martes, abril 23, 2024

Crítica de ‘La vida secreta de Walter Mitty’: Cuando la realidad supera la fantasía

Las críticas de David Pérez «Davicine»: La vida secreta de Walter Mitty

Es muy difícil acudir al cine a ver una película de Ben Stiller y no esperar que sea una comedia, pero cada vez estamos más acostumbrados a ver cómicos que intentan mostrarnos su faceta más seria, o al menos más sobria. En La vida secreta de Walter Mitty Stiller decide tomar las riendas y no sólo protagoniza sino que también dirige al icónico Walter Mitty, quien es más que un simple soñador despierto. En el cuento original de James Thurber se nos presentaba a Mitty como alguien que imaginaba todo tipo de historias heroicas mientras acompañaba a su esposa de compras, y ahora es un trabajador más de la revista Life, con una vida triste, bastante gris, sin nadie con quien compartirla, pero lo suficientemente listo para salir de su ensoñación y comenzar a vivir. 

Es fácil entender por qué actores cómicos como Jim Carrey, Mike Myers y Sacha Baron Cohen han coqueteado con la adaptación del artículo de 1939 del New Yorker sobre un hombre tímido con una vida de fantasía vibrante. Los efectos por ordenador han evolucionado tanto que han hecho que sea relativamente simple convertir los sueños de Walter Mitty en tapices Technicolor, y acemás es el tipo de papel con textura emocional que puede ser un trampolín para estas estrellas. Stiller no es ajeno a este tipo de tácticas pero a pesar de todo su alarde visual publicitario, nunca localiza el centro neurálgico de su personaje.
La vida secreta de Walter Mitty está inspirada en el personaje literario que os hemos citado, quien tiene mucha relevancia en Estados Unidos, pues prestó su nombre a los distraídos, dado que dentro del imaginario colectivo norteamericano, el apodo «Walter Mitty» se reserva a quienes habitan en sus propias fantasías, motivo por el que el guión de Steve Conrad no se basa tanto en el relato homónimo de 1939, ni en anteriores adaptaciones al cine (Danny Kaye ya interpretó al personaje en 1947, a quien acompañaron Virginia Mayo y Boris Karloff), sino en la esencia de un hombre que vive todo tipo de peripecias en su cabeza, aunque tristemente nunca ha ido a ningún lado, como deja bien claro en la película Stiller.
La película cuenta como en su vida secreta, Walter Mitty (Stiller) sueña a lo grande… muy a lo grande. No hay desafío que supere su fantasía, ya sea escalar un enorme glaciar o rescatar a un anciano de un edificio que va a explotar. Cuando no está inmerso en sus ensoñaciones, la vida no tan secreta de Walter Mitty es lo opuesto a su heroico alter ego; es un tipo corriente cuyo trabajo peligra por los recortes de personal y es demasiado tímido para hablar con su preciosa compañera (Kristen Wiig). Pero cuando Walter se enfrenta a un reto definitivo en su vida real, se ve involucrado en una aventura mundial que va mucho más allá de lo que jamás haya soñado.
El resultado es una película de difícil clasificación, pues no es una comedia, dado que hay poco humor, tenemos mucha fantasía surrealista y bellos paisajes, y mucha dosis de drama, pero no podemos encasillarla en ese género, quedando una constante sensación de indeterminación. 
Curiosamente tenemos dos partes muy diferenciadas en la película. Inicialmente Mitty pasa sus días dentro de su oscura oficina, administrando los negativos de las fotografías de la revista Life, y salta de edificios, rescata animales indefensos y escala montañas son actividades cotidianas en su imaginación. Sin embargo, la pérdida de uno de los negativos más importantes en su carrera laboral provoca un giro en la película, un cambio radical, llevándonos a un viaje épico, repleto de paisajes preciosos, temibles aguas encrespadas y volcanes, donde los efectos especiales y la fotografía provocan que estemos ante una película de gran atractivo visual. 
Dos partes diferenciadas, no sólo por la fotografía, sino también por el ritmo, pues la constante irrupción de ensoñaciones provoca ralentizaciones en las secuencias, pero dejan clara la personalidad que se esconde detrás de ese ser inseguro que busca su propio cambio de identidad, y sueña con ser él mismo y mostrar la valía que tiene en su interior, lo que es una gran aportación al personaje.
Si la fotografía es importante, no menos lo es la banda sonora, con pistas de Of Monsters and Men, Gracia Mitchell y nuevas canciones escritas para la película de José González. Y eso no es todo, la banda Junip también tienen algunos cortes, los rockeros indie Rogue Wave y el legendario David Bowie con una nueva mezcla de «Space Oddity», con Kristen Wiig.
Cabe destacar la breve aparición de Sean Penn como el fotógrafo Sean O’Connell y la participación de Kristen Wiig, quizás algo desaprovechada, pues tener una de las actrices más prometedoras como mera mujer florero es algo que no se puede perdonar.
Una película profunda, en la que Stiller parece carecer de confianza como actor dramático para comprometerse con el potencial emocional de su historia, rozando en ocasiones el humor cuando debería ir en busca de nuestra fibra sensible, pero que en general deja un buen sabor de boca, una sensación de optimismo, y una pequeña sonrisa, que muchas veces es más que suficiente para disfrutar de una película.

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