En Ponyo en el acantilado se nos presenta una visión muy particular del clásico cuento de la Sirenita, con un mundo lleno de color, aunque menos detallista que en anteriores películas y con unos personajes que nos demuestran y enseñan los valores que estamos perdiendo a través de su gran humanidad, todos ellos llenos de amistad y amor sin sitio para el odio ni la enemistad. Todos los valores que el cuento original quería plasmar lo logran traer de nuevo a nuestro tiempo a través de una animación muy clásica y llamativa. Fantasía y frescura, infantil o no, que rebosa en todas las escenas de la película.
Desde el inicio, con una introducción de animación clásica en estado puro, sabemos lo que nos va a ofrecer la película. Hemos tenido que ver La Princesa Mononoke, El Viaje de Chihiro y otras obras mayores del propio Miyazaki para retornar, en pleno año 2009, a una película que recupera perfectamente el espíritu de Mi vecino Totoro, donde la tradición que envuelve la magia y los dioses japoneses se encuentran con un cuento infantil lleno de sentimiento. Inocente es el termino con el que clasificaría la película, que muchos crticaran por ese motivo, pues a veces la inocencia se acompaña de simplicidad, pero no hay que complicar las cosas cuando buscamos enseñar valores a los más pequeños. Con las anteriores películas anteriormente citadas necesitabamos de cierta madurez para captar el mensaje que nos transmitía, pero todo eso ha quedado atrás en esta cinta donde, inspirado por el nacimiento de su primer nieto, Hayao Miyazaki ha decidido volver al minimalismo, a la minima expresión, a los gestos y colores más sencillos para crear un mundo en calma y armonía, sin llegar a las excentricidades que suelen acompañar sus películas y que, aunque sin faltar en la parte final de la que aquí tratamos, no forman un todo como era de esperar antes de entrar en el cine.
Técnicamente supone volver atrás en el tiempo, no por la ausencia de ordenadores en su desarrollo, que así es, sino por el diseño de personajes, más acordes al diseño de los 70 que a las últimas películas de Miyazaki, pero que no desmerecen y le dan el toque necesario para que un niño sonría con la encantadora Ponyo, en cualquiera de sus estados, y con Sosuke, el niño del que se enamora, que emana bondad por todos sus poros. La creación del mar de forma artesanal es magistral, destacando la introducción donde vemos a medusas y demas seres marinos moverse por el mar con una facilidad solo lograda gracias al trabajo de animador rústico del Studio que, ante todo demuestra que no necesitan de ratones y teclados para llenarnos la pantalla de movimiento. Tenemos en todo momento seres en pantalla, no solo en primer plano, sino acompañando a los protagonistas en sus aventuras, como si de una fondo innecesario se tratara, pero que es vital para la sensación de vida y de naturaleza que quiere transmitir.
Como es habitual en las obras de Ghibli es Joe Hisaishi el encargado de dar sonido a la película, con temas clásicos y reminescencias de Wagner en las partes mas impresionantes. Una banda sonora a la medida de la obra, como lo hace siempre que colabora con Ghibli y ya forman una unidad imagen y sonido gracias a su gran arte como compositor.
Una sencilla historia, aunque llena de amor y detallista hasta el extremo. Seres mitológiocos que nos acompañaran en nuestros sueños como lo hiciera Totoro hasta nuestros días en lo que podríamos llamar una pequeña obra maestra para la animación infantil, tan tecnificada en los últimos años y tan necesaria en nuestros días donde desde el color y la fantasía nos enseñan los valores perdidos en una era en la que pensamos que el trabajo artesanal no nos puede sorprender, pero Miyazaki nos demuestra que estamos equivocados.
Todos los datos de la edición en Blu-Ray aquí o en la web de Aurum.
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