Si lo que buscas es una película sobre Woodstock, sobre los míticos conciertos que allí tuvieron lugar, debes obviar ver esta película y es mejor que busques un DVD musical del Festival o un documental, como el que realizo Michael Wadleigh, mostrando lo que dio de si el macro festival. Ang Lee decidió que su película no mostrara los conciertos, no se dedicara a mostrar a la gente que estaba visionando el espectáculo, sino que quería retratar lo que la novela del mismo nombre nos muestra: Que hay detrás del festival, como se ha llegado a formar el mismo, con que idea e ideales surgió y que fenómeno rodeo lo que allí acontecía. Y eso es lo que esperábamos de Ang Lee, no una película musical, sino un retrato de la sociedad, como ya hizo cuando nos trajo a la pantalla grande la Guerra de Secesión o cuando nos mostraba lo que se oculta tras la hombría de los rudos cowboys.
En la película se nos presenta a Elliot Tiber, un decorador afincado en Greenwich Village, Nueva York, al que las cosas no le van demasiado bien, y debe regresar al pueblo que le vio nacer para ayudar a sus padres con su viejo motel, El Monaco. Cuando llega allí se encuentra con más problemas de los esperados, pues el banco está a punto de quedarse con el negocio, el padre de Elliot amenaza con quemar el edificio, pero no ha pagado el seguro, y la madre no quiere que su hijo se aleje de ellos. Un día se entera que en un pueblo vecino se va a organizar un festival hippy de música, pero se suspende por la presión del pueblo, por lo que decide llamar a los organizadores pensando que puede ser la ocasión de revitalizar el motel y dar algo de turismo al pueblo. Aquí es donde arranca la aventura para lograr que, finalmente, medio millón de personas acudan al festival y Elliott se sumerge en una experiencia que definirá a toda una generación, cambiará su vida y creara una nueva cultura.
Con esta premisa nos define unos personajes muy elaborados, con todo tipo de matices, donde el protagonista evoluciona acorde a la evolución del festival, aprendiendo a vivir, paso a paso, con las experiencias que comparte con su entorno. Pero no es en el protagonista donde la película destaca, sino en los perfectos secundarios que aportan a la misma el humor y el realismo necesario para poder desarrollar esta historia, con una impresionante Imelda Stauton, que siempre nos agradan sus interpretaciones, pasando por un impecable hippy entregado a la libertad interpretado por Emile Hirch, Paul Dano en el papel de un colgado sin precedentes y sin olvidarnos de Liv Schreiber, que se sale de sus últimos papeles de tipo duro para encarnar a un travestido guardaespaldas llamado Vilma.
Es en estos personajes secundarios donde vemos de una forma mas cercana la evolución de Elliot, quien ve como su madre es protectora pero egoísta hasta excesos incomprensibles, un padre que poco a poco se libera, como su hijo, descubriendo que la vida va mas allá de las paredes en las que trabaja, y una pareja de hippys que, totalmente drogados, descubren al protagonista una forma de emanciparse y de liberarse (homo)sexualmente.
Lo que echamos en falta es continuidad, pues decrece a lo largo de la misma, con un magnifico inicio, con unos créditos donde se nota la mano de Lee, transmitiéndo la tranquilidad y la armonía que marcaran el hilo argumental de la película, pero poco a poco el director va entrando en tópicos y se transforma en una película cristalina, previsible, en la que no faltan los viajes “astrales” de los asistentes a ritmo de sitar. A pesar de informarnos de la época en la que se desarrolla, gracias a los telediarios y noticias que acompañan este inicio, la película no esta rodada para tener que pertenecer a una época en concreto, pues los problemas sociales y personales que se reflejan son los de cualquier persona de cualquier época a esa edad. Nos ofrece el afán de superación, las esperanzas por salir adelante, a través de la transformación de los campos de cultivo en el escenario del Festival en el que el mundo puso los ojos.
Debemos admitir que la película, a pesar de no estar a la altura de otras grandes proyecciones de Lee, si que sabe aportar en muchas escenas el toque personal del director y usar recursos de otros directores para su propio bien, como el empleo de la pantalla partida, tal y como se hizo en el mayor documental del Festival que ya hemos citado, pero que el director taiwanés aprovecha para que nuestra atención se esparza ante todo lo que allí acontece y las emociones que allí se pudieron palpar.
Muchos pensaran que el festival fue el festival de la paz y el amor, otros tantos que lo que movió dicho evento fue el dinero, pero tras ver la película descubrimos que lo que realmente demuestra Woodstock es que una persona puede cambiar la dirección de su vida y con ello generar una ola que se esparza a las multitudes que lo rodean, y esto lo expresa sin necesidad de mostrar a los grandes grupos musicales que allí se reunieron.
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Y en LuzDeGasRadioblog.es hemos tenido al Elliot Tiber de verdad contando un monton de historias tanto de la historia real como de la pelicula.
Un Saludo David!
Pero Lukas, que no me lees!!!! hace dos noticias que he avisado de la presencia de Elliot Tiber y del motivo de esta critica.
Muy mal… jejjee
Un saludo
Eres un crack con las críticas, en este caso yo sucumbo ante este film, con decirte que terminé de verla y empecé a verla de nuevo.
Para mi no decrece en ningún momento va para arriba y bien arriba