miércoles, diciembre 11, 2024

Crítica de ‘La Novia’: Pura poesía filmada

Las críticas de José F. Pérez Pertejo: La Novia

Hace cuatro años se presentó en la Seminci de Valladolid De tu ventana a la mía, la primera película de una joven y desconocida directora llamada Paula Ortiz en la que se adivinaba no sólo un gran talento como narradora, sino además, una marcada personalidad estética, una apuesta por contar historias de una manera personal cargada de belleza y armonía. Su segunda película, La Novia, supone la confirmación de Paula Ortiz como una de las mejores cosas que le ha ocurrido al cine español en mucho tiempo. 

La Novia no es ni más ni menos que una personalísima visión de Bodas de Sangre, es decir, una de las obras cumbres del teatro español del siglo XX a la cual Paula Ortiz y Javier García Arredondo han dado forma de guion cinematográfico sin renunciar ni a un ápice de toda la (inmensa) carga poética del material de partida escrito por Federico García Lorca en 1931.  

Paula Ortiz mima cada uno de los elementos simbólicos de la obra de Lorca y otorga a cada uno su particular visión, la fábrica de vidrio en la que trabaja el padre de la novia servirá como origen de unos bonitos cuchillos de cristal, símbolos de la muerte presente en toda la película, pero también está presente el caballo sin aliento, la mendiga (otra vez la muerte) que irrumpe en las ensoñaciones de los novios; y la luna, claro está, no puede faltar la luna de Lorca en torno a la cual Paula Ortiz filma una de las secuencias más hermosas y poéticas del cine español en mucho tiempo.

Y un proyecto tan personal, tan intenso y tan arriesgado no puede llevarse a cabo si no es con un reparto totalmente implicado en el discurso y entregado en una confianza ciega al “mundo propio” de una directora que se juega el tipo en cada secuencia. En este sentido, La Novia ofrece uno de los mejores conjuntos interpretativos vistos en mucho tiempo en el que destacan irremediablemente Luisa Gavasa como la madre (del novio) y una arrebatadora Inma Cuesta que parece haber nacido para interpretar papeles escritos por Lorca. Su interpretación de la novia (que parece merecidamente encaminada a llevarse todos los premios de interpretación del año) conjuga fuerza, pasión y delicadeza con un talento inusual que se apoya en un físico capaz de desbordar sensualidad y fragilidad sin necesidad de cambiar de registro. 

Asier Etxeandía es otro auténtico animal escénico que lleva al novio desde su aparente carácter pusilánime hasta el enajenamiento final con una fuerza desgarradora. Alex García compone un Leonardo sexual y abrupto que funciona a la perfección como antagonista. La química entre ambos actores masculinos e Inma Cuesta es palpable, y sin ella, no sería posible transmitir toda la carga visceral de la pasión que Lorca escribió y Paula Ortiz filma con enorme elegancia.

El resto de intérpretes está igualmente brillante con la citada Luisa Gavasa componiendo uno de los papeles más difíciles de la obra (perdón, película) que porta en su interior la esencia lorquiana de la tierra, el rencor y la muerte. Leticia Dolera interpreta a la mujer de Leonardo con su habitual delicadeza interpretativa. Ambas, Gavasa y Dolera, estuvieron ya en el primer film de Paula Ortiz y parecen entender como nadie el modo de crear cine de la directora. Completan el reparto la siempre creíble Ana Fernández, Manuela Vellés, Consuelo Trujillo, María Alfonsa Rosso y en su último papel, el tristemente desaparecido Carlos Álvarez-Novoa que por tres meses no ha podido ver la película estrenada.

Capítulo aparte merece la música, la preciosa partitura del japonés Shigeru Umebayashi (compositor habitual de las películas de Wong Kar Wai) es completada con varias canciones, algunas originales y otras, adaptaciones como el “Pequeño Vals Vienés” (“Take this Waltz” de Leonard Cohen) cantado por una Soledad Vélez que pone los pelos de punta. Pero también canta Manuela Vellés y también canta Inma Cuesta una sensual versión de “La Tarara”.

La dirección de fotografía de Migue Amoedo aprovecha con gran acierto las texturas de las localizaciones sin las cuales la película no sería la misma. Paula Ortiz traslada el drama andaluz de Lorca a un espacio desértico filmado en la comarca aragonesa de Los Monegros y en la Capadocia turca. La turbadora belleza plástica de estos parajes es una protagonista más de La Novia que se fusiona con la música, las interpretaciones, la poesía de Lorca y el talento y buen gusto filmando de una directora a seguir.

Desde el primero hasta el último plano (concordantes ambos en abrir y cerrar una estructura circular) toda la película está escrita, ambientada, interpretada, filmada, musicalizada, montada y post-producida siguiendo un coherente ideario estético que da al conjunto una arrebatadora intensidad emocional que no decae en ningún momento del metraje. Habrá espectadores que no logren entrar en la propuesta, pero el que lo haga quedará sin resuello durante 93 minutos de pura poesía filmada.


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