La nueva película de Todd Phillips llamada Juego de armas (tal vez un juego de palabras con el nombre la actriz Ana de Armas y obviando la traducción del título original, Perros de la guerra) trata sobre la historia real de cómo dos veinteañeros consiguieron un contrato millonario de venta de armas estafando al gobierno de los Estados Unidos.
Como la mayoría de películas basadas en hechos reales, en esta también se abusa de la voz en off y de las escenas encadenadas donde se acumulan hechos relevantes para la historia sin la menor interconexión entre ellas. Los inexplicables insertos negros con frases grandilocuentes lo único que hacen es ralentizar la trama, cuando «teóricamente» están hechos para segmentar la historia y hacer avanzar el argumento, pero la poca justificación de su necesidad hace que se tache de pretencioso a este recurso narrativo que aparece bien avanzada la película.