viernes, marzo 29, 2024

‘El americano’: Estrecha y metódica desconfianza

Las críticas de Carlos Cuesta: El americano

Equilibrio, delicadeza visual y sonora puede que sean las palabras que mejor definan la última película de Anton Corbijin, una producción que tiene sus mejores aliados en la atracción de sus personajes, en la calidad de sus actores, la tensión, la duda, la desconfianza, y su peor enemigo en el estereotipo sobre el que se construye toda la trama.
El americano adapta al cine la novela A very private gentleman de Martin Booth y nos cuenta la historia de un hombre misterioso, un asesino y un artesano de las armas que debe esconderse en un pequeño pueblo de Italia después de que su tapadera fuera descubierta en una misión en Suecia. Allí recibirá un encargo y también la orden de que no se relacione y, sin embargo, entablará contacto con varias personas que se interesan por él porque en su silencio y en su carácter reservado esta parte de su atracción. Esto les pondrá a él y a los que le rodean en peligro.
George Clooney en el papel protagonista nos vuelve a demostrar que es un gran actor y que es capaz de hacernos creer en su personaje, olvidarnos de quién es él para pensar que, en esta ocasión es un hombre sensible pero despiadado, de una frialdad enfermiza, malvado, o quizá, tan solo de una moral completamente laxa basada en la supervivencia más simple y vulgar.
Como él, el resto de los personajes no son rectos, son complicados y sinuosos, como las calles de los pueblos en los que el americano se esconde, de tan difícil acceso como los parejas que nos muestra la película. La composición de los planos, ayudada por la propia configuración de las calles es siempre metáfora de los laberintos que pueblan la mente del protagonista, solitario, metódico, imperdonablemente seductor pero a la vez peligroso.
En la película no sólo la vista nos dará una comprensión de la historia que afrontamos. El sonido, y no sólo la música, sino el detalle y la delicadeza de los sonidos de cada objeto que se manipula nos dan una medida del control y el equilibrio de un sujeto que necesita de ese control para no volcar debido a una existencia definida por la soledad, el miedo y la paranoia. La banda sonora, escogida y cuidadosa, es siempre emotiva y sujeta a la intención de los personajes, que la despiertan y la activan. Quizá todo venga derivado de la experiencia de Corbijin con la música y los videoclips.
La sensualidad, el peligro, la ansiedad ante la inminente pérdida de una vida a la que se aferra como mero instinto, o el fin de la vida de los demás como consecuencia de una lógica de superviviencia netamente animal nos mantienen pendientes de una trama que nos recuerda a otras tramas pero que no por eso deja de resultar atrayente.

El americano es, en definitiva, una historia que trata con buen gusto narrativo acción, deseo, miedo y decepción de una forma proporcionada y entretenida. Quizá sea también un descripción en hora y cuarenta minutos de lo que estamos dispuestos a arriesgar, o no, para ser quien realmente queremos ser.

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