Ha concluido la 62 edición de la Berlinale, marcada por la presencia del cine comprometido en todas sus secciones pero especialmente en su sección a concurso, con aspirantes compometido en mostrar los conflictos, pendientes o saldados, de todo el mundo.
La película italiana Cesare deve morire (César debe morir), de los hermanos Paolo y Vittorio Taviani, ha sido la ganadora del Oso de Oro de la Berlinale a la mejor película, con unas declaraciones emotivas recogiendo el Oso de oro, indicando que aunque un hombre esté condenado a cadena perpetua no dejará de ser un hombre hasta su último día. Se trata de una impactante película que traslada el clásico de Shakespeare a una cárcel de alta seguridad de la Roma actual, interpretada por presos reales.
El jurado decidió dar este premio a una pareja de veteranos, aunque el cine joven tambien tuvo su recompensa, y se llevó la mayoría de los premios, con el Gran Premio Especial a Csak a szél (Just The Wind), de Benedek Fliegauf.
El Oso de Plata al mejor director fue para el alemán Christian Petzold, por Barbara, una película que nos presenta a una doctora acosada por los servicios secretos en la antigua Alemania comunista.
El portugués Miguel Gomes ganó el Alfred Bauer, en memoria del fundador del festival, con Tabu, un experimento del nuevo ídolo de una modernidad previsible, que ha presentado una historia de amor rodada en blanco y negro y ambientada en el África colonial.
El Oso de Plata a la mejor interpretación femenina ha sido para la congoleña Rachel Mwanza, por su papel de niña soldado africana en Rebelle.
El respectivo galardón para el mejor actor fue para el danés Mikkel Boe Folsgaard, por su trabajo en En kongelig affære (A royal affair), una película de amores palaciegos en tiempos de la Ilustración.
La sorpresa de la noche llegó en forma de mención y Oso de Plata especial, fuera de programa, a la directora suiza Ursula Meier, por L’enfant d’en Haut, una de las películas favoritas de la crítica.