemas, pues la madre sigue viviendo muchas más penurias que la pondran en contra de su entorno, de sus vecinos, y del único hijo que le queda. Un cúmulo de situaciones tan dolorosas que el apellido Santerre es casi profético, pues cualquiera que aguante en pie tantos golpes de la vida podría acabar siendo Santo.
Quizás se eche en falta durante el metraje algo de poesía visual, pues el inicio prometedor de la película, con un claro tono poético, mostrando a una mujer desnuda andando sobre la hierba de un pantano, una escena inspiradora, acaba siendo trivial y ocupando un segundo plano.
El guión está bien construido, presentando con claridad a los diversos personajes, que son bastante creíbles, tanto en sí mismos como en las situaciones que acontecen, siempre dentro de su justa medida, que en ocasiones se excede, y puede parecer que estamos ante las clásicas historias de la tragedia griega, que aplicadas a nuestro entorno actual, y nuestro siglo, pueden rozar lo cómico por lo desmesurado de las mismas.
Édoin, su director, presta especial atención al sonido, al ruido y a la música, incluso el silencio, que sumado a la fuerza de sus imagenes, ya cargadas de emociones y contradicciones latentes, logra plasmar un ejercicio fascinante en el que tenemos todos los sentidos estimulados y preparados para capturar la emoción cuando se presente.
El reparto consigue trasmitir credivilidad, y Pascale Bussières demuestra una vez más que, en las circunstancias adecuadas y en su idioma natal, está entre las mejores actrices de su generación en Canadá, mientras que Luc Picard y François Papineau consiguen mantener el delicado equilibrio en el que se sitúa a sus personajes, entre el bien y el mal. Y no podemos olvidarnos del joven Gabriel Maillé, a veces un poco perdido, como su propio personaje, consiguiendo destacar no en sí por sus diálogos sino por el lenguaje no verbal, y sobre todo corporal (que es mejor comprobarlo con la película que explicarlo aquí).
Una película claramente no perfecta, quizás con un metraje excesivo y reduntante, que puede rozar lo aburrido, pero que también consigue en algunos espectadores ser tan conmovedora como se esperaba. Tratándose de la primera película de este autor, tendrá que perfeccionar sus obsesiones para crear su propia obra maestra, que es lo que se espera de ciertas películas presentes en Festivales de renombre, como Venecia o SEMINCI, donde ya se ha proyectado.

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