jueves, marzo 28, 2024

Crítica de ‘Villa Touma’: La película sin nacionalidad

Las críticas de José F. Pérez Pertejo: 
Villa Touma

Hay mejores intenciones que buen cine en la película Villa Touma. Una película que llega a las pantallas españolas un año después de su paso por la SEMINCI de Valladolid de 2014 donde participó en la sección Punto de Encuentro. Previamente, había sido exhibida en los festivales de Toronto y Venecia donde se desató una agria polémica acerca de la nacionalidad del film que la ha acompañado allá donde ha sido exhibida hasta ser conocida como “la película sin nacionalidad”. 
El origen de la polémica estriba en que la mayoría del dinero con el que se financió el film procedía de subvenciones del estado de Israel y cuando la guionista y directora Suha Arraf inscribió el film en Venecia lo hizo bajo nacionalidad palestina. El lío que se montó fue tremendo cuando Israel tuvo noticia del hecho y reclamó a la cineasta la devolución de todo el dinero recibido en subvenciones israelíes para la realización del film. Suha Arraf, de nacionalidad israelí y contribuyente con sus impuestos al estado de Israel, defiende su derecho a obtener ayudas del Fondo de Cine de Israel, e Israel se siente engañado al haber financiado una película que es presentada posteriormente en festivales internacionales como palestina.  En fin. Estos son los hechos, y cómo en décadas nadie ha sabido solucionar el conflicto israelí-palestino, no seré yo quien lo pretenda. Volvamos al cine. 
Y hablando de cine, comenzaba diciendo que hay mejores intenciones que buen cine en el debut en la dirección de largometrajes de ficción de Suha Arraf, quien previamente había dirigido el documental Mujeres de Hamás (2010) y escrito los guiones de La novia siria (2004) y Los limoneros (2008), ambos dirigidos por Eran Riklis.
Y si el buen cine escasea en la cinta, la culpa debe apuntarse en gran medida (si no totalmente) precisamente a Suha Arraf que en su afán por resultar didáctica, olvida que está dirigiendo cine y renuncia al lenguaje cinematográfico para explicar toda la trama a través del lenguaje hablado. Sus protagonistas nos lo cuentan todo, que nadie tema no entender la película porque todo está convenientemente explicadito. Como ejemplo, los saltos temporales en la narración se siguen de la intervención de algún personaje que dice: “ya llevas dos meses aquí” o “fíjate cómo pasa el tiempo, Badia ya tiene diecinueve años”. 
Badia (Maria Zreik) es una jovencita que se ha criado en un orfanato desde la temprana muerte de sus padres y cuando, por edad, debe salir del orfanato, se traslada a vivir con sus tres tías, al parecer los únicos familiares que le quedan, a las que no hace ninguna ilusión recibir a su sobrina. Las tres tías viven aisladas en una acomodada casa (la Villa Touma que da título al film) en Ramallah, ajenas al paso del tiempo transcurrido desde la Guerra de los Seis Días (que fue en 1967 y el film se sitúa en  2001). La llegada de Badia supondrá una alteración de la rutinaria vida de sus tías, hasta entonces consistente en realizar las tareas domésticas, labores de mantenimiento de la casa y ver la televisión. 
El problema es que los personajes están escritos de forma muy arquetípica y, como he dicho, son tan explícitos que dejan muy poco margen para la interpretación de las actrices que están encorsetadas por un guion perezoso. Juliette (Nisreen Faour) es la mayor de las tres hermanas, auténtica matriarca de la casa, la cual rige con un régimen opresivo, Violette (Ula Tabari), la mediana es quizá la que más sufra la falta de aire del guion y abuse de ciertos semblantes poco expresivos con los que mostrar sus cambiantes estados de ánimo. Finalmente la más joven de las tres, Antoinette, ofrece el personaje más luminoso y está interpretado con más matices por la actriz Cherien Dabis que además de muy buena actriz es una notable directora (Amerrika, 2009 y May in the Summer, 2013). 
A la película le falta ritmo especialmente en su primera mitad, cuando la llegada de Badia a la casa es filmada de un modo excesivamente teatral, con una puesta en escena muy estática y un tanto arcaica. A partir de mediado el film, cuando empiezan a ocurrir cosas (alguna ocurre), el tono mejora ligeramente, pero uno no puede evitar al final la sensación de película fallida que pretendía (y podía haber tenido) mayor entidad.

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