Solo se me ocurre una manera de sobrellevar la película sin cabrearme demasiado y afortunadamente me di cuenta de ella cuando había transcurrido solo media hora de sus ¡137 minutos! Y no es otra que la de verla como lo que es, una película infantil, una producción que encarna todos los principios argumentales, interpretativos, estéticos y técnicos de las películas de, por ejemplo, el Disney Channel. He visto por lo menos un par de decenas de estas películas con mis hijas y creo saber de lo que hablo.
Personajes bienintencionados de buen corazón a pesar de sus “equivocaciones” en la vida, casualidades improbables para justificar todos los agujeros argumentales, comicidad de baratillo con objetos que se caen, se rompen o se queman continuamente para desesperación de los protagonistas, un personaje origen del problema situado en el centro del relato, otros personajes adultos en la periferia que tardan en ver el problema y no lo entienden, y otro personaje que por fuerza ha de ser infantil con la clarividencia que no tienen los adultos y la determinación para ejercer acciones absolutamente impropias de su edad y, por más inverosímil que parezca, solucionar total o parcialmente el problema.
Como no he visto la primera versión, desconozco si todas estas características estaban ya presentes en la película alemana o son concesiones que Schweiger ha hecho para vender bien la película en Hollywood pero el resultado es, talmente, una película infantil y no de las buenas.
El personaje problema no es otro que un abuelo interpretado por Nick Nolte que sufre un deterioro cognitivo con continuas pérdidas de memoria que el film, para simplificar, decide etiquetar como Enfermedad de Alzheimer. Los personajes periféricos son una prototípica pareja americana con prototípica casa, prototípicos trabajos y en prototípica crisis conyugal interpretada por un Matt Dillon bastante insustancial y una exasperantemente insoportable Emily Mortimer llena de los tics, mohines y gestos de sabelotodo con los que nos suele deleitar (La librería fue una excepción). Y el personaje solucionador, la niña Tilda interpretada por Sophia Lane Nolte (con ese segundo apellido intuyo algún vínculo familiar con el protagonista) que está, afortunadamente, muy por encima de las interpretaciones infantiles del inefable canal televisivo al que me referí unos párrafos más arriba.
Con una peculiar estructura narrativa empezando a narrar por el medio de la historia, tirando luego de flashback con voz en off (de la niña, por supuesto) y luego, en cuanto el flashback llega al punto del que partió la película, continuamos hasta el final con las alocadas aventuras de un abuelo y su nieta cuya química, esto es de justicia decirlo, es lo mejor del film.
Nick Nolte da la impresión de divertirse interpretando un personaje que por las particularidades de su enfermedad le permite hacer prácticamente lo que le de la gana, si la película fuera buena hasta podría considerársele para nominaciones a galardones de interpretación de esos que tanto gustan de premiar a enfermos, pero no da para ello. Muchas cosas se pasan por alto porque es Nick Nolte y el espectador tiene en la memoria los muchos y brillantes trabajos de su filmografía, a un actor sin reconocimiento no se le perdonarían algunos de sus excesos.
Los medios acreditados en la SEMINCI fuimos advertidos al inicio de la proyección del carácter provisional de la copia que íbamos a ver que, como he dicho, no se ha estrenado todavía en ningún lugar del mundo. Imagino que la productora y/o la distribuidora harán algunos pases con público en los que ojalá alguien les ilumine para meter un poco de tijera y dejar la película en torno a los cien o ciento diez minutos, a afinar un poco algunas secuencias escritas con rotulador de trazo grueso y a limar algunos momentos de sainete.
Como ya intuía, un festival como la SEMINCI no puede dedicarse a dar espigas de honor a gente que, teniendo todos mis respetos e incluso considerándole un actor correcto sin más, pasaba por aquí o porque voy a traer una película de estreno universal galáctico doy la espiga de honor a uno de los actores (Nick Nolte, hubiera tenido una justificación por su carrera independientemente de este telefilm…).No señores, así no se deben hacer las cosas y menos en nuestra SEMINCI.
La pena es que Nick Nolte no pudiera venir finalmente, o no consiguieran que viniera, pues hubiera sido todo un hito, pero Matt Dillon básicamente fue la ocasión de conseguir traerlo, pero no encajaba tanto en el perfil de este festival. Eso sí, madre mía la de Espigas que se han dado este año