Las críticas de Óscar M.: The possession, el origen del mal
Es muy dificil innovar en el subgénero del cine de terror dedicado a las posesiones demoníacas, de hecho, desde El exorcista ninguna película consigue mostrar algo nuevo, sorprendente o, al menos, terrorífico que supere a la posesión de Regan.
The possession intenta desmarcarse ofreciendo un relato basado en un hecho real, pero el fantástico desarrollo de la historia impide que el espectador dé credibilidad a la historia y ésta acaba convirtiéndose en un intento más de imitación de la película de 1973.
Antes de llevar a equívocos, The possession no es una mala película, cumple su función de entretener, ofrece unas correctas interpretaciones e intenta asustar al espectador, pero más que con las imágenes, las felicitaciones tiene que llevárselas el compositor, Anton Sanko, cuya partitura sorprenderá y sobresaltará al espectador en los momentos cumbre.
Quizás el título peca un poco de pretencioso con un subtitulo tan totalitario como «El origen del mal», sobre todo cuando el espíritu que posee al personaje no es el origen de nada y no se hace referencia a dicho origen de la maldad en ningún momento.
Dejando a un lado los recursos de marketing, la dirección de Ole Bornedal (director que tiene el privilegio de ser uno de los pocos que ha dirigido una película y su remake americano, El vigilante nocturno en 1994 y La sombra de la noche en 1997) es fluida y correcta, con una notable dirección de los actores y unos adecuados encuadres de cámara, aunque nada que sea realmente destacable (¿tal vez los planos aéreos?).
El director tampoco tiene mucho material con el que trabajar, el guión es bastante previsible (teniendo en cuenta los precedentes en cuanto a posesiones a nadie le pilla nada de sorpresa) y ese intento de verosimilitud se queda en una mera anécdota después de la escena previa a los créditos.
Hay que destacar la correcta ambientación del argumento y el esfuerzo por dar coherencia a la historia de una posesión, pero el poco interés que el argumento muestra por el espectador algo más avispado le pasa factura, así hay personajes secundarios que desaparecen sin explicación (ni siquiera por parte del resto de personajes) o recursos fantásticos que chocan con la intención de los guionistas (como los poderes del espíritu, que son superiores cuando está dentro de la caja).
Juliet Snowden y Stiles White intentan acercar al espectador la historia enmarcándola dentro de la separación de los padres, pero la actitud de los personajes se vuelve tópica y las situaciones parecen haber sido vistas con anterioridad, por lo que no aportan nada nuevo.
Quizás el metraje previo a la posesión física de la niña puede destacar sobre el resto, aunque las idas y venidas del ente dentro del personaje poseído desconciertan al espectador y la transformación física del personaje está basada en mucho maquillaje, un camisón de dormir sucio y unas botas de agua, algo muy realista, pero que se queda en algo muy socorrido si pensamos en vómitos verdes y giros de cabeza de 180 grados (será porque este espíritu tiene menos poder que el de Regan).
Obviando la verosimilitud de la historia, son destacables y valorables los recursos de los dedos y los insectos voladores (mitad abejas, mitad palomillas de la fruta seca), que en ningún caso son aptos para aprensivos y dejarán una desagradable sensación de hormigueo en la boca del estómago.
El resultado final acerca más a The possession a una película para televisión con estrellas destacadas de la pequeña pantalla (como Jeffrey Dean Morgan, Kyra Sedgwick o Grant Show) que a una película terrorífica novedosa del género.