Emma cree que en una ermita que visita asiduamente se encuentra atrapado el espíritu de una pequeña niña desde hace varios siglos. Por ello quiere comunicarse con ella para tratar de ayudarla. Como ella no puede comunicarse con la niña fácilmente busca la ayuda de Carol, una incrédula y falsa médium. Carol decidirá prestarle su ayuda a Emma y cuando comienza a quedar con ella ve signos en ella que reconoce: Emma podría poseer verdaderamente el don. La falsa médium temerá que Emma, sin conocer sus habilidades, pueda poner en peligro a la niña y a ellas mismas.
Carlota Pereda, una buena directora de género
Carlota Pereda nos ha regalado algunas agradables sorpresas, primero con su cortometraje Cerdita, y luego con el largometraje del mismo nombre, que tuvo buena acogida entre crítica y público. Pereda ha demostrado que tiene una mirada acertada para las imágenes y atmósfera, y sabe crear personajes memorables.
La ermita es una película muy distinta de Cerdita, y desafortunadamente menos fresca y personal. Es también una película de las llamadas de género, que se sitúa en un punto extraño entre el drama familiar y el fantástico, que evoca en ocasiones a obras clásicas del fantaterror hispano.
La parte del drama de La ermita se centra en dos personajes: Emma, la niña, interpretada de forma cautivadora por Maia Zaitegi. La niña cree tener dones psíquicos y quiere usarlos para comunicarse con su madre, que tiene una enfermedad terminal, cuando muera. Buena parte del metraje se mantiene en la duda de si en lo que se sucede hay fenómenos extraños, o son fruto de la imaginación de una niña que pasa demasiado tiempo sola.
Por su parte, Belén Rueda da vida a Carol, un personaje atípico en su filmografía. Carol es una mujer de mediana edad, descreída y cínica, que se rebela frente a la figura de su madre, al tiempo que sigue sus pasos al trabajar, como esa misma madre, como una medium tramposa y calculadora donde su madre había sido entregada e impulsiva. La actriz aparece con una imagen desmejorada y triste, con cicatrices en cuerpo y el alma, dando una imagen bastante distinta de la mujer despampanante que hemos visto en otras ocasiones.
Como puede verse, en La ermita el drama va muy unido a las relaciones maternofiliales, que marcarán a las dos protagonistas en sus vocaciones y en su relación con lo sobrenatural.
El lado fantástico aprovecha de manera muy efectiva y visualmente rica el juego entre el pasado y el presente, entre los acontecimientos en la Edad media (un medievo oscuro y doliente) y la manera en la que el pueblo aprovecha sus tradiciones, dando lugar a unos montajes espectaculares y por cierto muy rentables para las arcas de los locales. Los hombres pájaro de La ermita son una imagen que no solo es atractiva visualmente, sino también llena de connotaciones y subtextos, refiriendo a un mundo pavoroso que tradicionalmente se asocia a supersticiones y fenómenos difíciles de comprender. Los momentos en los que nos asomamos a este mundo son probablemente lo mejor de La ermita, en el que Pereda parece reencontrarse un paisaje visual muy de su gusto.
El final es un momento delicado en una película como La ermita, que ha insinuado muchas posibilidades y misterios y con un cierto éxito. Es el momento de atar cabos, de cerrar líneas argumentales y dejar al espectador en un buen momento. Por desgracia, el final no termina de convencer, el drama se acentúa más allá de lo creíble y se le ven las costuras a los efectos visuales.
Una jovencísima revelación
El guion de La ermita juega en varios campos, de hecho demasiados, con resultado irregular. El foco cambia entre la relación de Emma con su madre, la de Carol con la suya, y continuas referencias a la figura de la niña Asoa, una figura mítica que se supone vive en la ermita. Aparece como algo fascinante y casi poderoso, pero a la hora de la verdad no enlaza con el resto de la película ni se aprovecha adecuadamente. La ermita que da título a la película está más bien como elemento fantástico, más postulado que real, un escenario para apariciones y escena apocalípticas, una Casa Encantada en medio de los prados.
El reparto de La ermita es selecto y talentoso. A pesar de ello, las actuaciones son correctas y funcionales, sin brillos especiales. La excepción es la joven Maia Zaitegi, que actúa con una mezcla de candor y desparpajo que la hace irresistible, y es posiblemente la mayor revelación del año en el cine español.
La ermita es una obra de género que combina dramas familiares con lo fantástico. Aunque no es una obra redonda, sí es interesante y sugestiva, y el fan del fantaterror disfrutará del gran talento visual de Carlota Pereda y de las evocaciones de clásicos del género.