Las críticas de José F. Pérez Pertejo en la 68 SEMINCI:
The Shadowless Tower
Puesto que no conocía de nada a Zhang Lu, director chino de The Shadowless Tower, recurro a internet para echar un vistazo a su filmografía, descubro que tiene ya 61 años, diecisiete obras dirigidas entre cortometrajes, documentales y obras de ficción, algunas de nacionalidad coreana y otras china como esta que nos ocupa. Algunas de ellas han participado en festivales como Locarno o secciones paralelas de Cannes o Berlín hasta que, por fin, el pasado Festival de Berlín en su edición número 73, programó en su sección oficial esta torre sin sombra que se presenta también en la vallisoletana SEMINCI.
The Shadowless Tower es una de esas películas puzzle en las que el director va ofreciendo al espectador la información dosificada a través de secuencias que solo una vez transcurrida buena parte del metraje comienzan a tener un sentido narrativo. Resulta, por tanto, difícil entrar en una película pausada, reflexiva e innecesariamente larga (144 minutos).
El punto de arranque es la visita que un grupo familiar hace a una tumba en un cementerio para honrar la memoria de la abuela con unas flores. Aquí nos presentan al protagonista de la película, aunque todavía no sabemos que lo será. Se trata de un hombre de mediana edad llamado Gu (Xin Baiqing) que, recién divorciado, acude al cementerio acompañado de su hija Xiao Xiao, y de su hermana y su cuñado con los que, tras el divorcio, vive la niña.
A partir de aquí, la película seguirá fundamentalmente los encuentros y desencuentros de Gu con una serie de personajes con los que la interacción tendrá, en ocasiones, efectos balsámicos y, en otras, disruptivos. Gu es un escritor en horas bajas, que, en sus propias palabras ya solo escribe sobre cosas banales.
Toda la película está impregnada de un curioso aire melancólico que impregna la mayoría de las secuencias. La película está apoyada sobre la soledad de Gu y sus dificultades para rehacer su vida sentimental tras su divorcio y sus relaciones personales con los demás, ya sea con la joven fotógrafa Ouyang (Huang Yao), con su inquilino, con su cuñado o, de forma fundamental, con un padre cuyo contacto perdió hace más de cuarenta años cuando un incidente público le convirtió en un paria a los ojos de la sociedad o, con su propia ex mujer, de la que nada sabremos hasta el tramo final de la película.
Es decir, The Shadowless Tower trata, además de la soledad como tema central, del fatalismo de ciertos acontecimientos que determinan nuestras vidas, de las dificultades para mirar al pasado, del peso de la culpa, del perdón, de la pérdida y de las raíces familiares y personales. Parece intuirse también un canto de amor a Pekín por parte del director, pero no es tan explícito como para hacerse notorio.
La torre sin nombre a la que alude el título, y que no aparece en pantalla hasta transcurrida media hora de película tiene, como entidad física, poca o nula importancia en la película. Se trata de una edificación en forma de torre cuyas características arquitectónicas hacen que su sombra no pueda verse en ninguna parte. Esto funciona (o pretende funcionar) como una metáfora de la vida del protagonista, un tipo gris, demasiado considerado con todo el mundo, algo que en esencia sería una virtud pero que hace que su existencia no parezca tener importancia (crear sombra) para nadie. “Tanta educación levanta un muro entre las personas” le dirá su ex mujer en un momento determinado.
Hay momentos muy hermosos en The Shadowless Tower, tanto visualmente como de hondura narrativa. El problema es que contar lo que cuenta, mostrar lo que muestra y expresar lo que expresa puede hacerse con la misma eficacia, la misma belleza y el mismo lirismo en mucho menos tiempo. Para ver sin prisas (ni sueño).