Las críticas de José F. Pérez Pertejo:
Florence Foster Jenkins
Hace algunos años, no me pregunten cuantos, había un programa en televisión que presentaba el añorado Jordi Estadella, creo recordar que se titulaba El Semáforo y básicamente consistía en gente que iba a hacer el ridículo cantando o haciendo cualquier cosa hasta que les echaban de allí. Las pocas veces que vi algún ratito, recuerdo preguntarme a mí mismo: ¿esta gente no tendrá hijos, hermanos o padres, alguien que les quiera y les diga la verdad: que cantan horriblemente mal, que sus chistes no tienen gracia o que lo que hacen resulta grotesco? Qué importante es tener a alguien que te quiera bien y te haga llorar, que te diga a la cara la verdad aunque sea dolorosa, a poder ser, antes de que sea demasiado tarde y el amor propio te haga creer la reencarnación de María Callas, Frank Sinatra o el mismísimo Enrico Caruso.
El veterano Stephen Frears dirige con mano maestra este biopic de Florence Foster Jenkins, una rica y excéntrica cantante neoyorquina que a principios del pasado siglo llegó a actuar en los más prestigiosos recintos musicales, incluido el célebre Carnegie Hall, a pesar de su escaso talento musical y su nula calidad vocal. Y para tal fin, Frears ha contado con la mejor actriz del cine mundial en las últimas décadas (los que quieran discutírmelo que vayan poniéndose los guantes y hagan una cola frente al ring), la gran Meryl Streep. Y probablemente, una de las pocas cosas que le quedaban a Meryl Streep por demostrar era que era capaz de hacerlo mal, o mejor dicho, de hacer muy bien que lo hace mal. Streep consigue una vez más meterse dentro de la piel de su personaje y realizar una interpretación sobrecogedora evitando en todo momento el riesgo de caer en la caricatura. La Florence de Meryl Streep es un personaje entrañable y querible, que se mete al espectador en el bolsillo desde su primera aparición. Es muy difícil no empatizar con esa mujer tan vulnerable y al mismo tiempo tan llena de determinación y coraje. Divertida y enternecedora hasta en los momentos de mayor patetismo, Florence Foster Jenkins es ya otra inolvidable creación de la Streep. Su dominio de la gestualidad mientras canta (o lo que sea que hace) es sencillamente genial.
Pero Meryl Streep, a pesar de su arrolladora presencia, no está sola. El reparto se completa con dos agradables sorpresas, la primera encontrar a un Hugh Grant (me pregunto cuanto tiempo he descuidado su filmografía para no haberme dado cuenta de que se ha hecho mayor) maduro, convertido en un actor liberado de sus tics de juventud y capaz de emocionar con una de las mayores demostraciones de amor que se ha visto en el cine en los últimos años. Grant administra de maravilla el tono desenfadado y divertido con la melancolía que subyace en su personaje.
La segunda gran sorpresa se llama Simon Helberg al que los seriéfilos reconocerán como el Howard de The Big Bang Theory. En el que probablemente sea su primer papel importante en el cine, Helberg da vida al pianista Cosmé McMoon que acompañaba a Florence primero en sus clases y luego en sus conciertos. Un personaje, menos secundario de lo que pueda parecer a primera vista, que Helberg convierte en un auténtico robaplanos, y robarle un plano a Meryl Streep no es cosa menor. Su enternecedora interpretación rebosa simpatía y humanidad apoyándose en una vis cómica sabiamente contenida y en un virtuoso control de los gestos.
Stephen Frears, a sus 75 años, tiene oficio más que de sobra para conducir la película por donde quiere en cada momento y ejerce una dirección magnífica; durante gran parte del metraje lleva al espectador por la vertiente cómica y una vez allí, instalado en la confortable sonrisa o la agradecible carcajada, le congela la risa con la implacable irrupción de la crueldad o el patetismo. Florence Foster Jenkins es una película de impecable factura con una majestuosa dirección artística y el sobresaliente vestuario de Consolata Boyle. El apartado artístico se completa con la dirección de fotografía de Danny Cohen y una delicada banda sonora (gorgoritos de la Florence aparte) de Alexandre Desplat.
Resulta curioso que hace aproximadamente un año se estrenó una película francesa titulada Madame Marguerite (Xavier Giannoli, 2015) también basada en la vida de Florence Foster Jenkins, aunque en este caso se cambiaron los nombres y la historia fue trasladada al París de los años 20. Fue un gran éxito en Francia obteniendo cinco premios César, incluido el de mejor actriz para su protagonista Catherine Frot. No tuve ocasión de verla en cine pues su paso por la cartelera española fue más fugaz del deseado, pero su reciente salida al mercado en DVD y Bluray me permitirá verla en los próximos días y hacer eso tan insano (pero que tanto nos gusta a los cinéfilos) de comparar.
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