Las críticas de David Pérez «Davicine»:
El hombre más enfadado de Brooklyn
Hay quienes de vez en cuando tienen un mal día. A Henry Altmann le sucede a diario. Siempre está insatisfecho y enfadado con el mundo y el conjunto de sus habitantes. Así se presenta en la consulta de su médica, la doctora Sharon Gill, y aguarda con impaciencia a que le toque el turno. Sharon, que tampoco tiene un día glorioso, le comunica que tiene un aneurisma cerebral. La noticia enfurece aún más a Henry, quien, a voz en grito, exige saber cuánto le queda de vida. Ante la cólera y los insultos de su paciente, Sharon le espeta sin contemplaciones que no le quedan más de noventa minutos antes de morir. Enormemente impactado por lo que acaba de oír, Henry abandona precipitadamente la consulta dejando a Sharon estupefacta ante su propia reacción en lo que ha tenido que ser un momento de enajenación transitoria. Mientras Sharon recorre la ciudad en busca de Henry, éste se esfuerza por asimilar su diagnóstico y reconciliarse con aquellas personas a las que ha ofendido en su vida.
Volver a ver a Robin Williams en pantalla grande, sabiendo que no volveremos a ver nuevos trabajos del actor, es siempre un aliciente, sobre todo teniendo en cuenta que la película parte de la premisa de ver a Williams sacar el máximo de sí mismo con un personaje repleto de manías, con facilidad para la ira, pero con un toque sentimental y emotivo.
Phil Alden Robinson, quien nos regaló la fantástica Campo de sueños, dejó su sello en Los fisgones, y desde 2002, con Pánico Nuclear, no estrenaba nada en cines, regresa con una película entre lo comercial y lo indie, con grandes estrellas al frente del reparto, pues junto a Williams tenemos a Mila Kunis, Peter Dinklage, Melissa Leo, James Earl Jones y Hamish Linklater.
La película arranca con un flashback de 1989, con Henry Altmann (Williams) y su esposa Bette (Melissa Leo) sonriendo junto a sus hijos en una secuencia con cierta neblina, como para buscar que parezca un recuerdo emotivo. «¿Qué estás pensando?», pregunta Bette a Henry, y él responde: «Que soy feliz». Entonces, se corta la escena y nos trasladan hasta la actualidad: En pleno atasco de tráfico, Henry está desesperado, lleno de ira, y una voz en off enumera la larga lista de cosas que odia. Esta escena inicial, que nos recuerda mucho a Un día de Furia de Joel Schumacher con Michael Douglas, sugiere que estamos a punto de ver un estudio avanzado sobre lo que conlleva vivir la vida como no debemos. Pero no sólo vamos a vivir la ira de manos de Henry, pues la versión joven, aún sin explotar, de Henry, está reflejada en Sharon (Mila Kunis), un médico joven que tiene un muy mal día, pero que a diferencia de él, ella no tiene pareja ni hijos, y tan sólo tenía un gato con el que compartir penurias.
Williams y Kunis se complementan, pero puede que sus interpretaciones no lleguen a ofrecer lo que sus personajes deberían revelarnos que sienten en cada situación. Obviamente, Williams inicialmente parte con muchos puntos para dar vida a Henry, y si alguien tiene que hablar rápido, y llevar un diálogo al límite, él es el hombre, pero aunque en su apogeo la velocidad de habla es su arma y nos hace reír antes de saber si el chiste tenía gracia, no aparenta el aspecto de alguien moribundo, cansado y que deba emanar rabia por sus poros. Sí, cierra los ojos, aprieta los dientes, pero no sale rabia de su interpretación, y si Douglas lo conseguía de manera impecable en Un día de furia, aquí, sin un personaje que explote, no llega a funcionar la película.
Mila Kunis, siempre guapa incluso vestida de médico sin apenas refrescarse la cara tras una larga jornada de trabajo, está excelente. Ella pasa desapercibida cuando su personaje no debe acaparar la pantalla, pero tiene unas cuantas escenas emotivas que buscan la lágrima fácil, y lo consigue. Lástima que llegado un punto de la película, ella se limite a buscar a Henry, y rara vez se mencionan sus propios problemas después de entregar las malas noticias. De hecho, ella deja aún más de ser un personaje relevante según se inicia el reclutamiento de miembros de la familia de Henry en la búsqueda.
Pero si alguien siempre está en su sitio y nunca defrauda, ese es Peter Dinklage, que deja a un lado las luchas de Juego de Tronos para dar vida de nuevo a un personaje responsable, maduro, con las ideas claras, y que aporta el toque de calma entre tanta marejada de sentimientos e ira.
Destacable es la agradable narración que nos lleva a lo largo de la historia, que en el fondo, a pesar de ser una historia dramática, es una mezcla de diálogos divertidos y anécdotas que nos sacan más de una sonrisa, pero poco más.
Lástima que El hombre más enfadado de Brooklyn no llegue a convertirse en una comedia clásica, pues ni las grandes interpretaciones de Robin Williams, Mila Kunis y Peter Dinklage son suficientes para compensar el exceso de cinismo del guión y el mal uso de los cromas. Una idea muy buena que no logra emocionarnos como era de esperar, quedando en una mera comedia entrañable.
Nota: Crítica recuperada y editada de su primera publicación con motivo de la 59 SEMINCI.
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