jueves, abril 25, 2024

Crítica de ‘La Mosca‘: Una comedia sarcástica con toques de Steampunk

Las críticas teatrales de Laura Zurita:
La Mosca (La Mouche)

La Mosca (La Mouche) está basada en el relato original de George Langelaan, y está adaptada y dirigida por Valérie Lesort y Christian Hecq. El reparto está compuesto por Christian Hecq de Comédie Française, Valérie Lesort, Christine Murillo y Jan Hammenecker. La obra se estrena en Teatros del Canal el 8 de febrero de 2023.

Esta obra teatral se desarrolla en el centro de un pueblo en los años sesenta. Robert vive con su madre, Odette, tiene unos cincuenta años, es calvo, barrigón y malhumorado: cumple todos los criterios para ser un soltero empedernido. La relación madre-hijo es tan inquietante como hilarante, un guiño al episodio “El platillo volante y el loro” del programa de la televisión francesa Strip Tease.

Robert pasa la mayor parte del tiempo en un garaje convertido en habitación-laboratorio, donde intenta montar una máquina de teletransporte. Odette se ocupa de la casa, del jardín y de su hijo ya adulto, aunque eterno adolescente. Con una mirada tierna pero totalmente escéptica, observa las supuestas investigaciones científicas de su hijo.

Asistimos a la vida cotidiana de esta extraña pareja, perturbada por una sucesión de experimentos de teletransporte con resultados más o menos exitosos, aunque necesarios para perfeccionar la máquina. Robert practica primero con objetos, luego con animales, incluido el perro de Odette, Croquette, que tiene un final trágico. Preocupada por el aislamiento de su hijo, Odette decide invitar a tomar una copa a Marie-Pierre, del mismo tipo que Robert: cohibida y solterona.

Tras una velada desastrosa, Robert convence a Marie-Pierre para convertirse en el primer humano que pruebe a ser teletransportado. Con movimiento corporal, efectos especiales y estética de la época de los inicios de la informática, La Mosca se presenta como un laboratorio de exploración escénica y visual, un extraordinario campo de juego.

Comedia sarcástica y oscura

La obra de teatro se basa libremente en el libreto original de George Langelaan de 1957. En tanto las dos producciones cinematográficas basadas en el mismo libro, La mosca de Kurt Neumann, de 1958 (con unas secuelas que no merecen la pena recordermos), y la de David Cronenberg, de 1986, se deslizan por el terreno del terror, esta obra teatral elige un tono de comedia sarcástica, oscura y un poco triste.

La acción se desarrolla en una zona, probablemente rural, de Francia. La madre y su hijo viven en un marco modesto. Ella vive en una caravana con cortinas de cretona deslucidas, mientras que él lo hace en su estudio, atestado de ordenadores de la era de las lámparas de vacío y unos artilugios que dan entre miedo y risa, que en cierta manera podrían calificarse de steampunk, con computadores de esa época marcada por lámparas de incandescencia, palancas, válvulas y en general, una apariencia polvorienta y cochambrosa. La escenificación de la teletransportación es solemne y disparatada, una pequeña ceremonia de efectos dignos del Inspector Gadget.

El inventor tiene un éxito desigual con sus teletransportaciones, pero persiste su empeño, hasta que se teletransporta junto con un insecto con lo que se funde con él. Esto tiene sus consecuencias, que llevan al final de la obra, después de 100 minutos de disfrute y asombro.

Entre tanto, y sin enterarse de nada, la madre lo cuida y lo trata como si fuera un niño, y no lo escucha en absoluto. Tiene planes para él, que ni ha pedido ni parece le haga gracia, que involucran a una chica un poco boba, y con una triste historia contada con dos pinceladas, pero que llena al espectador de compasión por una chica que ni siquiera se sabe con qué crueldad la han tratado.

Uso del lenguaje personal y el buen hacer

La fusión de hombre y mosca, que en el cine se construía con ambiciosos efectos especiales y complicadas prótesis, en el teatro se apoya fuertemente en el lenguaje corporal del actor, y da lugar a escenas tan cómicas como espeluznantes.

Es remarcable la gran capacidad de Christian Hecq para remedar gestos y tics, y asimilarse a una mosca, sin ayudas externas. Él y su madre, Valérie Lesort, encarnan sus personajes con gran profundidad, y crean una atmósfera de dependencia emocional y cansancio mutuo, llena de guiños cómicos.

La Mosca se representa en francés con subtítulos. Esta técnica se usa mucho en la ópera y da buenos resultados, en cuanto el espectador se acostumbra a ella. Eso permite a la compañía representar la obra con los actores originales en los distintos países, y saber que la obra se ha entregado de la misma forma en todas partes.

En resumen, La Mosca es una obra redonda y pulida, una comedia sarcástica y oscura con un toque de steampunk.


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