El material de partida con el que trabaja Cesc Gay es una bomba de relojería. En manos poco respetuosas con la inteligencia y la sensibilidad del espectador, el argumento de Truman podría haberse convertido en un pastiche sentimentaloide para ser pasto de plañideras. Pero el director catalán desactiva la bomba desde el mismo momento en que firma (junto a Tomás Aragay) un guión sólido y complejo que rueda con tanto brío como sutileza.
El segundo acierto es el reparto, pocas dudas (en realidad ninguna) albergaba ante Ricardo Darín, uno de los mejores actores que pueblan el panorama cinematográfico actual (y me cuentan los que le han visto en un teatro, que es exactamente igual de bueno sobre las tablas que ante la cámara). Cada palabra que sale de su boca suena auténtica; cada gesto, generalmente mínimo, está cargado de delicada intención y cada movimiento surge con la pasmosa naturalidad que solo está al alcance de los más grandes intérpretes. A estas alturas de su filmografía, no creo que queden muchos espectadores que vayan a descubrir a Ricardo Darín en Truman. El hijo de la novia y El secreto de sus ojos son sólo las (seguramente) más conocidas de las muchas películas memorables que componen una filmografía tan coherente como admirable. En Truman interpreta a Julián, un actor diagnosticado de una grave enfermedad, que sabiéndose próximo a la muerte trata de atar los cabos sueltos que quedan en su vida, fundamentalmente el destino de su perro, Truman, a quien no sabe con quién dejar.
En cambio, he de reconocer que no tenía la misma confianza en Javier Cámara, y ahora lamento mi falta de fe. Siempre me he divertido mucho con sus papeles cómicos, especialmente con el fantástico histrión que representaba en la televisiva Siete Vidas, pero en sus roles dramáticos no había conseguido hasta ahora empatizar con la misma intensidad (aunque he de confesar que no he visto Vivir es fácil con los ojos cerrados, lo cual trataré de solucionar con prontitud). El caso es que en Truman, Javier Cámara está absolutamente fantástico en un papel endiabladamente difícil; y no sólo por tener que dar la réplica a Darín, que no es poco, si no por las dificultades del personaje en sí mismo. Cámara es un actor que se siente cómodo (y brilla) interpretando personajes dados a la verborrea y al exceso gestual. Nada de eso hay en Tomás, el fiel amigo de Julián; su presencia se hace enorme a través de sus silencios, de sus miradas, de su discreta y educada reacción a todo el torbellino emocional de Julián/Darín del que muchas veces tiene que ser (mudo) testigo. Javier Cámara emociona tanto como Darín desde una delicada contención y una ternura interpretada sin clichés ni recursos facilones.
El resto del reparto, incluyendo al perro Truman, está a la altura del dúo protagonista. Precioso papel el de Paula, prima de Julián interpretado por la argentina Dolores Fonzi que sirve como apoyo argumental a muchas de las secuencias del film. Y a partir de ahí, una auténtica colección de impagables cameos que probablemente se haya ganado personalmente Cesc Gay a base de amistad (y al fin y al cabo de amistad va la película), pues la mayoría son habituales en sus películas, Ana Gracia, Francesc Orella, Alex Brendemühl, Javier Gutiérrez, Nathalie Poza, Eduard Fernández, Silvia Abascal, Pedro Casablanc, Susi Sánchez y el mismísimo José Luis Gómez salpican de talento la película con breves apariciones en roles que habitualmente interpretarían actores desconocidos. Especialmente logrado está el momento en que Julián se encuentra con el personaje de Eduard Fernández, una anécdota si se quiere, fabulosamente escrita en el guión y realizada con exquisitez por Cesc Gay.
No he olvidado nombrar a Elvira Minguez en el breve papel de la ex mujer de Julián porque lo suyo no es un simple cameo, lo suyo es una lección interpretativa ofrecida en tres minutos. ¿De verdad está el cine español en condiciones de infrautilizar de esta manera a una actriz tan fantástica?
Y el último protagonista es Madrid. Sus bares y restaurantes, sus calles, sus hoteles… y las vistas de una ciudad famosa por su carácter acogedor que funciona como el perfecto ecosistema para cruzar y descruzar los caminos de toda esta galería de personajes.
Truman es una película que aborda sin tremendismos pero sin complejos el tema de la muerte como presencia fantasmal a lo largo de un metraje en el que la amistad, el amor, el sexo, la fe, las relaciones paterno filiales y el enorme vínculo afectivo que alguien puede desarrollar con un perro, componen un film que a pesar de su carga de profundidad, en ningún momento deja de ser emotivo y divertido.