El planteamiento inicial está destinado a confundir al espectador, pues se le plantea una historia y argumento que al final demostrará no tener razón. La parte central de la obra está muy bien pensada, con detalles, especialmente el de los crucigramas, que crean una atmósfera de complicidad entre los protagonistas que nos sitúan, de cara al final de la película, con una idea más o menos definida de lo que nos espera. El final, es un cambio de ritmo que da la vuelta a todo lo anterior, y nos deja con un sabor amargo en la boca, desesperanzador. Ciertamente nada produce más miedo en el ser humano que el no ser recordado, o el no recordar su vida.
A pesar de tener que desenvolverse en un pequeño espacio de tiempo, el corto logra diferenciar con claridad las etapas argumentales que la componen, cada una con su tiempo, su perspectiva, y su mensaje.
Soberbia la interpretación, por supuesto, de Andrés Resino, demostrando porqué es un actor con mayúsculas. Su expresividad, sus miradas, son un reflejo del vacío que vemos en algunos de nuestros mayores: La vista al infinito, la confusión en sus vidas…Sobre él recae el peso del corto, y, con su buen hacer, logra convertirlo en una historia muy especial. Como contrapartida, la joven Claudia Molina, mantiene el tipo en su papel de «joven alocada». Aunque se le nota aún algo verde, mantiene el tipo en su «duelo interpretativo» con Resino, lo cual ya es digno de elogio.
Rosario F. Yubero, la directora, realiza un muy meritorio trabajo, con una obra, pequeña, pero bien realizada. Desde aquí le animamos a que siga ofreciéndonos películas como ésta.