Las críticas de José F. Pérez Pertejo en el 71 Festival de San Sebastián:
Un silencio
El director belga Joachim Lafosse ha dedicado la gran mayoría de su filmografía a hablar de la familia como institución y de los vínculos familiares en muchas de sus modalidades: fraternales, paterno o materno filiales y conyugales. Siempre con un punto de vista tortuoso, tratando de desentrañar el origen de los afectos y, fundamentalmente, los desafectos. Sus tramas argumentales buscan hacer brotar a la superficie esos pequeños o grandes rencores anidados desde el pasado en algún lugar recóndito del alma para que, al estallar, se genere la tensión dramática con la que construye sus películas.
Sobre esa base de drama familiar, luego incorpora, según el film, un tema social, de enfermedad mental, dudas sobre la orientación sexual o aspiraciones vitales. Para Un silencio, su décimo largometraje, Lafosse ha tomado como fuente un caso real ocurrido en Bélgica hace ya varios años, en el que se destapó que un juez de menores tenía antecedentes de abusos sexuales a un menor. El drama familiar como base argumental es aquí insuflado con aires de thriller al incorporar la investigación policial que se superpone a la convivencia de la familia, el matrimonio formado por el juez (Daniel Auteuil), su esposa Astrid (Emmanuelle Devos) y su hijo adoptado (Matthieu Galoux).
Lafosse acierta en la disección y la representación del silencio al que alude el título, ese mutismo con el que Astrid, conocedora de los hechos cometidos por su marido, los ha silenciado durante muchos años hasta rozar el encubrimiento o, peor aún, la complicidad. Pero Lafosse que no juzga a sus personajes, ni al sórdido juez ni a su atribulada esposa, trata de llegar más lejos en el análisis de los porqués. Y aquí es donde consigue con sutileza hacer aflorar el sufrimiento y la vergüenza que cobran vida en el rostro y la interpretación de la excelente actriz que es Emmanuelle Devos.
También está sublime el fantástico Daniel Auteuil en su composición de un hombre que ha dejado cualquier atisbo de culpabilidad y ha construido una coraza de justificación alrededor de su trabajo que consiste, precisamente, en defender a los niños víctimas de abusadores. Es tal el convencimiento de que todo lo que ha hecho pertenece al pasado que su autodefensa nace de su convicción de inocencia. Lafosse no construye un monstruo, el personaje de Auteuil es deliberadamente ambivalente, su papel como salvador y sus lados oscuros se superponen de forma que resulta imposible adjetivarle de una manera simplista. Estamos por tanto ante dos personajes complejísimos que no podrían resultar creíbles (ni siquiera aceptables) de no estar interpretados por dos actores de la talla de Auteuil y Devos.
Los problemas vienen, ¡ay!, con la narrativa. Lafosse cae atrapado en la tan frecuente tentación de contar su película de una forma no lineal. Y esa fragmentación del relato, esos saltos temporales que tan bien funcionan con algunas películas, aquí embarran la narración. No estamos ante un film de fantasía o un cuento onírico ni, claro que no, ante una película de Christopher Nolan. Un silencio es un drama realista que se beneficiaría de una narrativa clásica que condujera al espectador, de principio a final, por la senda de la comprensión y no de la confusión. Especialmente si la película comienza por el final y los cortes temporales no son, en absoluto, evidentes. El espectador tarda, por lo menos media hora en comenzar a atar cabos de lo que está ocurriendo y eso va, entre otras cosas, contra la capacidad para empatizar con los personajes.
A partir de un momento, cuando se desencadena el hecho más brutal de la película, que no conviene contar aquí, el film empieza a languidecer un poco en lo que hasta ese momento ha sido su mayor virtud: la credibilidad. No resulta fácil creer, tal como se ha representado, que lo que parece un crimen se quede en intento de crimen o algunas de las acciones que suceden en el juicio que conduce al final del film.
Lafosse esboza otros temas como el retrato de ciertos tópicos de la familia burguesa francesa o el papel de la prensa en todo el affair, pero quedan demasiado orillados a los márgenes del relato. En conclusión, Un silencio es una película que, a pesar de su interés temático y sus potentes interpretaciones, acaba dejando un regusto a oportunidad perdida.
Un silencio
