Las críticas de Daniel Farriol:
Un lugar llamado Dignidad
Un lugar llamado Dignidad es un drama chileno que está escrito y dirigido por Matías Rojas Valencia (Raíz). La historia sigue a un niño que recibe una beca para estudiar en un colegio elitista creado en la misteriosa y aislada Colonia Dignidad, un lugar fundado en Chile por alemanes. Pronto se convertirá en el favorito del líder de la colonia y comenzará a presenciar las cosas extrañas que suceden allí. Está protagonizada por Salvador Insunza, Hanns Zischler (La isla negra, Bauhaus, una nueva era), David Gaete (Sayen), Amalia Kassai (1976, La casa lobo), Noa Westermeyer, Giannina Fruttero, Luis Dubó y Vivian Mahler. La película se ha estrenado en España en Filmin el día 26 de Mayo de 2023.
Una historia real escalofriante explicada a través de la sugerencia
La Colonia Dignidad (hoy conocida como Villa Baviera) fue un centro educacional fundado en 1961 en Chile por colonos alemanes que estaban liderados por Paul Schäfer, sin embargo, bajo la imagen de armonía que desprendía una comunidad luterana que decía ofrecer oportunidades a niños pertenecientes a estratos sociales inferiores, se ocultaba una realidad mucho más oscura. Schäfer fue un ciudadano alemán que huyó de su país tras recibir acusaciones por pederastia y transformó aquel lugar en una secta autocrática que le permitió seguir con sus fechorías con total impunidad al recibir los apoyos de los Servicios Secretos de la República Democrática Alemana y de la dictadura chilena instaurada por Augusto Pinochet, trasnformando aquel «idílico» enclave en un centro de detención y tortura para los disidentes al Régimen.
Un lugar llamado Dignidad de Matías Rojas Valencia nos sitúa en el año 1989, ante los últimos coletazos de aquel periodo dictatorial, pero utilizando el contexto histórico y todo lo que allí sucedió como un marco abstracto donde desarrollar una historia mucho más íntima que busca perturbar al espectador a través de la sugerencia y huyendo de lo explícito.
El protagonista es Pablo (Salvador Insunza), un chaval de 12 años, deportista e inteligente, que se convierte en el primer alumno becado de Dignidad debido a sus dotes para el canto en el coro, lo que le convierte enseguida en uno de los estudiantes favoritos para el líder espiritual de la comunidad, el tío Paul (Hanns Zischler). El niño comenzará a advertir, entonces, situaciones extrañas que suceden en el interior de la colonia y que le harán planear su huida.
La memoria histórica de un país desde la mirada inocente de un niño
La decisión narrativa de contar Un lugar llamado Dignidad desde el punto de vista del niño es fundamental para el enfoque final que adquiere la historia. Pese a que el trabajo del director siempre está ligado a desenterrar la memoria histórica de su país para así poder reflexionar sobre los errores cometidos en el pasado, en esta película se desprende de complejidades sociopolíticas para centrarse en el sentir inocente de un niño que descubre los horrores que se perpetran a su alrededor. El tono documentalista, pues, acaba siendo mucho más metafórico de lo previsible mediante códigos del suspense dramático que la desapegan del realismo social.
La mirada de Pablo es la mirada incrédula del espectador que no entiende como algo así pudo suceder durante más de 40 años. La cámara sigue a ese niño a través de ópticas angulares que reflejan su percepción de las cosas, desenfocando la realidad que le rodea, mientras que los planos generales suelen tener una calma contemplativa que potencia el enrarecimiento atmosférico de la vida diaria en la secta. Eso se potencia mediante el uso de una banda sonora sinfónica con especial predilección por la obra «Sarabande» de Handel que otorga una solemnidad mortuoria a esos últimos días de la Colonia Dignidad previos a la transición democrática del país.
Liberarse de la represión
Un lugar llamado Dignidad es un filme de enorme sutileza que nunca cae en el morbo gratuito ni tampoco busca ser el testimonio definitivo sobre los hechos acontecidos en aquel lugar. Es una historia sobre el abuso de poder y la represión sexual inherente a cualquier educación conservadora/religiosa, en ese sentido, encontramos una surrealista escena que parece sacada de la imaginación de Yorgos Lanthimos donde la enfermera Gisela (Amalia Kassai) y Johannes (David Gaete) intentan procrear imitando a los animales de un libro.
El chileno Matías Rojas Valencia se muestra pulcro y conciso en la puesta en escena, casi demasiado, dejando fuera de foco temas importantes que tan solo quedan insinuados o sobreentendidos. Es algo que reduce el impacto emocional final que pueda tener la historia en el espectador más allá del magnetismo visual que desprende la fotografía de Benjamín Echazarreta. Aún así, esa observación distante de unos hechos verídicos que sacudieron a la opinión pública sirve para destapar las vergüenzas colectivas de una sociedad que suele mirar al costado ante la impunidad delictiva de los entramados políticos gubernamentales.
Un lugar llamado Dignidad es un coming of age íntimo sobre el hallazgo prematuro de los monstruos que nos rodean a diario y la necesidad de combatirlos como acto de maduración emocional para evitar que anulen nuestra personalidad. Es entonces cuando entendemos que lo colectivo (el país) es también una extensión que se nutre de lo individual (los ciudadanos), por eso el director hace coincidir la liberación del protagonista con el fin de la dictadura chilena aunque, por desgracia, la realidad sea mucho más compleja y la indigna Colonia acabase teniendo un recorrido mucho más extenso con connotaciones que trascienden a ese funesto periodo.
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Un lugar llamado Dignidad
