Las críticas de Daniel Farriol:
Hambre
Hambre (Hunger) es un thriller dramático tailandés que está dirigido por Sitisiri Mongkolsiri (La chica nueva, Krasue: Inhuman Kiss) y cuenta con guion escrito por Kongdej Jaturanrasamee. La historia sigue a una joven que trabaja como cocinera en un humilde restaurante de fideos que pertenece a su familia y recibe una invitación para unirse al equipo de mesa del chef número uno de Tailandia. Está protagonizada por Chutimon Chuengcharoensukying (Feliz año pasado, Bad Genius), Nopachai Chaiyanam (Take Me Home, Ninfa (Nymph)), Gunn Svasti Na Ayudhya, Bhumibhat Thavornsiri, Varit Leesavan y Kenneth Won. La película se ha estrenado en Netflix el día 8 de Abril de 2023.
Cine y gastronomía
Cine y gastronomía siempre han sido dos placeres complementarios que han ido de la mano en innumerables películas románticas o humanistas que utilizaban la comida como una metáfora de los placeres cotidianos que nos ofrece la vida. En la cultura asiática existe una relación especial con la gastronomía y esa simbiosis también se ha dejado notar en exitosas películas como The lunchbox (Ritesh Batra, 2013) y Una pastelería en Tokio (Naomi Kawase, 2015), o en propuestas actuales como Me llamo Chihiro (Rikiya Imaizumi, 2023) y la serie Makanai: La cocinera de las maiko (Hirokazu Koreeda, 2023). De hecho, la unión invisible entre cine y gastronomía ha llevado a la mayoría de festivales de cine importantes a incorporar una sección dedicada a películas gastronómicas que suelen ir acompañadas con propuestas culinarias in situ para los espectadores/comensales.
Sin embargo, la proliferación de programas televisivos como «MasterChef» o «Pesadilla en la cocina» han cambiado los buenos sentimientos entre fogones por la competitividad en la cultura del éxito. Ahí es donde se suscribe la mirada propuesta por la película tailandesa Hambre que se suma así a las visiones nada complacientes que contiene el cine gastronómico de Hierve (Philip Barantini, 2021), El menú (Mark Mylod, 2022) o Flux Gourmet (Peter Strickland, 2022).
Diferencias de clase y la exigencia del éxito
Hambre nos presenta a la joven Aoy (Chutimon Chuengcharoensukying) cocinera de un restaurante familiar especializado en Pad see ew (fideos de arroz fritos salteados con soja) que está situado en un barrio obrero de Bangkok. Un día, uno de los comensales, Tone (Gunn Svasti Na Ayudhya), sorprendido por la calidad de la comida, le entrega una tarjeta del restaurante ‘Hunger’ como invitación para dejar el negocio familiar y unirse al equipo de mesa del Chef Paul (Nopachai Chaiyanam), el más famoso de la ciudad. Es una oportunidad única para prosperar económicamente y convertirse en una cocinera de primer nivel sirviendo platos a la élite de la ciudad, pero su nuevo jefe es un ser exigente y despreciable que maltrata a su equipo en busca de la perfección absoluta.
Los primeros minutos de la película muestran el choque de las diferencias de clase que serán un eje clave en el desarrollo de la historia. Esos contrastes se evidencian a través de la comida cuando las sopas con sobras dan paso a la posibilidad de malgastar kilos de carne de Wagyu (res japonesa considerada la carne más cara del mundo) mientras se intenta cocinar al punto.
Aoy aceptará el reto del Chef Paul en asumir ese aprendizaje hasta demostrarle su talento. La relación entre ambos recuerda mucho a la existente entre el profesor y el baterista de Whiplash (Damien Chazelle, 2014) donde la exigencia de la perfección se volvía tóxica y aislaba al protagonista de los suyos. Las llagas sangrantes de golpear la batería sin descanso se tornan aquí quemaduras en los brazos por las salpicaduras de aceite hirviendo, pero en esencia es lo mismo.
Ser alguien especial no significa convertirse en otra persona
Pero las similitudes entre ambas películas terminan ahí ya que las visiones acerca del éxito que proponen Chazelle y Mongkolsiri son antagónicas. En Hambre la necesidad de Aoy por convertirse en alguien especial no requiere el pisotear a nadie ni está ligada a un reconocimiento de los demás para el crecimiento personal sino que surge de una procedencia humilde que provoca una sensación de invisibilidad que Thom Yorke describía en la desgarradora canción «Creep» de Radiohead.
Sin embargo, durante ese aprendizaje vital, la joven cocinera aprenderá una lección humana de humildad que le recordará la importancia de las pequeñas cosas y de sus verdaderos orígenes familiares, lo que queda simbolizado con la sencilla receta de Pad see ew de la abuela que cocinará en un Wok para un gran evento y que es algo similar a lo que sucedía (en tono de sátira) con la hamburguesa del Chef Slowik en la antes citada El menú.
El filme pierde algo de fuelle en la segunda mitad, los 130 minutos de metraje son excesivos, y su discurso también se vuelve más obvio con alguna escena gratuita (los comensales comiendo como animales). El combate gastronómico final sirve para evidenciar la banalidad burguesa de la gente rica que se acerca a la alta gastronomía por el simple hecho de que puede permitírselo económicamente y no porque sus paladares sepan apreciarla de verdad. Eso entronca con el postureo y la importancia del evento que a veces está por encima de la calidad de los platos, es decir, una hostia a mano abierta a cocineros que se han convertido en estrellas de rock rutilantes contagiados por la imperiosa atención mediática que requiere estar en el candelero de cualquier profesión artística.
El hambre que alimenta el ego
En definitiva, Hambre es un intenso y efectivo drama psicológico que maneja elementos del thriller para potenciar su discurso social. Tiene ritmo, una realización ágil e interpretaciones convincentes. Se trata de un filme que critica la cultura del éxito dándole la vuelta a una de las frases que pronuncia el malcarado chef, «los verdaderos ganadores son siempre los que más hambre tienen», algo que pierde todo sentido cuando olvidamos quiénes somos realmente y de dónde venimos.
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Hambre
