Las críticas teatrales de Laura Zurita:
Camino al zoo
A pesar de ser pareja, la vida cotidiana de Peter y Ann está marcada por la incomunicación y la soledad. Rehuyendo el intento de Ann por afrontar la situación, Peter decide pasar el día en el zoológico de Central Park. Allí conocerá a Jerry, un excéntrico personaje que le obliga a escuchar sus historias hasta la última y más espeluznante de todas: el motivo real de su visita al zoo.
Fernando Tejero es Peter; Ana Labordeta es Ann; y Dani Muriel es Jerry en Camino al zoo. Originalmente titulada Peter & Jerry, At Home at the Zoo, combina la clásica obra corta de Edward Albee Historia del zoo (1958) con su precuela, Homelife (2004). La adaptación, realizada por Juan Carlos Rubio y Bernabé Rico, mantiene la esencia del Camino al zoo original, poniendo bajo los focos a este destacado reparto. La obra se estrenó el 13 de febrero de 2025 en el Teatro Bellas Artes.

Tenemos que hablar
Camino al zoo es el resultado de un proceso de creación que a Edward Albee le llevó más de cuarenta años. Gracias a Historia del zoo (1958), el autor norteamericano obtuvo su primer éxito como autor. Esta obra corta es ahora el segundo acto de Camino al zoo, y cuenta un encuentro entre dos extraños en un parque. En una etapa más tardía, concretamente 46 años después, Albee escribe Homelife (2004), texto que a modo de precuela o primer acto ayuda a definir mejor el personaje de Peter, quien sirve de nexo entre ambos relatos para fusionarse en Historia del zoo y así completar el círculo.
El primer acto de Camino al zoo explora el deterioro de la relación entre Peter y Ann, mostrando su lucha con la incomunicación y la soledad en su vida cotidiana. Peter es un hombre intelectual y reservado, y su esposa, Ann, se acerca con la terrible frase: «Tenemos que hablar». Lo que sigue es una conversación que a veces es una charla típica de un matrimonio estable y educado, pero que abre otras perspectivas, al mostrar Ann una vaga idea de iniciativas de querer algo sin saber qué es, pero sin perder al amable y amante esposo que tiene.
Esta conversación acaba con Peter yendo a un parque a leer un libro. Ahí comenzará el segundo acto de Camino al zoo, en la que Peter entablará una conversación con un desconocido, Jerry, un tipo solitario y extraño, que acaba de regresar del zoológico. A pesar de sus diferencias, los dos hombres comienzan a hablar sobre temas como el amor, el fracaso y las relaciones. La conversación, que empieza de forma casi absurda, se vuelve cada vez más profunda y enigmática, manteniendo al espectador en tensión y lleva a los hombres por rumbos inesperados.
La interacción entre ambos está llena de contrastes. Por un lado, Jerry, nervioso y locuaz, y sobre todo entrometido, termina revelando una vida de violencia y tristeza. Por otro, Peter, tenso y silencioso, presiente el peligro inminente, al tiempo que la conversación le trae ecos del otro mundo que ha presentido tras hablar con su esposa. La disparidad entre ambos se va haciendo cada vez más evidente, creando una atmósfera inquietante.

Más un ensayo que un texto emocional
Camino al zoo lleva al desasosiego, se siente como si los conflictos y la violencia se arrastraran justo por debajo de la superficie, manifestándose primero de manera simbólica para luego adentrarse en terrenos desconocidos. Los personajes, delineados con unos pocos rasgos distintivos, poseen un carácter abstracto que los aleja de la empatía del espectador. Peter encarna la corrección, Jerry la impulsividad, y Ann se define por sus propias contradicciones. Sus perfiles, al ser tan conceptuales, despiertan más la curiosidad que la conexión emocional. En lugar de una obra centrada en las emociones, se presenta como un ensayo sobre una clase social específica en un momento determinado, un estudio de la condición humana más que una exploración de sentimientos profundos.
La puesta en escena subraya al ambiente enigmático de Camino al zoo. Ann y Jerry visten de rojo, y van descalzos en una alfombra de pelo, dando una imagen muy sensual. No así Peter, lo que nos dice mucho de él. Otros aspectos del escenario nos recuerdan el lado animal de los humanos. La escena es una mezcla entre lo conocido y lo salvaje. Un sofá en el salón, un libro, un banco en el parque logran apenas ocultar unas balas de paja en segundo término. Los personajes están en realidad en una especie de jaula, atrapados en sus propias vidas, y dan vueltas a su realidad y a sus palabras como si de fieras en cautividad se trataran.
En resumen, Camino al zoo explora la inquietud y violencia latente en lo cotidiano. Sus personajes, abstractos y carentes de empatía, encarnan conceptos como la corrección, la impulsividad o la contradicción. La puesta en escena, entre lo familiar y lo salvaje, refuerza la sensación de que se sienten atrapados, lidiando con sus palabras y realidades. Más que un texto emocional, es un ensayo sobre la condición humana y sobre las dinámicas sociales.
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