lunes, mayo 20, 2024

Crítica de ’Al otro lado del río y entre los árboles’: Hemingway en la encrucijada

Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Al otro lado del río y entre los árboles

Después de la más que prometedora De tu ventana a la mía (2011) y la excepcional La novia (2015), hemos tenido que esperar ocho años para poder ver una nueva película de Paula Ortiz, la mejor, en opinión de quien escribe, de todos los directores surgidos en nuestro país en lo que va de siglo. Circunstancias de producción, pandemias y demás asuntos hacen que ahora se estrenen sus dos siguientes películas con poco más de un mes de distancia entre una y otra. Hace tres semanas se estrenó Al otro lado del río y entre los árboles, que adapta la novela homónima de Ernest Hemingway y dentro de otras tres llegará Teresa, adaptación de la obra teatral de Juan Mayorga “La lengua en pedazos” sobre Santa Teresa de Ávila, y que ya hemos tenido ocasión de ver durante su presentación, fuera de concurso, en la sección oficial de la pasada SEMINCI de Valladolid.

Y aunque el proyecto de Al otro lado del río y entre los árboles podría considerarse una obra de encargo, pues no responde a una iniciativa personal y la propuesta de dirigirla le llega a Paula Ortiz tiempo después de que Martin Campbell abandone el proyecto, la directora aragonesa consigue impregnar la película de su concepción formal, su sensibilidad estética, su cuidadísima puesta en escena y la minuciosa descripción de personajes que se han convertido en las señas de identidad de un cine con la poco frecuente virtud de resultar tan autoral como solvente narrativamente.

Sabido esto, uno no puede por menos que preguntarse cómo habría sido esta película de haber sido dirigida por Martin Campbell, un excelente director de cine de acción y de aventuras (con un par de películas de James Bond o las dos de La Máscara del Zorro a sus espaldas) pero en las antípodas de Paula Ortiz en cuanto se refiere a formas, estilos y orientación cinematográfica. Como ocurre con tantas películas que pudieron ser y no fueron, la pregunta quedará sin responderse, así que vamos con la película que es y no con la que pudo ser.

Al otro lado del río y entre los árboles

Paula Ortiz recoge la novela de Hemingway a través del guion de Peter Flannery para hacer un adentramiento en el lado humano de un hombre crepuscular, atormentado por el paso por dos guerras (las dos mundiales), abatido por el peso de la culpa y enfermo, gravemente enfermo, en el cuerpo y en el alma. El coronel Richard Cantwell (Liev Schreiber) apura la vida en el tiempo de descuento a base de tragos de alcohol y caladas de cigarrillo, sin perder la capacidad de maravillarse ante los frescos de Giotto en un templo en ruinas, dejarse perder en las calles de Venecia o rendirse, acaso por última vez, a la belleza de una mujer joven, la condesa Renata Contarini (Matilda de Angelis), a la que conoce de forma accidental como si sus destinos no estuvieran obligados a cruzarse, aunque si lo estaban.

Cantwell, que acaba de pasar un reconocimiento médico militar de pronóstico infausto, apura su tiempo viajando a Venecia con un propósito tan intrascendente como cazar patos. Le acompaña el joven soldado Jackson (Josh Hutcherson) un chofer impuesto por el doctor como condición para postergar un fin de semana la ineludible entrada en el hospital. Será fundamentalmente a través de estos dos personajes Renata y Jackson y las muy diferentes relaciones que establece con ellos, la forma de conocer la personalidad y el estado de ánimo de un Cantwell al que un mayúsculo Liev Schreiber dota de una hondura asombrosa. También están francamente bien Josh Hutcherson como el joven “ángel de la guarda” y Matilda de Angelis como la encarnación de una última oportunidad. Las conversaciones de ambos mientras pasean por las calles de Venecia componen secuencias de una belleza y una carga poética brutal.

Al otro lado del río y entre los árboles

Al otro lado del río y entre los árboles es una película de narrativa clásica, elegantemente atemporal en la que Paula Ortiz marca un tempo y una cadencia que se empapa de una Venecia inusitadamente solitaria y febril. La película es un auténtico prodigio de localizaciones tanto en los exteriores (las calles de Venecia son en sí un precioso plató cinematográfico) como en los interiores del propio Palacio Contarini o del Hotel Danieli suplantando al Gritti en el que se aloja Cantwell.

Hay mucha poesía en el ocaso de la masculinidad de este héroe derrotado y melancólico al final de su vida que Paula Ortiz retrata en formato 4:3 y fotografía en blanco y negro con la exquisitez de Javier Aguirresarobe como contraste a unos pocos planos, breves, panorámicos y filmados en color, en los que remite a los tormentosos recuerdos de Cantwell, los que le retrotraen a la batalla en la que con la orden militar de “al otro lado del río y entre los árboles” abocó a sus soldados a un destino funesto.

Paula Ortiz ha conseguido que una obra en principio ajena a su personalidad y a su campo temático, acabe encajando con coherencia en su filmografía entre la película que la antecede y la que la sigue. Hemingway se sitúa entre Lorca y Teresa de Ávila sin despojarse de su potencia literaria pero matizado por la mirada de una directora audaz, sensible y con una concepción formal del cine fuera de lo común que, sin embargo, jamás renuncia a que dentro del envoltorio estético haya un relato potente.

Película excelsa, una rara avis, de producción británica y estadounidense con directora y parte del equipo técnico y artístico españoles. Sería una lástima que pasara desapercibida entre tanto maremágnum de estrenos apelotonados en los tres últimos meses de cartelera anual.

Al otro lado del río y entre los árboles

9

Puntuación

9.0/10

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