Las críticas de Óscar M.:
Tiempo
En Tiempo, una familia pone rumbo a una remota y paradisíaca playa para pasar un día de vacaciones. El lugar se encuentra en un recóndito paraje y esconde algo que está a punto de cambiarle la vida a todos y cada uno de los presentes: a medida que pasan las horas, cada uno de ellos irá envejeciendo más y más, hasta el punto de que sus vidas se verá reducidas a ese día. Esta adaptación está dirigida y escrita por
Shyamalan vuelve a las andadas
Existe una teoría loca de internet que dice que Shyamalan hace alternativamente una película buena y una película mala, pero, tras el resbalón de Glass (Cristal), en Tiempo vuelve a patinar y recupera sus peores defectos narrativos, volviendo a poner de manifiesto muchos problemas argumentales, generando muchas más incógnitas y dudas que respuestas, y dando pie a muchas teorías, un clásico en casi todas sus películas.
El mayor problema que tiene es que deja demasiadas dudas en la audiencia cuando comienzan los títulos de crédito, se les pueden llamar errores de guion, saltarse el tiburón o simplemente que al Shyamalan guionista no le ha apetecido explicar ciertas cosas y deja flecos sueltos que hacen tambalear toda la historia. La época en la que el director metía un giro inesperado final que cambiaba totalmente el sentido de la película ha pasado, por eso ya ni hace el esfuerzo.
La película está basada en la novela gráfica «Castillo de arena» (de Pierre Óscar Lévy y Frederik Peeters), pero Shyamalan la ha tomado como base para su historia, la adapta a su particular estilo, se desequilibra en ciertas escenas, en determinados planos y en algunos personajes en concreto, contando con unos diálogos insufribles, y haciendo a los personajes poco atractivos para el espectador.
Frágil como un castillo de arena
Aunque en un primer momento el conjunto puede satisfacer, no voy a negar que tiene un par de buenos momentos terroríficos, pero en cuanto se empieza a rascar la superficie de la historia comienzan a aparecer las incoherencias narrativas, el casi plagio (pendiente de demanda) a la serie Perdidos, repetir los argumentos de la película El ángel exterminador y de la novela «Diez negritos» que provocan que vuelva a aparecer la desilusión para sus seguidores (que los tendrá).
El guion está repleto de unos diálogos insípidos y rimbombantes, una historia que, más que estar llena de giros sorprendentes, parece un añadido de elementos que no van a ningún sitio con un desarrollo torpe, donde tiene a los personajes corriendo de un lado a otro durante demasiado tiempo (parecen los personajes de Cluedo en el tramo final resolviendo asesinatos) y la mayoría de las cosas suceden fuera de plano, aunque todo esto podría achacarse a una falta de presupuesto (o a un intento de evitar una calificación para adultos), siendo bastante incoherente, puesto que el post-final parece un extra porque le sobraba dinero.
Demasiado ego para un resultado endeble
Casi desde sus inicios, las aspiraciones de Shyamalan por ser el nuevo Alfred Hitchcock le vienen grandes, sus guiones y su dirección son demasiado pretenciosas y están sobradas de ínfulas. Es demasiado narcisista como para emular al denominado «Maestro del suspense» e intentar ser superior pasando de hacer apariciones esporádicas y breves en sus películas a reservarse un papel importante. Tal vez sea el momento de decantarse por la dirección o por la escritura, porque si se encarga de ambas, el resultado cojea demasiado.
Es una pena que Shyamalan parezca estar involucionando, su elección y dirección de actores en Tiempo es más que cuestionable y el intento de distraer al espectador para generar su atención se vuelve en su contra. Aunque ésta no es la peor de su filmografía (El incidente inició una cuesta abajo de la que tardó siete años en recuperarse), se aprecia que se sigue esforzando para tener una categoría de director supremo que, sinceramente, se encargó de autodestruir poco a poco con El protegido o El bosque.
Shyamalan es un director y guionista bastante creativo, sus películas suelen ser un conjunto interesante pero, como le suele suceder la mayoría de las veces, sus ideas son brillantes en un inicio y se quedan en un desarrollo mediocre con una resolución dignas de estudiante de dirección, y Tiempo es el mejor ejemplo de cómo son sus películas (como los grupos musicales que tienen un sólo éxito): no dan ganas de repetir.
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