Las críticas de José F. Pérez Pertejo en el 72 SSIFF:
Sección Oficial
Cuando cae el otoño
François Ozon es uno de los directores más fecundos del panorama cinematográfico actual rodando casi a ritmo de un film por año (14 películas en los últimos 15 años) algo a lo que nos acostumbró Woody Allen durante décadas. Y aunque la filmografía de Ozon es tan prolífica como irregular, hay que reconocerle su enorme facilidad para cambiar de registro, género, tono e intérpretes de un film a otro. En Cuando cae el otoño (Quand vient l’automne), se mueve entre el drama familiar y la comedia negra para servirnos una historia que indaga en el choque generacional y en las dificultades para huir el pasado.
Como una pequeña obra de cámara, Cuando cae el otoño se construye en torno a solo seis personajes, el resto son totalmente accesorios. Michelle (Hélène Vincent) es una septuagenaria que ha huido de los rigores de París para vivir en un pequeño pueblo donde poder vivir en contacto con la naturaleza, Ozon nos muestra hasta el detalle su cotidianidad, acude a la iglesia, cocina, lee y acompaña a su amiga Marie Claude (Josiane Balasko) a visitar a su hijo Vincent (Pierre Lottin) que está en la cárcel no se sabe muy bien porqué motivo.
Michelle, que no tiene más familia que su única hija Valérie (Ludivine Sagnier) y su nieto Lucas, vive en una confortable soledad que es ocasionalmente acompañada por esporádicas visitas de una hija despegada, poco cariñosa y nada condescendiente con los errores que cualquiera haya podido cometer en el pasado. El caso es que a partir de una desafortunada intoxicación con unas setas cocinadas por Michelle, Valérie pone aun más distancia impidiendo que reciba la compañía de su nieto. A partir de aquí, Marie Claude y su hijo Vincent a quien han concedido la libertad condicional, tratarán de ayudar a Michelle a su manera.
La película está filmada con incuestionable buen gusto, con un sutil sentido del humor y con una cadencia adecuada. Ozon juega con la información que otorga al espectador para generar la duda de qué ocurre en realidad cuando ocurre lo que ocurre. (Las tonterías que tiene uno que escribir para evitar los spoiler).
A este misterio sobre la verdadera naturaleza de los hechos contribuyen también la calculada, sobria y contenida interpretación de una Hélène Vincent que está, casi siempre, con una enigmática sonrisa, la torpeza del personaje de Josiane Balasko cuyas buenas intenciones no siempre dan sus frutos y la tosquedad de un Vincent que da la sensación de ser un tipo con gran facilidad para meterse en líos. Entre estos tres personajes se crea una red de ¿bienintencionadas? mentiras y calculados silencios para protegerse de unos acontecimientos poco edificantes.
El sexto personaje es una inspectora de policía (Sophie Guillemin) que, a pesar de sus fundadas sospechas de que nadie está diciendo la verdad (o al menos toda la verdad), no podrá demostrar nada y terminará resignándose a asistir a las recompuestas vidas de unos personajes que han construido algo parecido a la felicidad.
A pesar de dos o tres poco acertadas secuencias oníricas (o fantásticas) que enturbian un poco la, por lo demás, sobria puesta en escena, Cuando llega el otoño funciona como una notable dramedia que nos habla de las segundas oportunidades, del poder sanador del perdón y de la generosidad. También habla de sus opuestos, claro, de los estigmas del pasado, del rencor, de la intolerancia y del egoísmo. A partir de estos males, Ozon elabora su propuesta sanadora con una película que no supondrá un hito en su filmografía pero que resulta muy agradable de ver.