Las críticas de Carlos Cuesta en la 57 Seminci: Lore
La película Lore está infestada de una crudeza corrosiva; con cada nueva escena el cansancio, la tristeza, el desasosiego, se suman de forma exponencial. El título de la película corresponde con el nombre de una joven alemana que abandona su hogar junto a sus hermanos y sus padres. Su progenitor es un oficial de las SS y con el final de la guerra llegan los malos tiempos para los vencidos. Los grandes méritos de la película están en plantearnos una visión poco común, desde los ojos de la familia nazi, y lograr que esos personajes tengan una verosimilitud perfecta.
El desarrollo de los acontecimientos se produce en el peregrinar de todos los hermanos, dirigidos por la hermana mayor, hacia la casa de su abuela, cuando sus padres sean detenidos por su implicación en el partido nazi. Su camino está marcado por el frío, el hambre y la miseria que ha dejado la guerra. Nadie da algo a cambio de nada, y hasta la posesión de un bebé es un factor estratégico para conseguir comida. Con un realismo asombroso, nos adentramos de lleno en su tragedia, sentimos nuestros pies pesados por el barro, casi acumulamos el cansancio de los personajes, deseamos llegar al destino. Pese a ello, la historia no me llegó al corazón, primero porque es bastante difícil empatizar con los personajes debido a su ascendencia; segundo, porque el planteamiento de la película no ofrece verdaderos momentos de emotividad.
La historia tiene fragmentos en los que se percibe el despertar de una emoción. Los chicos se toparán en su camino a Hamburgo con un joven, Thomas (Kai Malina), que recuerdan de la escuela. Él se sentirá atraído por la joven, la acechará primero y los acompañará después, ayudándolos a pasar los controles de los soldados americanos y a conseguir comida. Algunos momentos escasos de su relación con Lore (Saskia Rosendahl) parecen despertar algo humano más allá de la historia de supervivencia brutal. Él parece ser un judío salido de un campo de concentración. Ella lo descubre y le permite su compañía sin dejar de demostrar el odio de su gente hacia los de su raza. La necesidad de sobrevivir borra parte del significado y el sentido de los ismos.
Una caricia en la mano, él tocando levemente su pelo, son momentos de una fugaz ternura animal en un panorama de pies cansados, sangre, barro y caminatas que no nos ahorra ni un detalle del sufrimiento o la incomodidad. Escenas especialmente duras son las que relacionan a Lore con su madre, ésta a punto de abandonarlos, y que se muestra entre la melancolía y la violencia física causada por la impotencia que acarrea el destino.
Esta adaptación de la novela The Dark Room dirigida por Cate Shortland se muestra a través de los ojos de su protagonista la vergüenza de descubrir las atrocidades causadas por su padre en los campos de concentración y la dureza de una vida que ha pasado de la placidez al horror de un día para otro. El carácter férreo de Lore se hace patente en su mirada y en sus actos. La actuación de Saskia Rosendahl es sobrecogedora en cada momento, pero la historia hace del suyo un personaje impenetrable para el espectador y por tanto lejano.
La actuación de todos los niños es fantástica, incluso el bebé parece estar sufriendo de verdad todo lo que vemos en la pantalla. Todos menos Lore siguen en su nube de ignorancia sin saber que Hitler ha muerto, sin saber que Hitler es un monstruo y que sus padres también. Sólo la hermana mayor va saliendo de ese desconocimiento, y por eso este pasaje de su vida se vuelve infinitamente más pesado. Sobrevivir casi como animales va embruteciendo su espíritu. Incluso en el desenlace el personaje se muestra con toda coherencia, una vez abrazado el sinsentido de la existencia. Pero ese realismo no me parece suficiente. Lore es una historia que no quiere compartirse, una experiencia demasiado agotadora como para ser vivida plenamente en una sala de cine.