miércoles, mayo 21, 2025

69 SEMINCI. Sección oficial. Crítica de ‘Grand Tour’: Una ración de elitismo cultural

Las críticas de José F. Pérez Pertejo en la 69 SEMINCI:
Grand Tour

Acudo a la proyección de Grand Tour, última película del realizador Miguel Gomes por la que recibió el premio a la mejor dirección del pasado Festival de Cannes, con la certeza de que voy a enfrentarme a una obra densa, de difícil digestión, programada precisamente a las 4 de la tarde, hora más propia de practicar un poco de deporte (del nacional) que de ver una película acerca de un funcionario del Imperio Británico destacado en la Birmania de 1918 recorriendo el Sudeste Asiático mientras huye de su novia que ha viajado desde Londres para casarse.

Esto, contado así, en dos líneas de texto, lleva casi una hora de proyección hasta que el espectador no avisado es capaz de comprender que el juego de texturas cinematográficas, la alternancia de blanco y negro con fragmentos en color, la sucesión de secuencias localizadas en 1918 con otras marcadamente actuales, las dos voces en off, una masculina y otra femenina que van relatando lo que las imágenes no cuentan, y las sugerencias de músicas, paisajes y demás evocaciones sensoriales pretenden vehiculizar esa trama argumental.

O a lo mejor no, a lo mejor el argumento solo es una escusa para todo lo demás, para la experimentación con el lenguaje cinematográfico, el juego con los formatos audiovisuales y la recreación con la naturaleza, ya sea real o impostada. Sea cuales fueran las intenciones de Miguel Gomes, el resultado es una película más emparentada con el cine experimental que con cualquier otro género, aunque, hay que reconocer que con un poquito de buena voluntad, a pesar de su apariencia hermética, la película se puede entender.

Edward Abbot (Gonçalo Waddington) es un funcionario británico destinado en Mandalay (la Alta Birmania) que al enterarse de que Molly Singleton (Crista Alfaiate), su novia desde hace siete años a la que no ve desde hace siete años (lo que leen) ha viajado a Birmania con la intención de casarse, entra en pánico y emprende un viaje de huida que le llevará de Mandalay a Rangún y de ahí, en sucesivas etapas, a Bangkok, Saigón, Manila, Japón o la aldea tibetana de Wangyu. Es decir, un Grand Tour por el Sudeste Asiático que haría las delicias de cualquier mayorista de agencia de viajes. En cada una de las ciudades va recibiendo telegramas de Molly (aunque eso tardamos en saberlo) que parece ir adivinando sus pasos y le escribe de ciudad en ciudad.

La película está contada en dos grandes actos. En el primero seguimos los viajes de Edward y el segundo los de Molly que siempre parece llegar un poquito más tarde de que su huidizo novio se haya ido. Esto que contado así puede parecer hasta entretenido, es contado por Miguel Gomes con un abuso manifiesto de la voz en off y de una manera parsimoniosa y contemplativa, recreándose en el paisaje e incorporando personajes autóctonos que nos repetirán machaconamente cuan brutos somos los hombres blancos occidentales que jamás seremos capaces de comprender la cultura oriental. En fin, cómanse ese cliché.

Porque en cada etapa del Grand Tour, la película se detiene a retratar, además de la exuberancia del citado paisaje, algunas tradiciones, músicas y celebraciones varias acompañadas de evocaciones poéticas y/o filosóficas que subrayan la grandeza de la cultura asiática. Todo sigue un curso alejado de cualquier tendencia narrativa clásica y los 129 minutos de metraje pueden terminar por aplastar al espectador que no conecte, algo que parece no importar demasiado a un director encantado de que su película no sea para todos los públicos.

En este orden de cosas ya se imaginarán que lo de menos es la coherencia del argumento o entrar a valorar el trabajo interpretativo de unos actores que para Miguel Gomes son más unas herramientas al servicio de su propuesta creativa que los sostenes de unos personajes que en ningún momento son lo más importante de la película. Dicho esto, hay que reconocer que Crista Alfaiate suficiente carisma y gracia para conseguir que su personaje no pase desapercibido.

Grand Tour es una película de incuestionables méritos creativos, pero de difícil acomodo en un circuito cinematográfico que no sea el de los festivales o los espacios museísticos de arte contemporáneo. No tengo nada en contra de este tipo de cine, pero me resulta irritante el elitismo cultural y la superioridad intelectual desde los que Miguel Gomes mira al espectador promedio.

Grand Tour

6

Puntuación

6.0/10

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