Hay personas que no deciden nunca lo que sucede con su vida, en algunos casos es por falta de libertad para hacerlo (y eso es harina de otro costal) pero en otros no es más que por falta de personalidad, por miedo a defraudar las expectativas que otros han puesto sobre uno o a hacer algo que sea juzgado como impropio o inadecuado. Suelen ser personas a las que la opinión de los demás les condiciona de tal manera que acaban convirtiéndose en seres pusilánimes que prefieren que les den todo decidido.