sábado, febrero 24, 2024

Crítica de ‘Irrational Man’: Woody Allen ha parido otra obra maestra

Las críticas de José F. Pérez Pertejo: 
Irrational Man

“Hay personas que al morir, hacen que el mundo, al instante, se convierta en un pelín mejor”, esta es la sentencia que Abe Lucas (Joaquin Phoenix), un atormentado profesor de filosofía se dice a sí mismo para elaborar una justificación ética con la que avalar su determinación de matar, su fascinación ante la idea del crimen perfecto, del asesinato como un acto de creatividad, como un desafío artístico. 

Este deseo de matar a un ser despreciable (un juez corrupto que dicta sentencias injustas a sabiendas) y contribuir a que de forma casi inapreciable el mundo sea un poco más justo, será el detonante del cambio de actitud vital de un personaje al que durante el primer tercio de película se nos ha presentado como un ser depresivo, al que la muerte de su mejor amigo en Irak y la infidelidad de su mujer a la que amaba han convertido en un ser atormentado y autodestructivo, sumido en el alcoholismo, la impotencia sexual y una suerte de cinismo vital expresado en sus clases de filosofía que concluye diciendo: “recordad que gran parte de la filosofía no es más que una paja verbal”. 
Woody Allen regresa a la idea del crimen como única salida para la propia supervivencia tras la maravillosa Delitos y Faltas (1989), la que para muchos es su última obra maestra Match Point (2005) y la aburrida El Sueño de Cassandra (2007). La diferencia con estos anteriores títulos estriba en que en este caso, no hay una implicación personal del protagonista con la víctima. De hecho es el azar, el que le lleva a conocer a su víctima, el juez Spangler, tras escuchar casualmente la conversación que mantienen unos desconocidos. En Irrational Man, la motivación que lleva a Abe Lucas a perpetrar un crimen es abandonar la pasividad y sentirse vivo actuando, pues como dice en cierto momento, “no basta con desear las cosas, si quieres algo, tienes que actuar”. 
Y también será el azar, otra de las ideas capitales del cine de Allen presente en este film, quien determine, de forma magistralmente escrita, la suerte de los personajes en un sorprendente y vigoroso final que, por supuesto, no puede ser contado. 
El guion, como siempre en las películas de Woody Allen, es la piedra capital sobre la que se apoyan los personajes y se construye el film. No es casual que el personaje de Abe Lucas, magistralmente interpretado por Joaquin Phoenix, sea un profesor de filosofía, pues es este personaje el vehículo a través del cual, Allen, elabora el discurso filosófico sobre el que apoyará la trama. Dos ideas fundamentales conducen este discurso: la verdad (o su antítesis la mentira) y la libertad, ideas que están presentes en las clases de Abe Lucas vehiculizadas por dos de los grandes pensadores de la filosofía universal: Immanuel Kant y Søren Kierkegaard
Decía Kant, que la verdad no debe depender de lo que el individuo quiera o desee y que en un mundo realmente moral no debe haber sitio para la mentira, ni siquiera para la falacia de la mentira piadosa, pues hasta la más insignificante destruye la inviolable ley moral de no mentir. 
La idea de la libertad, expresada por Kierkegaard como un “trascendental humano” es reducida aquí por Allen a la libertad de elección en las decisiones cotidianas, a ese “no hacer nada o actuar” para remarcar el pavor que la libertad produce en el individuo, la ansiedad entendida como el vértigo de la libertad. 
Pero que nadie se asuste, Irrational Man no es un tratado de filosofía, Allen apuntala estas ideas en apenas los diez primeros minutos de película para ir tejiendo sobre ellas el discurrir de los personajes, pues como sentencia el profesor Lucas después de explicar las ideas de Kant y Kierkegaard, existe una notable diferencia entre el mundo teórico de la filosofía de mierda y la vida real, la asquerosa vida real donde tienen cabida la codicia y el odio. 
Y como no sólo de filosofía vive el hombre, también hay en Irrational Man sitio para la literatura. Woody Allen elabora su película más deudora de Dostoyevski, lo cual es absolutamente obvio, pues como siempre, Allen tiene la honestidad de citar sus fuentes, y el ejemplar de «Crimen y Castigo» que preside la mesa de Lucas deja bien a las claras que estamos ante una muy personal recreación de la inmortal novela rusa. 
A pesar del tono trascendente de la película y de que Irrational Man no es una comedia (por favor, encargados de colocar las películas en las estanterías de las tiendas, no coloquen los DVDs de Irrational Man en el mueble de comedias por el mero hecho de que sea dirigida por Woody Allen), no rehúye ciertas situaciones hilarantes y el sarcástico sello alleniano está presente en algunos chistes que sin duda se incorporarán al catálogo de inmortales frases del genio neoyorkino. Evidentemente, no voy a destripar aquí ninguno. 
El triángulo protagonista es completado, como no podía ser de otra forma, por dos personajes femeninos, la joven y atractiva alumna Jill (Emma Stone) y la madura (y también atractiva) compañera Rita (Parker Posey). Ambas, se sentirán atraídas por Abe Lucas, aunque en planos diferentes, mientras la atracción de Rita es puramente física, la que siente Jill podría enmarcarse, al menos inicialmente, en un plano más intelectual, aunque su novio Roy (Jamie Blackley) vea venir desde el principio que esa atracción intelectual va a conducir irremediablemente a la volatilidad de los sentimientos románticos, haciendo bueno el axioma de que hay que ponerse en alerta cuando una mujer empiece a hablar demasiado de otro hombre.
Emma Stone, en su segunda película consecutiva con Allen tras Magia a la luz de la luna (2014) está brillante y convincente en el papel de seductora alumna confirmando que a sus 26 años es ya algo más que una promesa. También Parker Posey hace un buen trabajo, aunque su personaje pueda resultar un poco más arquetípico en el conjunto de la filmografía de Allen. El resto del reparto, exento de grandes nombres, funciona a la perfección para que Woody Allen realice una fantástica película. 
Hay algunas novedades reseñables en Irrational Man, con las que contradecir a los que, víctimas de la simpleza, suelen decir que Woody Allen hace una y otra vez la misma película, la primera tiene que ver con la localización, pues sitúa su acción en un ambiente (semi) rural, el campus de Braylin en Nueva Inglaterra, huyendo de las grandes ciudades en las que, como reconocido urbanita, suele rodar. La segunda novedad tiene que ver con la narrativa, pues aunque el empleo de la voz en off suele ser habitual en sus películas, aquí hace un doble uso de la misma, la voz de Jill y la de Abe se alternan en espacios temporales diferentes para hilvanar de un modo original los hechos y los sentimientos de los personajes. 
Existe una tendencia (que a mí me resulta insoportable) entre los críticos y cinéfilos en general a situar cada nueva película de Woody Allen en el lugar que (ellos creen) le corresponde en el ranking de su filmografía. Ocurre cada año como el día de la marmota, en cuanto se estrena ya empezamos a escuchar sentencias oportunistas del estilo: “se sitúa entre sus obras menores”, o “a la altura de Match Point” (parece existir un mayoritario acuerdo en que Match Point es su mejor película en lo que va de siglo), o “no tan mala como A Roma con amor, pero peor que Si la cosa funciona”. Que no cuenten conmigo para este fenómeno numerológico, estadístico o deportivo que sucede todos los años con cada estreno de Woody Allen. Irrational Man es una fantástica película, probablemente una obra maestra. ¿Qué Manhattan, Annie Hall o Hanna y sus Hermanas eran mejores? Ya. ¿Y qué?

4 COMENTARIOS

  1. Puede ser que en esta crítica en concreto haya hablado de la trama más de lo conveniente, lo cual lamento, pero cuando la vea, advertirá que es mucho más lo que queda por contar. En ningún caso puedo aceptar que esa sea la tónica general de esta página.

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