Las críticas de Agustín Olivares: Sinister
Un periodista viaja con su familia a lo largo y ancho del país para investigar terribles asesinatos que luego convierte en libros. Cuando llega a una casa donde ha tenido lugar el asesinato de una familia, encuentra una cinta que desvela horribles pistas que van más allá del esclarecimiento de la tragedia.
Sinister es una de esas películas que tienen un gran potencial, pero que se resienten a partir de ciertas decisiones mal tomadas. A priori lo tiene todo para hacer que el espectador tenga miedo de verdad: buena ambientación, muertes angustiosas (y terrenales, nada sobrenatural), una fotografía bastante lograda (aunque en ocasiones demasiado oscura), buenas interpretaciones, y personajes de carne y hueso en peligro de muerte. Desde un punto de vista argumental, si algo tienen en común todas estas características es que el miedo está anclado a la realidad, a lo palpable. Pero Scott Derrickson, director y guionista, se emperró en meterse en berenjenales metafísicos y sobrenaturales que deslucen el resultado final, y que hacen que la segunda mitad de la película pase sin pena ni gloria por razones muy simples:
En primer lugar, y esto es una opinión muy personal (lo cual es un apunte absurdo. Cualquier reseña es un escrito subjetivo), cuando en un film se empieza a juguetear con lo sobrenatural, la empatía y la cercanía con los personajes se va diluyendo. Creo que es mucho más potente y efectivo un asesino de carne y hueso que un espíritu babilónico mezcla del Dr. Morbius y Michael Jackson (lo reconozco, estéticamente da mucho mal rollo).
En segundo lugar, el propio Derrickson llegó a un punto de su historia en la que no supo qué hacer ni cómo salir del apuro, algo parecido a lo que les debió de pasar a los guionistas de Los Serrano, aunque en esta ocasión la película no es un sueño ni aparece Fran Perea (esto sí que daría mal rollo). Como consecuencia, el final es bastante flojo y muy precipitado.
Por otro lado, peca de efectista en las partes en super8. Este formato no tiene banda de audio, y en cambio, en el film, cuando el protagonista reproduce las cintas se escucha una banda sonora acorde a lo que se está viendo, y éste reacciona en consecuencia. Si lo que se ve es una escena feliz, la música es feliz y él reacciona sonriendo. En cuanto cambia el tono de las imágenes la música también lo hace, y la reacción del personaje también, lo cual es absurdo porque todavía no ha aparecido ninguna imagen que indique que algo malo está pasando. La música anticipa lo que se va a ver, lo cual ayuda al espectador (de Sinister, no del super8), ¡Pero no puede anticipar nada al protagonista de la película porque no hay música que le avise!
Desde el punto de vista técnico, Sinister es casi impecable. La música es efectiva, la dirección es notable (¡algunos pasajes en super8, como la del césped, son clásicos modernos!), las interpretaciones son correctas y los efectos visuales están bastante logrados (aunque alguno rechina un poco).
En definitiva, Sinister no aburre pero tampoco consigue asustar tanto como cabría esperar. Lo peor es que tiene potencial. En estos casos me acuerdo de John Carpenter… ¡Vuele a casa papi, vuelve!