Se estrena este fin de semana en salas de cine La chica del brazalete, tercer largometraje del realizador francés Stéphane Demoustier tras las inéditas en España Terre battue (2014) y Cléo & Paul (2018). He leído en algún sitio que se trata de un remake de la película argentina Acusada (Gonzalo Tobal, 2018) y en realidad no es así, se trata más bien de una película inspirada en la misma historia argumental o, por decirlo de otra manera, de una libre adaptación del guion que Gonzalo Tobal y Ulises Porra escribieron para el citado film argentino. Las diferencias entre ambas películas son abismales tanto en la concepción de los personajes como en la estructura narrativa o la puesta en escena, mucho más aparatosa en la película de Tobal que en este sobrio y elegante film de Demoustier.
La película comienza con una secuencia muda e incómoda para el espectador que por unos instantes me hizo recordar el cine de Haneke. La cámara colocada a gran distancia, prácticamente en plano fijo, nos muestra una escena familiar en la playa que termina abruptamente con la aparición de la policía que se lleva detenida a la hija de la familia.
Planteada como un drama familiar que pronto deviene en thriller judicial, con La chica del brazalete Demoustier elabora una película tan turbadora como absorbente con la que da una auténtica lección de construcción narrativa. No hay desmayo en la sucesión de secuencias a través de una filmación que en todo momento está al servicio de los personajes y del relato. No tardaremos en saber que la chica detenida es Lise (la debutante Melissa Guers), de 16 años, a la que se acusa de haber asesinado cruentamente a su mejor amiga tras una fiesta de adolescentes en la que el sexo y el alcohol jugaron un importante papel.
A partir de este planteamiento asistiremos a dos escenarios fundamentales, por un lado el juicio al que Lise es sometida y por otro el devastador efecto que todo tendrá en su círculo familiar más íntimo. En el juicio destaca la presencia de una fiscal implacable magníficamente interpretada por Anaïs Demoustier, hermana del realizador. Suyos son los momentos de más intensidad en un personaje que parece más empeñado en juzgar los comportamientos morales de Lise que en hacer verdadera justicia.
En el ámbito familiar, Stéphane Demoustier detiene su cámara en dos personajes perfectamente definidos desde el guion, el ofuscado padre (Roschdy Zem) y la distante madre (Chiara Mastroianni) que asisten atónitos a la toma de conciencia del inmenso desconocimiento que tienen acerca de su propia hija. La evolución de ambos personajes a lo largo del film se desarrolla con una inusual sutileza gracias a la elegante filmación de Demoustier y, especialmente, al sobrio trabajo interpretativo de Zem y Mastroianni que se apoyan en los silencios y las miradas sin hacer un gesto de más.
Por su parte, Melissa Guers, que como se ha apuntado realiza su debut en el cine, crea un personaje inquietante por su mutismo y una aparente indiferencia por el sufrimiento ajeno que se traduce en su incapacidad para mostrar sus emociones. Su trabajo completa un excepcional reparto que incluye a los dos ganadores del pasado año del César de interpretación protagonista, Anaïs Demoustier a la mejor actriz por Los consejos de Alice y Roschdy Zem al mejor actor por Roubaix, une lumière.
A modo de conclusión puede decirse que La chica del brazalete parte de una historia desconcertante para hacer un afilado cuestionamiento sobre los códigos éticos y morales de una parte importante de la generación millenial en relación con el sexo, las drogas y lo que les diferencia de las generaciones anteriores: la trascendencia de sus acciones a través de las redes sociales. Por otro lado, reflexiona sobre los vínculos paterno-filiales y el conocimiento y el grado de comprensión que tenemos sobre nuestros seres queridos cuando media, además, el inevitable choque generacional.
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La chica del brazalete
