miércoles, octubre 9, 2024

Crítica de ‘Las Suplicantes’: Feminismo en la herencia clásica

Las críticas  teatrales de Laura Zurita:
Las Suplicantes

Las suplicantes, tragedia con nombre plural femenino, es un viaje al pasado para reencontrarnos como seres humanos. En este periplo entrelazamos las historias de dos manuscritos que comparten un mismo título: Las Suplicantes de Eurípides y Las Suplicantes de Esquilo. Dos historias trágicas, dos grupos de mujeres (hijas de oriente y madres de occidente) que, junto a hombres de labios libres y en situaciones de angustia, resuelven conflictos tan humanos como el derecho al propio cuerpo, el derecho de asilo y el derecho a dar digna despedida a los muertos.

Entre ambas tragedias se ha tejido un único texto, un lienzo que celebre la lucha histórica, intergeneracional y colectiva de las mujeres y de los hombres que la defienden. La obra está dirigida por Eva Romero Borrallo, con una versión libre de Silvia Zarco sobre las obras homónimas de Esquilo y Eurípides. Es una coproducción del Festival de Mérida y Maribel Mesón. Las Suplicantes se estrenó en el teatro Reina Victoria el 22 de junio de 2022, en el marco del Festival Mérida en Madrid.

Feminismo en la antigüedad

Las suplicantes es una versión libre de dos obras distintas, subrayando en su contenido, que hoy llamaríamos feminismo, mujeres defendiendo sus derechos y su dignidad. En la primera parte se recoge la obra de Esquilo, en la que un grupo de mujeres huye de su país y busca refugio para evitar ser entregadas en matrimonio contra su voluntad. De manera clara, se considera el matrimonio forzado como una violación, y se apunta el mensaje de no es no. El lenguaje utilizado se moderniza, y se habla de refugiados que buscan asilo porque sus derechos (a su libertad sexual) no se ven respetados en sus países.

En la segunda parte, basada en la obra de Eurípides, las que luchan son madres que buscan recuperar los cuerpos de sus hijos, reforzando la idea de que existe una ley internacional (en la obra, unas leyes que aplican en todas las ciudades estado griegas) que rige aun situaciones tan terribles como la guerra, que tienen sus reglas, que deben respetarse.

El texto está bien adaptado, y se consigue que suene al tiempo clásico y actual, entregando el mensaje de que la lucha por los derechos humanos siempre ha estado presente, incluso en sociedades que no se caracterizaban precisamente por la igualdad de los sexos. Un pero, sin embargo, es que los dos textos se han unido de manera que se nota forzada, con unas pocas frases de unión. Es de suponer que se ha hecho para darle fuerza al nexo común, pero desconcierta al espectador.

Lo clásico y lo moderno

La directora ha buscado mantener la solemnidad y la fuerza del teatro clásico, con unas formas sofisticadas que, por contraste, realzan la modernidad del texto. Es una obra coral, en la que se rescata el uso del coro, y los actores hablan a menudo a una sola voz, dando profundidad y resonancia al texto. Las madres de la segunda parte de la obra son especialmente conmovedoras.

La puesta de escena de Las suplicantes es ambiciosa, buscando grandeza y dramatismo. Sobre un escenario minimalista, se busca reforzar la resonancia del texto y complementarlo con cuadros vivientes, o con coreografías de danza moderna. Puntualmente, Celia Romero, con un impresionante vestido color sangre, comenta la acción con unas intensas actuaciones en clave de cante jondo. El aspecto visual es el más poderoso de la obra, y el más conseguido, si bien la obra que se ve en Madrid es una versión simplificada del estupendo montaje que se vio en el Festival de Mérida del año pasado.

El vestuario, también buscando las resonancias clásicas, utiliza los colores con sus valores simbólicos más evidentes, el blanco para las doncellas, el verde para la esperanza y el negro para los enemigos y el dolor. No obstante, la emocionalidad se ve deslucida porque la técnica de voz falla en muchas escenas. En una obra en la que el texto es tan importante el hecho de que a veces no se entienda ensombrece la experiencia del espectador  y hace que se pierda el interés.

En resumen, merece la pena ver Las suplicantes por la modernidad de su texto y por su sofisticada puesta en escena, si bien la técnica de voz podría y debería mejorarse.


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